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El párroco que reconstruye la Notre Dame de La Cañada

El tejado de la iglesia de Santo Domingo, situada en la zona más castigada de la barriada, ardió la semana pasada y las comparaciones con el templo parisino son inevitables.

La Notre Dame de la Cañada / Foto: David Jar
La Notre Dame de la Cañada / Foto: David Jarlarazon

El tejado de la iglesia de Santo Domingo, situada en la zona más castigada de la barriada, ardió la semana pasada y las comparaciones con el templo parisino son inevitables.

Agustín Rodríguez es un sacerdote atípico pero es que su parroquia tampoco es como la de cualquier barrio. Tiene 56 años y lleva 12 dedicándose en cuerpo y alma a la población más desfavorecida, esa gente a la que pocos quieren acercarse: los toxicómanos que merodean por la Cañada Real Galiana a su paso por Madrid. Él lleva las riendas de la iglesia de Santo Domingo de la Calzada, situada en la parte crítica de la famosa vía pecuaria: el sector 6, donde se encuentra la zona más castigada por la venta de droga y donde muchos «sintecho» con problemas de adicciones malviven a la intemperie.

Ellos son parte de la parroquia y también de esta historia porque fueron los responsables del incendio de la iglesia. Pero también gracias a ellos se evitó un posterior saqueo del templo.

El pasado día 22 de mayo, una disputa entre dos toxicómanos que duermen pegados a la parroquia acabó en una fuerte pelea y uno de ellos prendió fuego a las pertenencias del otro. Las llamas alcanzaron rápidamente el templo. Eran las 23:51 horas cuando los Bomberos del Ayuntamiento de Madrid recibieron un aviso de incendio en una iglesia de una conflictiva parte del distrito de Villa de Vallecas. Tuvieron que acudir varias dotaciones para extinguir el fuego de la cubierta, que ya había avanzado a gran velocidad, según explicó una portavoz de Emergencias del Ayuntamiento. «La tela asfática, como tiene por debajo material muy inflamable, prendió parte de la cubierta. Eso ha supuesto que se caiga el falso techo y el fondo del templo quede inutilizable», explica Agustín, pendiente estos días de que les vuelvan a instalar la luz y de la valoración del seguro. Antes de saber si la póliza cubre todos los gastos, no quiere aceptar dinero. «Sería injusto», reconoce. Así, aunque muchas entidades están dispuestas a colaborar, aún no se ha aceptado ninguna donación.

Los paralelismos con la majestuosa catedral de Notre Dame son inevitables. Las grandes marcas y cientos de particulares ofrecieron millones de euros para reparar los daños del singular templo. Los estudios más importantes de arquitectura peleaban por ofrecer bocetos con el nuevo diseño y todos lloraron la pérdida de tanto arte. Solo eran daños materiales pero «dolían». Aquí, en la Cañada, no ha sido así pero ni mucho menos lo lamenta Agustín. «Esto no era la cubierta de Notre Dame pero era la nuestra. No es la catedral de París pero tampoco tiene nada que envidiarle, si salvamos unos cuantos detalles», reconoce el sacerdote. Y es que la labor que se realiza aquí es encomiable.

En la parroquia, que lleva en pie desde 1953, se desarrollan los Encuentros con Dignidad, que sirven para charlar y dar un café con leche a estos toxicómanos que suelen trabajar de «machacas» en la puerta de las viviendas donde se vende droga. Esto es: vigilar y dar «el agua» cuando llega la Policía a cambio de una dosis. En el templo, además, pueden ducharse, hay servicio de lavandería y hasta el Colegio de Odontólogos y Estomatología presta servicio para mantener la dignidad de esta gente. Porque si algo quiere dejar claro Agustín es que «nadie puede devolver la dignidad a nadie porque es intrínseca al ser humano y, por tanto, nadie puede arrebatártela». Este es el espíritu de Agustín y su iglesia en la que «se habla poco de Dios». «En cinco minutos este tema se agota pero no si hablas desde Dios, ahí la conversación es infinita», reconoce este cura de Aluche que, aunque iba para médico o enfermero, sintió la necesidad de dedicarse al sacerdocio en su paso por la mili. «Son muchas horas de estar solo haciendo guardias y, por entonces, había un anuncio que hablaba del presbiterado y decía: ''Y tú, ¿por qué no?''. Y la verdad que no supe responder por qué yo no».

