Ferias taurinas
Quito pide toros
El mundo del toro se movilizó para mostrar su disconformidad con la suspensión de la feria ecuatoriana
Quito pide toros. Y los reclama con manifestaciones, reuniones y, principalmente, con festejos taurinos. La plaza de toros quiteña de La Belmonte acogió el pasado día 5 de diciembre una corrida de toros. Hubo triunfos y protestas. Reclamos por aquella feria que un día fue del pueblo y, por varias razones, dejó de serlo. Ese día, se llenaron más de tres cuartos de la plaza de la capital y salieron a hombros Antonio Ferrera y David Galván. Por su parte, Martín Campuzano y Álvaro Samper consiguieron una oreja de cada uno de sus lotes y lucieron un crespón negro en sus vestidos por la no celebración de la Feria del Jesús del Gran Poder.
Un serial que bajó el telón antes de haber empezado la obra por decisión de la empresa. Por primera vez en 51 años, Quito se quedaba sin Feria. El responsable en España de la empresa Citotusa, el ganadero Sancho Dávila, aseguró mediante un comunicado que el ambiente en Quito era de «polémica, amenazas y de oposición» a los toros. Además, desde la empresa consideraron «inviable» la promoción empresarial de la Feria «por las circunstancias del entorno negativo».
La decisión o imposición de la empresa provocó la movilización de los sectores del toro en Ecuador. Toreros, ganaderos, picadores, banderilleros, mozos de espadas, periodistas y aficionados aseguraron, a través de una carta, no conocer «las razones de fondo que motivaron la suspensión» y pidieron «a la empresa Citotusa, al alcalde de Quito y a los concejales» que rectificaran su decisión y no dejaran sin el eje central de las fiestas a la capital ecuatoriana.
No obstante, el alcalde de Quito, Augusto Barrera, hasta principios de diciembre no expresó su punto de vista al respecto. Y lo hizo en Teleamazonas, sentenciando lo siguiente: «La suspensión es una decisión de Citotusa»; y añadió que «el municipio no suspendió la Feria, es una decisión unilateral porque no vendieron entradas». Unos billetes que sí se vendieron para ver a El Juli encerrarse con cuatro toros de Huagrahuasi en la plaza de toros de Latacunga.
La ciudad ecuatoriana y todo el cantón habían declarado días antes, el 21 de noviembre, «los festejos y la Feria Taurina como Patrimonio Cultural Inmaterial». Una decisión argumentada por el festejo celebrado el último día de noviembre en el que el madrileño cortó tres orejas e indultó un toro a petición de aficionados de la capital ecuatoriana, de todo el país y de América taurina que llenaron los tendidos para demostrar que Quito y Ecuador quieren toros.
Y los quieren al completo, con la lidia entera, sin recortes en el espectáculo. En mayo de 2011, un referéndum daba el sí a la prohibición de la muerte del toro en Quito, por un 54,43% a favor. Un resultado que no dejó satisfecho al bando antitaurino por no acabar con la Fiesta, en general; y que molestó al lado taurino por manipular la integridad de una tradición. Ante tal decisión, algunos de los diestros españoles decidieron no actuar en la Feria de Jesús del Gran Poder; pero otros, cruzaron el charco para demostrar que, a pesar de no haber muerte, había toros.
Pero este año no ha habido ni muerte, ni toros. Quito se ha quedado sin el principal atractivo de sus fiestas por una decisión empresarial de la que se desconocen las consecuencias que puede tener para próximos años. Una determinación que ha hecho caso omiso a las manifestaciones de los sectores taurinos y a lo propuesto en reunión para conseguir dar la feria. Sin embargo, a pesar de la imposición, el mundo del toro ha demostrado que Quito quiere toros.
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