Cáncer

Madres a pesar del cáncer

Celia Badolate, la importancia del apoyo familiar
Celia Badolate, la importancia del apoyo familiarlarazon

La palabra cáncer asusta, y más cuando estás embarazada y sólo estás pensando en lo mejor para tu hijo. «De primeras, se te cae el mundo y esperas que no te hagan escoger entre tu hijo o tú». Celia Badolate lo sabe bien, esperaba su tercer hijo, Mateo, cuando acudió a su ginecóloga aquejada de un dolor en la axila, cerca de la mama. Estaba en la semana 21 de embarazo cuando, tras una ecografía, le detectaron un tumor y a Celia le asaltó esa horrible duda que, al final, se disipó: «En seguida me dijeron que podía seguir adelante con el embarazo porque me iban a dar un tipo de quimioterapia que no dañaría al feto». Y así prosiguió con su estado de buena esperanza con una mezcla de sensaciones, ya que «no sabía diferenciar si algunos de los síntomas, como el cansancio, eran producto de la quimio o del embarazo». Hoy celebra el Día de la Madre junto a sus tres hijos.

El caso de Celia es una excepción dentro de las pocas probabilidades que existen de que a una mujer embarazada la detecten un tumor cancerígeno. «A pesar de que se dan pocos casos, es cierto que cada vez es más frecuente que el tumor de mama se diagnostique durante la gestación porque los cambios que se producen en el pecho pueden facilitar su crecimiento. Además, otro factor importante a tener en cuenta es que los cánceres cada vez surgen a edades más tempranas», explica Sonsoles Alonso, del Servicio de Ginecología Oncológica de MD Anderson Cancer Center Madrid. «Los cambios en los hábitos de vida y el retraso de la maternidad –prosigue– son dos de los muchos motivos por los que se detectan en mujeres más jóvenes que aún no han tenido hijos o que están embarazadas». A Angélica Sánchez le detectaron el cáncer de mama con 32 años «cuando estaba embarazada de Diego. Un par de años antes ya me había notado un bultito en el pecho, pero pensaba que podría ser un quiste. Es más, en el hospital al que acudía pensaban que podía ser algo hormonal. Tras mucho insistir, cuando ya superaba los tres meses de gestación, me hicieron una ecografía y una punción. No sé por qué tenía la sensación de que los resultados no iban a ser buenos». Y acertó. Tenía un cáncer de grado tres, para el que «no me plantearon, de primeras, una cirugía». Al igual que en el caso de Celia, también optaron por un tratamiento con quimioterapia, eso sí, siempre utilizando medicamentos muy controlados. «Que saben que no pueden dañar al feto», afirma Alonso. Durante los seis meses que duró la terapia, «mi familia siempre me acompañó. Es más, guardo alguna anécdota, como cuando en la cuarta sesión se me empezó a caer el pelo y me di cuenta de que era el momento de raparme. Mi marido me empezó a llamar la «teniente O'Neil». Mi madre y mi hermana me compraron un montón de pañuelos de distintos colores y me veía muy bien», recuerda risueña. Y es que el papel que representó Demi Moore en la gran pantalla no va tan desencaminado con la vida de Angélica, que es policía. La caída del cabello también marcó un antes y un después en la vida de Celia. Al contrario que Angélica, ella ya tenía a Nicolás y Elena, sus dos primeros hijos de cinco y tres años, en aquel momento y «que me quedara sin pelo es lo que más les impactó de mi enfermedad porque hasta el momento no habían notado nada. Por suerte no tuve vómitos ni otras consecuencias de la quimio». Temía cuál podría ser la reacción de sus hijos cuando, después de raparse, volvía a casa con su marido y una peluca: «Mi hijo no dejaba de mirarme y en seguida me dijo: ''Estás guapísima, mamá''». Esas palabras le tranquilizaron mucho. Sobre todo porque Celia, ante todo, quería anticiparse a lo que podían pensar sus hijos y, «mientras veían unos dibujos de «Caillou» (es calvo) ya les había explicado que se me iba a caer el cabello». Eso sí, en alguna ocasión «pasó por mi cabeza la posibilidad de que Mateo saliera calvito. Pero no», recuerda con una sonrisa.

Tanto Angélica como Celia temían que el tratamiento perjudicara su fertilidad porque, como explica la doctora, «cualquier tumor puede afectar porque la quimio destruye las células que tienen capacidad de multiplicarse y esta particularidad la comparten con las germinales». Además, la maternidad peligra aún más si el tumor se localiza en alguno de los órganos del aparato reproductor femenino como el útero, los ovarios y el cérvix (cuello del útero). El de mama también formaría parte de este conjunto. Depende del estadio del tumor, el abordaje varía, pero para los que se detectan en las primeras fases se puede apostar por una alternativa quirúrgica: «En nuestro centro estamos creando una unidad de preservación de la fertilidad para casos seleccionados en los que se puede hacer una cirugía conservadora. Por ejemplo, si se detecta un caso de cáncer de ovario en fase 1A, podemos optar por retirarle un ovario, pero conservarle el otro para que la mujer conserve su fertilidad lo mismo ocurre con tumores de cérvix en los que se preserva el útero y los ovarios». Pero es cierto que hay algunos casos en los que se localizan los tumores en fases muy avanzadas o cuyos tratamientos perjudican la fertilidad de la madre, como en algunas leucemias, y «en los centros de reproducción asistida te dan la posibilidad de preservar tus ovocitos para que, una vez superado el tratamiento, puedas cumplir con tu deseo de ser madre», añade Alonso.

Y es que, como claramente insiste la doctora, «tener que elegir entre tu hijo o tú es un mito porque si se acude a un buen especialista en ginecología oncológica y te prescriben los quimioterápicos adecuados, se puede seguir adelante, a no ser que sea un caso muy excepcional».

Angélica es un ejemplo de que la quimioterapia no termina con la fertilidad. Después de dar a luz a Diego, de someterse a una mastectomía total y de la quimio, volvió a quedarse encinta. Martina era una embarazo de riesgo, pero terminó siendo un regalo.