Cáncer
Mamagram: Retrato de mi cáncer
A Lidia le dijeron que tenía un tumor en el pecho el día de su cumpleaños. Un mes más tarde decidió contar en su perfil de Instagram su lucha con una foto de su evolución. Así conoció a «las chicas», otras compañeras de batalla, con las que comparte cada alegría y cada pena.
A Lidia le dijeron que tenía un tumor en el pecho el día de su cumpleaños. Un mes más tarde decidió contar en su perfil de Instagram su lucha con una foto de su evolución. Así conoció a «las chicas», otras compañeras de batalla, con las que comparte cada alegría y cada pena.
«Lo que no te mata, te hace implacable». Hace sólo un año, Lidia Pérez trabajaba en su estudio de fotografía. Llevaba la vida que se le espera a una joven de 29 años con ganas de comerse el mundo. Sólo dos meses después, daría un giro de 180 grados. «Me toqué el pecho mientras me duchaba y resultó ser cáncer», dice con mucha naturalidad. No le dieron opción a un tratamiento previo a la operación. El 20 de diciembre, justo el día de su cumpleaños, le dieron la noticia y, dos días después, «me regalaron una operación».
Para esta joven de Jumilla (Murcia), «quitarme el pecho no fue algo traumático. Es más, lo viví como una cosa buena. Me quité la piedra que obstaculizaba mi camino». Esta última frase es la que le dijo la enfermera nada más despertar. Para aceptar su nuevo físico, «hice y hago mucho ejercicio delante del espejo». Y bromea: «Tenía una buena mama».
Ella tenía claro que el cáncer no iba a minar su fortaleza. «Me daba miedo hacerlo público, temía el rechazo, pero empecé a ver en Instagram que otras chicas que pasaban por el mismo proceso subían sus imágenes y decidí empezar a hacerlo a modo de diario, pero terminó siendo una forma de autoayuda». El 20 de enero subió su primera foto. Ella aún no lo sabía, pero ese sería el inicio de «MamaGram», un grupo que han conformado una decena de chicas que les da apoyo, les hace más fuertes. El grupo lo abrieron el pasado mes de junio, pero en Instagram fueron encontrando sus afinidades, detectando las flaquezas de cada una para estar ahí en cada momento.
Mientras encontraba el apoyo de «mis chicas», como las llama Lidia, ella decidió volver a su estudio «FotografiArte» y mostrar con su cámara cómo su cuerpo y sus emociones iban cambiando con cada paso que daba contra la enfermedad.
La primera de la serie la dedicó a sus cicatrices. «De pequeña era tan buena que jamás tuve que ir al médico a que me dieran puntos. Ahora me miro en el espejo y, a veces, me pregunto en silencio: ¿soy yo? No me reconozco». Estas son las sensaciones que experimentó en ese mes, pero añade: «Dentro de la flaqueza, he sido fuerte».
«Viva la vida» de Coldplay se ha convertido en su canción de cabecera. Irónico. Pero es la melodía que sonaba cuando recibió su primera sesión de quimioterapia. «Sin darme cuenta se ha convertido en parte de mí y cuando la escucho no puedo evitar sonreír y llorar, pero de alegría. Estoy viva».
La música también jugó un papel importante en el momento en que decidió raparse la cabeza. «Empecé a hacerlo yo sola y se fue sumando mi pareja y mi familia. Todos participaron», recuerda. Y es que son ellos, sus padres, su hermana y su novia los que le han dado toda la fuerza que ha ido atesorando. «Sin ellos y sin mis amigos no lo habría conseguido», dice agradecida.
Tras dar esos primeros pasos, y a medida que se iba acercando el verano, intentó ir rompiendo con los estereotipos. «¿Hay algo más bello que la propia vida?», se preguntaba. «Sabía que tenía que caminar con la cabeza bien alta, llena de orgullo por ver hasta dónde estás dispuesta a llegar».
En agosto terminaron las sesiones de quimio «y, con ellas, un sin fin de miedos porque tuve muchos momentos de querer tirar la toalla y, otras tantas, me armaba de valor para inyectarme superpoderes». Una gran victoria.
Con la llegada de octubre, Lidia sólo grita cinco palabras: «¡Cáncer, te voy ganando!». «Tan sólo puedo darte las gracias por haberme hecho descubrir lo fuerte que me siento cada vez que voy un paso por delante de ti». Y es que en este mes también termina con otra parte importante del proceso: la radioterapia. Ya sólo le quedan noviembre y diciembre para terminar su anuario. Sabe que las imágenes no van a quedar sólo en su perfil de Instagram: «Quería hacer una exposición con ellas, y así, ayudar a otras chicas y chicos».
Prefiere no ponerse metas a largo plazo, pero si la preguntan dónde se ve en una década, dice, sin duda, que «junto a mis grandes apoyos: mi familia, que son mis sacos de boxeo». Ellos son los que le ayudan a darle derechazos a la enfermedad.
Las redes sociales también se han convertido en el gran aliado de este grupo de luchadoras. «Existe una conexión que sólo nosotras, compañeras de batalla, podemos entender», afirma Miriam. «Reímos, compartimos miedos, dudas, locuras...», dice Laura. «Muchas conectamos, en el sentido más amplio de la palabra», subraya Silvia. «Es como una terapia de grupo 24 horas», cuenta Nuria. «¡Que viva la familia virtual!», proclama Verónica. Ellas, y muchas más, conforman «MamaGram».
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