Acoso sexual

Manada militar: «El sargento me empezó a acariciar la pierna y otro el muslo»

«Me decían groserías, querían tocarme...“Es que no veas como vienes”...Sólo recuerdo que la habitación estaba oscura y un hombre me movía y me susurraba cosas; había otro con una respiración muy fuerte», explica la soldado que denuncia haber sido violada por sus compañeros.

El local de copas de Bobadilla (Málaga) al que la soldado acudió junto con sus compañeros a tomar unas copas tras el acto de la Patrona
El local de copas de Bobadilla (Málaga) al que la soldado acudió junto con sus compañeros a tomar unas copas tras el acto de la Patronalarazon

«Me decían groserías, querían tocarme...“Es que no veas como vienes”...Sólo recuerdo que la habitación estaba oscura y un hombre me movía y me susurraba cosas; había otro con una respiración muy fuerte», explica la soldado que denuncia haber sido violada por sus compañeros.

Era la hora de comer cuando María (nombre ficticio) entró en la comisaría de policía de Antequera (Málaga) dispuesta a presentar la denuncia. Su entorno explica que durante unas horas dudó en dar el paso. Tenía miedo a las consecuencias de su decisión: la vergüenza, sentirse señalada, enfrentarse quizá al Ejército donde la figura masculina predomina, la preocupación por cómo recibirían sus conocidos la noticia y la avalancha mediática que intuía se le vendría encima. En la balanza, sin embargo, pesó más la rabia de sentirse ultrajada y su carácter luchador. Ese que le hizo pelear por su sueño: ser soldado de profesión.

LA RAZÓN ha tenido acceso a las tres denuncias que la joven presentó entre diciembre y enero en la comisaría, aportando cada vez nuevos datos según su memoria iba despejándose de la niebla en la que la sumió la droga que le suministraron aquella noche. Este periódico también tiene en su poder el escrito que envió a sus superiores jerárquicos con los pormenores de lo ocurrido. Fruto de la suma de todos estos documentos se compone el siguiente relato: «Expongo que, el día 10 de diciembre del presente año, tras el acto de la celebración de la Patrona del Ejército del Aire, sobre las 16:00 horas algunos compañeros del acuartelamiento nos trasladamos al bar Gabbana en Bobadilla Estación para continuar el festejo. Alrededor de las 21:00 las compañeras con las que más relación tengo tuvieron que marcharse y me quedé con otros compañeros. Un amigo cabo me dijo que no me preocupara porque él se quedaba conmigo y luego me llevaría al cuartel que era donde me iba a quedar a dormir esa noche». María cuenta que, en un momento dado, se va al baño y deja su cerveza sobre la barra que, en teoría, custodiaron otro cabo distinto y un sargento. «Sobre las 23:00 horas mientras tapeaba recuerdo una cerveza especialmente amarga. Un rato más tarde, hablaba con compañeros del cuartel y en un momento dado, me sentí muy incómoda, con ganas de llorar por el comportamiento de ellos hacia mí, tocándome y diciéndome groserías. El sargento fue el que se acercó más de lo debido y me empezó a acariciar la pierna. En ese momento noté otra mano que me tocaba el muslo por detrás. Di un manotazo para quitármelas de encima. Otros dos se me acercaron y empezaron a susurrarme al oído: “Es que no veas como vienes”. Me sentí como un trozo de carne. A dos les vi la cara, pero no logro saber quiénes eran porque mis recuerdos son todavía confusos. Creo que en ese momento ya me habían drogado». El compañero que había prometido llevarla al cuartel a dormir terminó en ese momento de fumar un cigarrillo en la calle y entró al bar. Su presencia hizo que los acosadores se escurrieran como si nada hubiera pasado.

«A partir de las 00:00 no recuerdo absolutamente nada», recupera el relato María. «No sé ni cómo acabé en el dormitorio. En medio de la noche, mientras dormía, me desperté con ganas de ir al baño. Me sentí desubicada y desorientada. De hecho, necesité un largo tiempo para salir de la habitación y si digo la verdad, tampoco recuerdo cómo regresé. Sí sé que me sorprendió que llevaba las medias puestas debajo del pijama y me las quité. A la mañana siguiente a las 10:00 abrí los ojos y me encontré acostada preguntándome qué había sucedido. Se acercaron dos de mis compañeros, una soldado mujer y el cabo que me había prometido traerme de vuelta al cuartel. Querían saber cómo me encontraba. Hablando sobre la noche anterior los tres llegamos a la conclusión de que pudieron drogarme porque estaba bien y de golpe no podía sostenerme en pie ni yo recordaba nada. Mi amigo el cabo me ofreció un test de drogas por orina (caducado) para solventar las dudas. Dio positivo únicamente en barbitúricos. Durante el día estuve muy confundida y con fuerte dolor de cabeza.

Alrededor de las 17:00 horas me encontré al cabo al que dejé solo con la cerveza en el bar. Me hizo referencia a mi mal aspecto insinuando que me pasé con las copas. Le respondí que estaba equivocado, pues no bebí tanto y además di positivo en un test de drogas. Él le quitó importancia y me dijo que la próxima vez vigilara mi vaso. Ahí me vino a la cabeza sus repetidas bromas durante las guardias, diciéndome que algún día me tendría que drogar para aprovecharse de mí. Siempre ha intentado ligar conmigo».

«Narcotizada»

El abogado de la joven, Javier Rincón, afirma en uno de sus escritos que María pudo ser «narcotizada con una posterior agresión sexual múltiple». Y no va desencaminado ya que la Policía científica ha acreditado que en las medias de la joven se han encontrado restos de semen. Por eso se ha tomado muestras a los nueve varones que aquella noche pernoctaron en el cuartel. Todos han sido interrogados y ninguno ha confesado el delito, ni tampoco una explicación «inocente» para la presencia de los restos biológicos en los pantys de María.

Los resultados señalarán a los dueños de la mancha incriminatoria. También se está a la espera del resultado del análisis de un cabello de la joven que pueda determinar si le suministraron escopolamina, más conocida popularmente como burundanga, o alguna otra droga que pueda provocar la amnesia.

Mientras, la joven soldado va rememorando más datos sobre lo ocurrido: «Recuerdo que la habitación estaba oscura y que había un hombre de tez morena que me movía mientras me cogía de un brazo y me susurraba cosas al oido, pero no logro ponerle cara ni saber qué decía. También me viene otro hombre diferente. Estaba en mi costado izquierdo con una respiración muy fuerte. Era muy desagradable. Quizá por eso tengo un moratón en el pecho izquierdo y una inflamación en el labio superior. Este era más grande que el primero», explica la joven.