Jubilación
España, un país de centenarios
Dentro de 50 años, el número de españoles de 100 años o más podría crecer un 1.200%, al pasar de 16.000 a 222.000. Para 2066, el invierno demográfico en nuestro país sería insostenible, según los expertos
El porcentaje de personas de más de 65 años pasará a representar el 34,6 % de la población frente al 18,7 % actual.
Si las cifras de población actualizadas anualmente ya dejan un saldo preocupante, la proyección a 50 años vista es directamente desoladora. El Instituto Nacional de Estadística (INE) presentó ayer sus «Proyecciones de Población 2016-2066». Como su nombre indica, se trata de perspectivas basadas en parámetros actuales. Pero, de seguir la misma línea demográfica que hasta ahora, el escenario al que se enfrenta nuestro país es insostenible. Y, según los expertos consultados, hay que tomarlo sobre todo como una «advertencia», más que como un hecho cierto. Hay que situarse en el año 2066. La población española habrá perdido en torno a 5,4 millones de habitantes. La mayoría de población «perdida» se encuentra en la franja de edad de entre 30 y 49 años, que se reduciría un 40,1% –seis millones menos–, mientras que el mayor incremento se produciría en aquellos con edades comprendidas entre los 55 y 59 años, que sería el más numeroso. Los niños menores de 10 años disminuirían en 1,7 millones, un 35,3% menos. Pero, quizá, el ascenso más espectacular lo obtendría el grupo de centenarios, que pasarían de 16.460 a 222.104, lo que supone una subida de en torno al 1.200%. En realidad, todos los grupos de edad a partir de los 70 años experimentarían un crecimiento de efectivos. ¿Conclusión? España se enfrentaría a un invierno demográfico catastrófico. ¿Conclusión? Toda la estructura social se derrumbaría. De hecho, la tasa de dependencia, el cociente entre la población que está en edad de trabajar y la que no, colapsaría. A día de hoy, la proporción es de 100 a 50 a favor de los primeros. En 2066, sería de 100 a 90. Adiós, pensiones. Adiós, sistema del bienestar.
«Eso es algo que no puede pasar. No podemos imaginar una sociedad así. Antes de que llegáramos a ese punto, llegarían cambios normativos y transformaciones políticas», opina Carmen González Enríquez, investigadora principal del Real Instituto Elcano, donde dirige las áreas de opinión pública y de migraciones. González cree que una proyección, como la del INE, «proyecta, como su nombre indica, hacia 15, 20, 30 años lo que ha ocurrido en los anteriores, teniendo en cuenta la estructura de población presente». Y es que este tipo de análisis «no tienen en cuenta la economía. Esa variable externa es básica para producir uno u otro comportamiento demográfico, sobre todo en dos sentidos: la natalidad, pues en una mejor situación económica las parejas tienen más hijos, o la inmigración, que hemos visto que ha disminuido durante la crisis, y ahora estamos recibiendo más de la que sale». De ahí que los datos del INE haya que tomarlos ante todo como una «advertencia».
Pero, ¿qué llevaría a esta situación casi apocalíptica? Precisamente, la natalidad. O, mejor dicho, su ausencia. Se trata de una de las piezas dentro del círculo vicioso de la demografía. Al nacer en la actualidad menos niños, actualmente también nacen menos niñas que en el futuro serán mujeres en edad fértil, bajando en 3,5 millones dentro de 50 años. Consecuentemente, el número de nacimientos seguiría reduciéndose, un tendencia que lleva produciéndose desde 2009. A día de hoy, en España nacen unos 417.000 niños. Sólo en 2031, se habrían reducido a 335.000, un descenso de casi el 20%. Ya en 2065, pasarían a 294.000, un 30% menos.
Mientras, la población seguiría aumentando de manera progresiva su esperanza de vida. A día de hoy, está en 80,26 años para los hombres y en 85,71 para las mujeres. Dentro de cincuenta años, será de 88,60 años en el caso de los primeros y de 91,64 en lo que respecta a las segundas. Resulta significativo comprobar cómo la esperanza de vida a partir de los 65 aumentará con el tiempo. Pasada esa edad, los hombres vivirían 25,13 años más –en 2016 son 19,08– y las mujeres 28,25 –a día de hoy, son 22,97–.
Ante este panorama, el crecimiento vegetativo, es decir, la diferencia entre nacimientos y defunciones, entraría en «bancarrota». Es cierto que el escenario es imaginario. Pero teniendo en cuenta que España se situó en 2015 en saldo negativo por primera vez en 80 años –retrocediendo así a la época de nuestra Guerra Civil–, es una perspectiva que no puede perderse de vista. Según el INE, la proyección para 2065 es que las defunciones –alrededor de 600.000– prácticamente doblen a los nacimientos –unos 300.000–.
