Feria de Albacete
La enseñanza del holandés
Ginés Marín paseó la única oreja de una deslucida corrida de Alcurrucén, la cuarta de Albacete
No fue especialmente brillante su etapa en España, pero de Van Gaal, aquel entrenador que tuvo el equipo de fútbol del Barcelona, quedó una frase que no hay que echar en saco roto: «hay que ser siempre positivo». Y aunque la cuarta entrega del abono de la feria de Albacete fue bastante desangelada hay que buscar las notas destacadas, que también las hubo. Como las ganas de Román y Ginés Marín, dos toreros jóvenes que siguen peleando por hacerse un hueco. La impecable presentación del encierro de Alcurrucén, propio de la más exigente plaza de primera. O, también, el comportamiento del público, que llenó más de media plaza y apenas protestó nada.
Tras el homenaje -particular el de Pimpi, su picador durante tanto tiempo, que depositó unas rosas rojas en el centro del ruedo- a Dámaso, en el día que hubiese cumplido 71 años, con oraciones para el León de Albacete y a santa Clara, para que la lluvia permaneciese ajena, como así fue, la función arrancó con susto, cuando El Sirio, banderillero de Román, fue atropellado al intentar parear y caer ante el toro, siendo trasladado a un hospital para ver si llevaba rotas algunas costillas. Román fue ahormándole y bajando la mano, sin conseguir que su oponente aceptase la pelea en una faena de valor sin cuento y una sinceridad brutal.
La única oreja de la tarde la paseó Ginés Marín al acabar con su primero, con el que se lució al torear de capa y al que vio pronto, cogiéndole enseguida el aire. El toro miraba por encima del estaquillador y se revolvía con velocidad, pero Marín, muy puesto y seguro, supo ir rebajándole la brusquedad y convenciéndole de que siguiese más atemperado la muleta.
No pudo conseguir un éxito más rotundo ya que el berreón quinto topó mas que embistió, mirón y sin entrega. Estuvo con él mucho rato y lo que en principio pareció misión imposible por momentos se transformó, en varias series templadas, con ritmo y ligadas. Pero fue un espejismo y el esfuerzo del torero no acabó dando frutos al ponerse el toro ya descaradamente a la defensiva, arrancando hasta el chaleco a su matador en un gañafón a la desesperada.
Tampoco Román pudo sacar nada en claro del distraído y a su aire cuarto, pugnando por alargar sus cortas embestidas en una labor en la que dejó ver una clara evolución técnica y un valor natural. Pero todo lo estropeó con el estoque.
David de Miranda, nuevo en esta plaza, se hizo ovacionar al veroniquear al tercero. Y eso fue su mayor logro. El astado se paró luego en seco e hizo inútiles sus afanes por sacarle aunque fuese un muletazo. El sexto tomó el engaño un poco a la fuerza y tampoco el onubense, sin mucha convicción, lo vio claro, matando asímismo tarde y mal.
FICHA
Albacete. Cuarta de feria. Toros de Alcurrucén, muy bien presentados pero deslucidos en conjunto. Más de media entrada.
Román, de burdeos y oro, pinchazo y casi entera (saludos); entera atravesada, pinchazo, aviso, estocada baja (saludos).
Ginés Marín, de azul noche y oro, entera (oreja); entera contraria, aviso (saludos).
David de Miranda, de azul noche y oro, tres pinchazos, media y cuatro descabellos, aviso (silencio); dos pinchazos, bajonazo y descabello (silencio).
El Sirio, banderillero de Román, fue trasladado al hospital con una «posible fractura costal».
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