Pamplona
Los percherones
11 de julio y Pamplona luminosa ha pasado el ecuador de la feria y toca hablar de toros. El coso de la Misericordia se pone sus mejores galas porque llegan las figuras del toreo. Los hoteles vuelven a tener un repunte de ocupación cuando viajeros y apoderados deciden ponerse el pañuelico. Y los toros comerciales que tanto gustan al «establishment» corren por Estafeta casi sin pegar un derrote y aguardan antes de que los enloten para una terna de expectación. Y cuando hay que arrastrar al segundo de la tarde los percherones se enrebelan. Montan un circo que agrada a la parroquia que asiste entre bostezos a lo que es una tarde más de este sarao llamado tauromaquia. El genial Paco Castelló dice que sorprendentemente hoy en Pamplona los bureles tienen poco trapío, en el sol se vuelve a merendar como en los viejos tiempos ancas de rana, caracoles y marmitako. Solo nos salva del tedio de la tarde resacosa de San Fermín la elegancia del toreo añejo que con su americana impecable luce José Antonio Campuzano. Nuevamente vuelven los 80 a nuestra memoria, no solo porque ya cantábamos «la chica yeyé» sino porque salíamos con la blusa roja de la plaza de toros. Tarde de rebelión en una feria tranquila, azotada todavía por las contradicciones sobre las manadas, reales o agitadas. La tarde de los percherones.
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