Guardia Civil
El segundo rescate de Pilar
El cabo Ferrón, que salvó a una inmigrante embarazada de morir ahogada, se convertirá a finales de año en tutor de la pequeña. «Mi mayor temor es cuando la niña me pregunte sobre la inmigración. Se lo contaré como un cuento; si no, se asustaría»
El cabo Ferrón, que salvó a una inmigrante embarazada de morir ahogada, se convertirá a finales de año en tutor de la pequeña. «Mi mayor temor es cuando la niña me pregunte sobre la inmigración. Se lo contaré como un cuento; si no, se asustaría»
El 10 de noviembre de 2011 es una fecha que marcó un antes y un después en la vida del cabo Javier González Ferrón y de su mujer Marina. Esa noche, el guardia civil se lanzó a las aguas del puerto para salvar a diez inmigrantes. Entre ellos, Lydie Vanina, una embarazada que había caído al mar. Fue un milagro que pudiéramos salvarla, recuerda el agente, porque «el rescate fue muy complicado por las condiciones que se dieron ese día». Tras el rescate, González Ferrón se fue a casa. No era el primero ni el último que hacía. Ésa es una de sus funciones. Vive en Melilla, y aunque algunas voces pretendan manchar el nombre de la Benemérita cada vez que se producen noticias de oleadas de inmigrantes arriesgando la vida por mar o atravesando la valla intentando pisar suelo español, son ellos los que están ahí, son ellos los que se juegan la vida para tratar de salvar otras.
Pasaron un par de meses desde el rescate, y un día Lydie se presentó en la Comandancia preguntando por el cabo Ferrón. Traía con ella a su pequeña, a la que había llamado Pilar en honor del guardia civil que la había salvado a ella y a su pequeña, ya que Pilar es la patrona de la Benemérita. Ese día «yo no estaba de servicio, por lo que me llamaron a casa y fui para allá, sin saber realmente quién era. Ella se preocupó por conocerme; yo la verdad es que no me acordaba de su cara, pero ella sí; me dijo que cuando abrió los ojos me vio. Cuando vi a Pilar se me partió el corazón», reconoce. «Me sentí muy honrado y muy agradecido porque la llamara así. Porque el rescate fue muy difícil, la Virgen del Pilar se nos apareció, fue un milagro que esa noche saliera todo bien».
Hasta que se fueron a Mondragón (en Guipúzcoa), el cabo Ferrón y su mujer veían a la familia de Lydie con bastante asiduidad. Todas las partes sabían que algo les había unido. Los lazos no se rompieron después, sino que se hicieron, si cabe, más fuertes. «Les consideramos a todos parte de nuestra familia», asegura Javier. De hecho, cada vez que pueden se ven. Se llaman por teléfono. El cabo y su mujer saben que las cosas no son fáciles para esta familia. Tienen tres hijos más en Costa de Marfil, aparte de Pilar, sin embargo, la reunificación familiar está costando demasiado. Necesitan tener nómina con unos determinados ingresos para ello. Y los tiempos que corren no son fáciles. Estos dos últimos veranos el cabo Ferrón y su mujer han estado con Lydie y Pilar. Y en breve darán un paso más. Tal es así que «a finales de año, la niña estará con nosotros. Vamos a ser sus tutores. No queríamos que fuese adopción porque Pilar tiene a sus padres. Y siendo tutores es lo mejor para todos. Se lo propusimos nosotros por la situación económica que tienen, porque nos decían que no tenían dinero para comida, para los libros.... No es fácil para ellos y nosotros queremos ayudar y darle una buena educación a Pilar. Lydie nos dijo que sí. Ellos saben que podrán verla cuando quieran, es su hija. Y aquí en Melilla la niña va a estar bien, la queremos, la vamos a dar buenos estudios...».
A los 39 años, el cabo Ferrón y Marina serán padres o tutores primerizos. Pero a Javier no se le nota nervioso. Tiene un gran apoyo, su mujer, que es además técnica superior en jardín de infancia. «Nos preocupa lo que a cualquier padre, que Pilar se pueda poner mala, que saque buenas notas...».
Tres años y medio y un 30 de pie
La pequeña ha tenido la suerte de nacer y tener a cuatro padres que la quieren. En Melilla ya la están esperando. No sin sus temores comprensibles. «Al principio nuestro mayor temor es que los padres pudieran pensar que fuera cierto eso que dicen algunas personas sobre los agentes. A la Guardia Civil nos meten caña cuando lo que hacemos es intentar salvar vidas. Tratamos de forma exquisita a los inmigrantes. Los que intentan dañarnos diciendo cosas que no son ciertas se preocupan de las pateras o de la valla y no de ayudar en la reunificación familiar cuando la madre está en País Vasco». Pero Lydie sabe de primera mano que no es así. Su vida y la de su hija se deben, en gran parte, a Javier.
De hecho, el mayor temor que tiene hoy el agente «es el día que me pregunte algo de la inmigración. Se lo tendré que contar como un cuento, porque si le cuento la realidad se asustaría». Aunque para eso aún queda tiempo. Pilar, aunque por la altura «parezca que tenga siete años, tiene sólo tres años y medio. Tiene un 30 de pie. Sus padres son muy altos, no como yo que mido 1,70. La madre mide 1,90 y su padre 2 metros. Pilar es muy buena, curiosa, le gusta la playa, jugar, Pepa Pig, pero no es traviesa, nada para la vida que ha llevado».
A Ferrón no le gusta que le llamen héroe. «Llevo 20 años en la Guardia Civil, y para mí todos son héroes, mejores o iguales, pero mi caso tuvo más transcendencia. Por eso me gustaría decirle a aquéllos que nos meten caña es que primero miraran la cara de Pilar. Ella es la Guardia Civil. La Guardia Civil está para salvar vidas. Y evitar que mueran por culpa de las mafias organizadas que sacan dinero incluso por los chalecos salvavidas. Los cobran a 50 euros. Lydie no tenía ese dinero, por eso ese día no lo llevaba». «También me gustaría decir que en los rescates, cuando hay temporal fuerza seis por el que las olas pasan por encima del puerto nuestra vida peligra. Que los que critican vengan primero conmigo en la embarcación o se pongan en medio cuando hay una avalancha o que le pongan la mano en la herida a un inmigrante a pesar de no llevar ningún tipo de protección para que no se desangren como hizo un compañero. Eso es lo que hace la Guardia Civil en Melilla y en Ceuta».
Huir de otra guerra
Ahora que los políticos se muestran preocupados por los refugiados sirios después de la presión ejercida por la opinión pública, hay una cosa que al cabo Ferrón –aunque no lo diga con estas palabras– le duele. «Me gustaría decirles a todos ellos que Lydie y su familia venían huyendo de otra guerra, no de la guerra de Siria, pero sí de otro conflicto bélico. Y respecto a Siria, les diría a los políticos que se pongan las pilas y se vaya allí. Está muriendo gente inocente. Si no se frena, el yihadismo nos va a alcanzar».
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