Guardián del templo

Ya han pasado 28 años desde que se ordenó y tras pasar por las parroquias de San Blas, Carabanchel y Usera, esta última le robó el corazón. Sobre todo, su gente. Entre ellos, un parroquiano de 46 años. Se llama Manuel pero todos le conocen como «El Sevi», porque es sevillano. Ha estado la mitad de su vida en prisión y allí fue donde conoció el infierno de la heroína. Es uno de los guardianes de la parroquia y fue de los primeros en socorrer el templo cuando vio que iba a quedar reducido a cenizas. Aquí salen a relucir, de nuevo, las dos caras del ser humano. Aquella noche, al ver el fuego, salió corriendo a una de las infraviviendas más cercanas para pedir agua antes de la llegada de los Bomberos. Pero se topó con la avaricia del «propietario» de la vivenda, que le cobró cinco euros por poder llenar un cubo de la goma que salía de su parcela. No fue el único contratiempo de la noche. Una vez que los bomberos se retiraron del lugar, «El Sevi» se quedó haciendo guardia porque una de las puertas laterales había sido forzada para entrar a apagar las llamas. «Una furgoneta con gente de Vallecas» irrumpió en el lugar con la intención de llevarse cualquier cosa de valor de su interior. «Querían llevarse el aire acondicionado, al final solo pudieron coger el microondas», explica este «héroe».

Gestos como los de «El Sevi» son los que emocionan a Agustín. «Es que esta iglesia es la casa de todos y por eso él la defendió: es el microondas donde él se calienta el café por la mañana». Con respecto a la avaricia de quienes aprovecharon la desgracia para sacar tajada, él lo ve como algo natural. «Esto es como la sabana. El león se come a la gacela, luego llega el buitre a comer los restos... Es un juego de supervivencia. No es algo injusto: sobreviven, que no es poco».

Agustín agradece la avalancha de solidaridad que ha recibido desde todas las ONG (hasta una docena) que colaboran en proyectos en la Cañada y también de la Diócesis de Madrid (el arzobispo Carlos Osoro fue a dar misa el domingo pasado). Pero lo que más le ha emocionado a este cura es cómo se implicaron y defendieron el templo estos «sintecho». «Solo se han llevado el microondas pero hemos aprendido que esto es nuestro, de todos nosotros y un halo de dignidad ha hecho posible que siga siéndolo», explicaba en un mensaje que se volvió viral. «Se ha quemado la cubierta. Lo demás, el corazón, los sueños, la ilusión, siguen intactos», dice.

Una docena de ONG con Cáritas al frente de todas

Hay muchas organizaciones sociales que prestan ayuda en esta zona tan sensible de la Cañada pero Cáritas Diocesana de Madrid es la que ha impulsado algunas de las iniciativas más interesantes. Desde hace ocho años cuenta con un centro de atención comunitaria en una antigua fábrica de muebles, muy cerca de la iglesia de Santo Domingo. El año pasado más de 160 familias pasaron por él. Aquí tratan de favorecer su inserción laboral y la integración de los menores en los centros educativos. De hecho, trabajan a tres niveles: por un lado, aulas infantiles y Primaria para los más pequeños durante las tardes (les recogen en autobús por la Cañada). Allí tratan de mejorar hábitos de higiene y nutrición, además de fomentar la convivencia y el respeto. Para los que han terminado la educación obligatoria Cáritas ofrece un taller de Formación Profesional de Peluquería y un equipo de fútbol. Y para los adultos (en horario de mañana) hay talleres de alfabetización, informática y habilidades sociales en los que se aprende desde coser hasta interpretar una factura de a luz.