París

Tecnologías contra el extremismo

Desde una cuenta de Twitter, los activistas de Anonymous tratan de luchar contra los terroristas del Estado Islámico.
Desde una cuenta de Twitter, los activistas de Anonymous tratan de luchar contra los terroristas del Estado Islámico.larazon

Al igual que los violentos usan la red para difundir sus mensajes, «hackers», programas y aplicaciones los combaten.

Si los inspectores de Hacienda utilizan las redes sociales para combatir el fraude fiscal no es extraño que se recurra a la tecnología para enfrentarse al extremismo. Los fundamentalistas de la violencia como los miembros del Estado Islámico (EI) de Irak y Siria se han vuelto cada vez más sofisticados en su capacidad para crear densas redes de apoyo global a su causa. Interconexiones que les permiten eludir gobiernos y controles y los transforman en una fuerza elusiva a la que es muy difícil enfrentarse.

Ante este escenario los esfuerzos deben llegar de todos los sectores. Teniendo esto en cuenta, Obama se ha reunido esta semana en la Cumbre de Oposición al Extremismo Violento (al que acudieron Google, Facebook y Twitter, entre otras empresas) donde ha destacado el importante papel de las empresas tecnológicas en el conflicto. Y es que la tecnología se ha convertido en el arma más poderosa de los terroristas por un motivo puntual: saben cómo usarla.

Por ejemplo. El EI había desarrollado una app llamada Fajer Al Bashaer (Atardecer de los Buenos Augurios) que mantiene informados a todos los usuarios de las actividades en Siria del EI al instante (obviamente ya no está disponible). Tienen cuentas que aparecen y desaparecen en Twitter, Facebook, Ask.fm, SoundCloud o Instagram, sólo para nombrar algunas. Y las usan de un modo sumamente efectivo. Se aprovechan de hashtags populares (como el ébola o la Final del Mundial de Fútbol), para hacer circular sus mensajes y así lograr, como ocurrió unos meses atrás, que quienes les apoyan envíen unos 40.000 tweets. También aprovechan las horas de mayor actividad para buscar que sus palabras se conviertan en «trending topic».

Pero no se limitan a las redes sociales. También son capaces de crear videojuegos de simulación con una clara ideología.

¿Cómo se combate contra esto? Desde lo privado ya existen diferentes iniciativas. Por ejemplo Anonymous, a través de su cuenta de Twitter Operation Ice ISIS busca bloquear todas las acciones en la red del EI, cancelando cuentas, borrando archivos, etc. Desde sus tiendas de apps, las principales proveedoras se niegan a difundir cualquiera aplicación que tenga relación con el extremismo. Todo ello también tiene consecuencias: cuando las cuentas de Twitter del EI se cerraron el año pasado, uno de sus seguidores propuso asesinar a los empleados de esta red social. Sabiendo lo ocurrido en París, Sídney o Copenhague, este tipo de amenazas resulta escalofriante.

Al mismo tiempo, resulta un poco ingenuo luchar contra este tipo de actividad fanática creando seminarios para canalizar adecuadamente las ansias de violencia de un sector de la población, como propuso la organización Red Contra el Extremismo Violento.

La respuesta tecnológica contra el terrorismo debe utilizar las mismas herramientas a las que recurre el EI. Si ellos se suscriben a una red virtual privada (VPN) para enviar sus mensajes y conservar su anonimato, se podría desarrollar una alerta del uso de estas redes para poder identificar al menos la procedencia y destino de los mensajes. Y si bien no se podrían desencriptar los mismos, sí sería posible saturar el sistema cuando se compruebe que tienen los mismos emisores o recurren a los mismos canales que anteriormente utilizó el EI.

Los extremistas también recurren a un buscador conocido como TOR (The Onion Router) que, al contrario de Google, Firefox, Explorer o Safari, enmascara las comunicaciones. Para evitar esto Obama ha lanzado un fondo de, por ahora, cinco millones de dólares, con el cual planea seducir a pequeñas «start-ups» que busquen introducirse en un mercado que no resulta tentador para las grandes firmas, el de la lucha contra el terrorismo. Pero desde un sitio nada convencional. El objetivo, explicado en la cumbre, es abordar desde lo tecnológico la comunicación con los 500 millones de musulmanes jóvenes que están experimentando cambios políticos, culturales y socioeconómicos radicales, valga la redundancia. Para ello, Affinis Labs, una consultora internacional fundada por expertos de Silicon Valley, ha creado un centro donde todos los interesados en crear apps contra el terrorismo puedan desarrollar sus proyectos. Para ello se van a crear una serie de «hackatones» (reuniones de programadores que colaboran para desarrollar un nuevo software o apps) en todo el mundo.

¿Por qué la empresa privada debería introducirse en esta lucha? Porque son mucho más ágiles en sus recursos y más creativas en su visión de los problemas que los gobiernos. Son más flexibles y precisan menos recursos para producir un resultado. Al igual que el EI. Entre los desarrollos actuales ya se están gestando apps que evitan la censura informativa de ciertos países, algo que permite formarse una opinión propia y evita el adoctrinamiento. Otras facilitan subir vídeos cuando el acceso a la red resulta imposible, una iniciativa que da voz a los que pocas veces la tienen. También se están gestando programas informáticos con reconocimientos de imágenes tan sofisticados que identifican actos de violencia y los bloquean o borran, no sin antes avisar de su procedencia.

También, en la lucha contra el fanatismo violento, la prevención es vital. El objetivo es evitar que más y más jóvenes vean estas actividades como una forma de pertenencia. Así, otras de las ideas que se están desarrollando, es la de generar una red de intercambio entre programadores y creativos de diferentes países para solucionar problemas locales muy puntuales: falta de energía en un pueblo, difícil acceso al agua, la escasez de equipamiento médico o escolar. Si la participación en grupos violentos busca combatir lo que ciertos líderes consideran una desigualdad o una injusticia, dándole a los más jóvenes las herramientas para repararlas, a través de aquello con lo que están más familiarizados, como la tecnología, puede ser también una estrategia para apartarlos de la violencia