Sociedad
«Siempre soñé con ser española»
Simona Jalfon, de 80 años, se ha convertido en la primera sefardí en obtener la nacionalidad
Su hijo pasó cinco años investigando a los ancestros y se remontó hasta la etapa de la Inquisición. Al final, el esfuerzo valió la pena y logro acreditar el origen español de Simona.
¿Qué primeros recuerdos guarda de España? De pequeñita, para que me durmiera, mi madre o mis abuelas me cantaban los romances antiguos de la época de «Sefarad», como ellas decían. También solíamos pasar las vacaciones de verano en Lanjarón o en Málaga. Para la Pascua Judía, teníamos la costumbre, de más de 500 años, de la época de Isabel la Católica, de cantar la «Hagada», que es la historia que conmemora la salida del pueblo judío de la esclavitud de Egipto, guiados por Moisés.
Cada recuerdo de Simona Jalfon, de 80 años, nacida en Tetuán y residente en París, está teñido de nostalgia hacia un país al que, hasta ahora, no pertenecía. Desde el 4 de abril presume de nueva nacionalidad. Y no es para menos: es la primera sefardí que ha obtenido el pasaporte español gracias a la Ley de Concesión de Nacionalidad a los Sefardíes originarios de España, aprobada por el Ministerio de Justicia en junio de 2015. El texto supuso la reparación de toda una deuda histórica: otorgar la nacionalidad española a los descendientes de aquellos judíos asentados en la Península Ibérica –los sefardíes– que fueron expulsados por los Reyes Católicos en 1492. Algunos fueron a Egipto... y otros, como los antepasados de Simona, recalaron en Marruecos. Los sefardíes mantuvieron las costumbres de sus ancestros, entre ellas, el uso del español.
El Gobierno pedía dos condiciones: documentar la condición de sefardí y acreditar una «especial vinculación con España». Dos pruebas superadas por Simona con nota gracias también a su hijo, Daniel. «Si no fuera por ti, no lo hubiese hecho», suele decirle. Más de 1.600 personas han hecho los mismos trámites que ella, y alrededor de 550 ya han enviado la documentación requerida al portal web habilitado para los requirientes. «Siempre soñé con tener la nacionalidad española como la tuvieron mis lejanos antepasados. Pero era difícil porque la antigua ley imponía residir en España un tiempo determinado. Con la nueva ley, el hecho de no vivir allí deja de ser un obstáculo y mi sueño podía hacerse realidad», afirma Simona
Daniel Jalfon, de 51 años, padre de dos hijos y también residente en París, relata que Simona nació en la ciudad marroquí de Tetuán en 1935, cuando estaba bajo el protectorado español. Cuando se casó, se trasladó a Casablanca, donde nació Daniel. «La nacionalidad que le correspondía a su cultura era la española. Mis abuelos seguían hablando español, mi madre también... ¿Ha visto la serie “El tiempo entre costuras”? Ella se identificaba mucho con ella. Entre otras cosas, narra el momento de la sublevación de Franco en Marruecos», dice. Al quedarse viuda, se fue a vivir a París para estar cerca de su hijo y sus otras hijas.
A pesar de vivir en París, Simona tiene por costumbre ver la televisión española. Y en junio se enteró de la noticia: el Gobierno aprobaba una ley por la que podía optar a nuestra nacionalidad. Daniel ya era aficionado a indagar sobre los orígenes de la familia, pero sólo «por gusto». Tras la noticia, fue tirando del hilo. Consultó en el Beit Hatfutsot -el museo de la Diáspora que está en la ciudad de Tel Aviv- y descubrió que su apellido, Jalfon, aparece por primera vez en la ciudad de Córdoba, y que pertenecía a un rabino que se llamaba Isaac ben Saùl ben Jalfon. También encontró ese apellido en internet, en una lista de judios ajusticiados en la hoguera por la Inquisición española. Del mismo modo, dio con la «ketubah» de sus abuelos; es decir, el certificado matrimonial de los sefardíes que seguía las tradiciones del reino de Castilla. En total, fueron unos cinco años de indagaciones. «Mi hijo se empeñó en cumplir mi deseo. Se ocupó de todos los trámites», subraya su madre.
Y, por supuesto, llegó el momento del examen para demostrar su nexo con España. Lo realizó en el Instituto Cervantes de París. Primero, una prueba de lengua. «Fue facilísimo. Y la noche anterior dormí sin problemas», dice Simona. ¿El resultado? Un sobresaliente 95 sobre 100. «Siempre fue una buena alumna», apunta Daniel. Después, el examen de cultura española... que fue más complicado. «Fue un poco más difícil. Tuve que “tragarme” 300 preguntas, pero creo que salí airosa», confiesa. Las preguntas: ¿Cuántos diputados tiene cada región en el Parlamento? ¿Cuáles son los poderes ejecutivos? ¿Cuáles son las lenguas oficiales de España? ¿El resultado? «Apto». «En este caso no dan nota, sólo dicen “apto” o “no apto”. Mi madre quería saber qué nota había tenido, pero no había manera», dice su hijo.
Por supuesto, Simona conservará también su nacionalidad marroquí. Pero la próxima vez que venga a nuestro país, lo hará también como ciudadana española. Ya conoce bien, tanto la Península como las islas. «Conozco toda Andalucía, parte de Galicia y Asturias, Madrid, Toledo, Burgos, San Sebastián, Barcelona, la costa levantina, Baleares, Canarias...». La obtención del pasaporte en realidad es sólo un trámite. «Creo que, de una forma u otra, siempre me he sentido vinculada con España».
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