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Feria de Bilbao

Serafín y Urdiales, premios de verdad

Los diestros cortan una oreja a una interesante y variada corrida de Adolfo Martín con dos toros de nota

Derechazo del diestro arnedano al segundo toro de Adolfo Martín de la tarde de ayer
Derechazo del diestro arnedano al segundo toro de Adolfo Martín de la tarde de ayerlarazon

Última de la Feria de Otoño. Se lidiaron toros de Adolfo Martín y un sobrero 5º, de El Puerto de San Lorenzo, de descarados pitones y bien presentados en conjunto. El 1º, noble, justo de fuerza y poder; el 2º, de buen fondo y ritmo; el 3º, a la espera y con peligro; el 4º, malo, sin entrega y con peligro; el 5º, manso, a la huida, deslucido; y el 6º, de buen juego, con muchos matices, viaja más en la media distancia. Casi lleno.

Uceda Leal, de burdeos y oro, pinchazo, estocada (silencio); estocada corta trasera (algunos pitos). Diego Urdiales, de pizarra y oro, aviso, buena estocada (oreja); estocada, descabello (saludos). Serafín Marín, de azul cielo y oro, estocada desprendida (silencio); buena estocada (oreja).

Parte médico del banderillero Antoñares: «Contusión en el hemotórax izquierdo y en tercio distal de la tibia izquierda; puntazo corrido en región subescapular derecha; dolor a la palpación en tercio medio interno del gemelo derecho». Pronóstico «reservado».

La corrida de Adolfo lo tuvo todo para asustar. Al menos por delante con esos infinitos pitones que parecían ser tan largos que se le daban la vuelta. Bárbara la cornamenta. Cubrían por ahí la presencia de Madrid y después estaban más ligeros de carnes, aunque en verdad visualmente era difícil traspasar la frontera de los pitones. Hubo un malo malísimo. Con carnet que le acreditaba. Curioso «Madroño» de nombre, el cuarto de la tarde, y de envenenadas arrancadas. Todas por arriba. Apretó ya en el capote, se le picó de cualquier manera y pronto mostró su estigma de cazador. Menos aún tardó en hacer presa al banderillero Antoñares en la segunda vez que pasó por delante. Este toro no perdonaba. Cuando Uceda Leal, a quien le había tocado en suerte la prenda, se puso con la muleta no había lugar. El público no encajó bien que abreviara, pero en verdad no existía vía de escape para el toreo. No como queremos hoy. Otro tranco tuvo su primero con el que se estiró a la verónica y firmó una media muy a la cadera, preciosa. Después anduvo correcto con un adolfo que tuvo nobles embestidas y flaqueza en la fuerza y en el poder.

Urdiales resolvió pronto. Fue en el segundo. Quizá no se puede hablar de una faena maciza, pero hubo naturales de muchos quilates. Reducida la velocidad del toro, que ya era lenta, y que fue buen adolfo, que quería viajar y humillado, tan despacio que ese muletazo se convertía en un fogonazo de emoción. Fueron pocos, contados, a veces aislados, pero mágicos. Auténticos, personales y únicos. Si el toro tiene más repetición y los lances más uniformidad, Madrid se hunde. Crujió por momentos. Y el mérito fue más todavía cuando logró en ese parapeto infernal de pitones meter la mano y matar al toro con dignidad. Fulminante y torero. Y un premio merecido para el riojano. Sólo pensar en esa puerta entreabierta... Pero la cerró de un portazo el mansísimo sobrero de El Puerto de San Lorenzo, que huía siempre y de todo. Y a cada huída se alejaba un poquito más la Puerta Grande.

Serafín Marín bregó con un tercero a la espera y orientado, no tenía poder y esperaba a que el torero fuera a buscarle. Era animal difícil y complicado y al catalán se le notó que no estaba a gusto. «Baratillo» era «Adolfo» para hacer las paces. El último. Cantó el temple de salida y después desarrolló muchos matices que son los que hacen rica la tauromaquia. Marín lo vio e impuso temple a la faena, descubriendo poco a poco las reglas del juego y la llave del trasteo que residía en la media distancia, ahí el toro quería viajar más largo y más claro; en las cercanías protestaba y de hecho, lo lanzó por los aires feo a Serafín e incluso parecía que le había metido el pitón. Desde ese momento, se deshizo el catalán de la ayuda, a pulmón el resto, buscando y buscándose y dejó muletazos muy buenos, muy largos, muy claros. Descifrar al toro y resolver la ecuación justo antes de que la Feria de Otoño echara el telón. En la espada estaba todo. Se fue detrás de ella y la oreja conquistó. Dos trofeos los de ayer de verdad. Con el toro toro de Madrid y muchos matices que situar en las coordenadas idóneas. Esa delgada línea que lo cambia todo.