Feria de Málaga

El gran susto de Joselito Adame en tarde imposible

El mexicano sufrió una espeluznante cogida en el deslucido espectáculo de la tercera de la Feria de Otoño

Instante en el que el segundo atraviesa la chaquetilla de Joselito Adame y lo zarandea con violencia
Instante en el que el segundo atraviesa la chaquetilla de Joselito Adame y lo zarandea con violencialarazon

Las Ventas (Madrid). Tercera de la Feria de Otoño. Se lidiaron toros de El Puerto de San Lorenzo y dos de La Ventana de El Puerto (2º, 4º), grandones y muy serios. El 1º, manso, muy noble, humilla mucho por el izquierdo y con el fuelle justo; el 2º, complicado y sin entrega; el 3º, manejable; el 4º, movilidad sin acabar de entregarse; el 5º, manejable y soso; y el 6º, deslucido y sin humillar. Casi lleno.

Alberto Aguilar, de teja y oro, buena estocada, aviso (saludos); pinchazo, estocada corta, aviso (silencio); buena estocada (silencio). Joselito Adame, de rioja y oro, estocada, herido (saludos). Jiménez Fortes, de caña y oro, buena estocada, aviso (silencio); estocada trasera (silencio).

Parte médico de Joselito Adame: «Contusión con erosión en el tobillo izquierdo con fractura del peroné de esa misma pierna; ligera conmoción cerebral, así como contusiones y erosiones múltiples». Pronóstico «reservado».

Ocurre tantas veces el milagro que acabamos casi por verlo con demoledora indiferencia. El segundo toro de ayer dijo muy pronto que lo suyo no iba a ser la claridad en la embestida. Se lo demostró a Adame una y otra vez. Otra y otra más tragó el torero mexicano. Sudaría lo suyo. No nos enterábamos arriba por más que cada arrancada fuera una incógnita que se desvelaba en un segundo para empezar la siguiente. Era una moneda al aire, una caída al vacío y ni tan siquiera estaba asegurado el premio porque no era un toro que recompensara el esfuerzo. Ya al final la mirada del toro dio el paso siguiente y cazó al torero. Y de qué manera. Cogida brutal. Un trapo fue Adame en los astifinos pitones del toro con una fuerza vandálica. Le atravesó la chaquetilla por la espalda, lo estampó contra el suelo, un muñeco de trapo, un muñeco de carne y hueso. A cualquiera (o casi) de los que estamos arriba nos dan la mitad y no nos reponemos en mes y medio sólo por el impacto. A Joselito salieron a socorrerle sus compañeros, se levantó y siguió como si nada en décimas de segundo. Apenas se tenía en pie. Ni un chorro de agua por la nuca para reencontrarse. Nadie le dio importancia. Tampoco en el tendido tuvo repercusión y lo que estaba haciendo ese hombre era heroico. Esto no ocurre, ya no en la vida normal, piénsenlo, tampoco en los deportistas de élite. Este espectáculo, anclado en el pasado, bla bla bla, mantiene vivos unos valores fuera de época y desde luego mantenerse en el ruedo a pesar de tener el cuerpo roto lo es. El mexicano siguió, deambulando y desnortado por el ruedo, ese ruedo de Madrid, el anhelado, el maldito, maltrecho el cuerpo y torero el corazón hasta que cogió la espada. Quién sabe lo que tendrán dentro para irse detrás del acero, frente a frente de los pitones, ese encontronazo fatal y a ciegas, que resolvió con una estocada al primer envite. No hay mente cabal que le cuadren los números. Y saludó su ovación y por su propio pie se fue a la enfermería. Para sorpresa de muchos no volvió. No pudo. Imposible. Joselito Adame llegó a las sabias manos de don Máximo con conmoción cerebral y un tobillo, entre otras cosas, afectado. De otro planeta.

No fue tarde fácil ni agradable la de ayer, sobre todo porque lo que ocurría en el ruedo no llegaba al tendido. Parecía como si hubiera un silenciador. Una grisura terrible dominó el espectáculo y una corrida grandona y nada fácil de El Puerto de San Lorenzo y La Ventana.

Alberto Aguilar se quedó con tres toros. Se lo hizo perfecto al manso y noble primero, que humilló por el izquierdo. Pero a pesar de ello le costó trascender. También con ese cuarto, que tuvo movilidad, se desplazaba aunque otra cosa fue la entrega. olvídense con el deslucido sexto. Fortes probó todas las teclas con el manejable tercero, de desigual ritmo pero con la virtud de la duración, pero no conectó. El quinto le arrolló con peligro y le ganó la partida con una tonelada de sosería. Eso sí, los tres lances con los que bregó Carretero fueron un monumento. Esas cosas que tienen los toreros...