Como explica Alejandro Macarrón, director general de la Fundación Renacimiento Demográfico –www. renacimientodemo-gráfico.org–, «la mortalidad baja en todas las edades. Y la mejora de la esperanza de vida llega en edades avanzadas.
Ante este panorama, ¿cuál sería el escenario dentro de 50 años? «El gasto público en dependencia y en sanidad crecería más que las propias pensiones. No hay que olvidar que la principal causa de fallecimiento es el cáncer. Y los políticos pueden congelar las pensiones, pero no el gasto sanitario», explica Macarrón. Las cuentas no saldrían: «Habría que gastar más en gente mayor que, a la vez, produce menos». Por ello, habría que replantearse todas las políticas sociales. «La edad de jubilación no sería ni a los 65 ni a los 67 años», afirma González Enríquez.
Por si fuera poco, se desvalorizarían las propiedades. Como afirma Macarrón, los carteles de «se vende» en las fachadas de las viviendas constituirían una imagen recurrente. Y es que, algunos estudios sostienen que, debido al envejecimiento poblacional, el valor medio de las propiedades perdería el 75% de su valor. «Éso es bueno para los compradores. Lo que ocurre es que habrá pocos. Sobrarán casas, pero faltarán compradores», dice. Y, al fin y al cabo, «un país es la suma de la riqueza de la gente».
Tampoco habría que perder de vista las «consecuencias afectivas». Las familias se reducirían al máximo, edificios medio vacíos... «Un efecto parecido al que han sufrido algunos pueblos, que hoy están prácticamente desiertos», compara el experto. No en vano, el INE también presentó ayer su «Proyección de Hogares 2016-2031», que pronostica que el parque de hogares unipersonales crecerá un 19,8% en los próximos 15 años en nuestro país –hasta los 5,5 millones de domicilios–, pero, a su vez, casi un tercio de ellas –el 28,6– tendrá un solo ocupante. «Ya ocurre, porque los políticos prometen en periodo electoral inversión en sanidad y en dependencia, un aspecto, este último, que quita recursos a la economía productiva. Pero, de cumplirse la previsión, entraremos de lleno en una gerontocracia: la democracia se convierte en el Gobierno de los jubilados», afirma Macarrón.
¿Soluciones para evitar este caos? Los expertos coinciden: todo pasa por fomentar la natalidad. «En Francia lo han hecho. Y es un país natalista. Han hecho anuncios, campañas de concienciación... Y, en ese sentido, ha crecido más que ningún otro país europeo», afirma Macarrón. El experto asegura que «la inmigración es parte de la solución, pero tiene sus riesgos. Si llegan inmigrantes con 35 años también envejecen, tendrán que cobrar su pensión...».
«Debe atraerse inmigración cualificada, que ocupe puestos de alta productividad», opina González Enríquez. Y es que, con «rejuvenecer» a la población no es suficiente. «El ejemplo negativo es lo que ocurre en Melilla. Es la zona del país que más va a crecer en número total en lo que respecta a población. Y ahora mismo, ya es la más joven de todas las regiones españolas, pero a la vez es la que cuenta con una tasa de paro muy superior a la media», argumenta. «Esto nos indica que no basta con tener población joven. Tiene que ocupar puestos productivos, con salarios altos. Si no, no habrá cotizaciones altas en la seguridad social», concluye. Puede que la proyección del INE se quede en eso, en una proyección. Pero si sigue rigiendo el «cortoplacismo» en las medidas a adoptar, dentro de 50 años será muy tarde para actuar.
Previsiblemente, España alcanzará en 2016 la cifra de 343.614 inmigrantes, mientras que unos 330.675 ciudadanos autóctonos abandonarían el país rumbo al extranjero. Así, el saldo migratorio sería positivo. Sin embargo, ¿cómo incidiría en este saldo si el flujo inmigratorio, prácticamente imposible de predecir, permaneciera constante? Según el INE, la emigración iría descendiendo paulatinamente, pasando de los 330.675 a los 263.165 en 2065. Para Carmen González Enríquez, «el descenso de salida de emigrantes ya se había visto en los últimos datos del INE. Buena parte de la emigración, no nacida en España, ha regresado a su país de origen. Y jóvenes autóctonos salieron del país, muchos de ellos buscando oportunidades laborales fuera. Ese fenómeno es el que está disminuyendo», afirma. Y es que «muchos han comprobado que no era tan fácil establecerse fuera como parecía y porque se ha producido cierta saturación en otros mercados de trabajo, como en Alemania. Además, las oportunidades laborales están mejorando, aunque mucho menos de lo que desearíamos».
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