Feria de San Isidro

Ventura, firme desde el Olimpo del rejoneo

Undécima Puerta Grande del hispano-luso en Madrid; Rojo confirma con oreja

Diego Ventura, feliz, sale a hombros del coso de la calle Alcalá
Diego Ventura, feliz, sale a hombros del coso de la calle Alcalálarazon

Las Ventas (Madrid). Tercera de la Feria de San Isidro. Se lidiaron toros de Carmen Lorenzo, de correcta presentación y nobles en su conjunto. El mejor, el excelente y codicioso 2º; a menos, 3º y 6º. Lleno de «No hay billetes».

Diego Ventura, rejón muy bajo (oreja); buen rejón (dos orejas).

Mariano Rojo, que confirmó alternativa, pinchazo, rejón caído (saludos); rejón desprendido (oreja).

Leonardo Hernández, rejón trasero, pie a tierra, descabello (silencio); pinchazo, rejón, dos descabellos (silencio).

Completados los dos primeros platos del abono, San Isidro cambió ayer el paso para acoger el primero de los cinco festejos de rejones programados en esta primavera taurina en Madrid. Los capotes y las muletas dejaron su sitio a los caballos toreros en una tarde que, como es habitual, también tuvo relevo en buena parte del tendido. Público, que colgó el primer lleno de «No hay billetes», más festivo y propenso a la generosidad con ganas de disfrutar. Y a fe que lo lograron gracias a Diego Ventura, que cortó tres orejas –otra sumó Mariano Rojo– y logró su undécima Puerta Grande en Las Ventas, colofón a una tarde unánime y maciza, acorde a su condición de figura máxima del rejoneo.

El jinete hispano-luso, que llegaba en la cresta de la ola después de su rotunda Puerta del Príncipe en la Feria de Abril como saldo de la primera encerrona en la historia de un rejoneador en La Maestranza, recibió al segundo sobre «Muletilla» para fijarlo en los mismos medios. Vueltas y vueltas sobre sí mismo sin que ni toro ni caballo cejaran en su empeño. Se lo dejó crudo con un solo rejón de castigo. «Nazarí» calentó aún más al respetable a base de temple. Auténticos muletazos a caballo. Todo a dos pistas. «Milagro» hizo honor a su nombre en sendos quiebros, sobre todo, el segundo, en el que tras pasar en falso, según le volvió a venir el toro le pegó otro regate para clavar en la cara y a favor de la querencia del burel. Bien, las rosas al violín con «Remate», pero luego el rejón se fue excesivamente abajo. Se pidió con mucha fuerza el segundo trofeo, pero esa defectuosa colocación dejó el premio en una merecida oreja.

Al cuarto, colaborador aunque con menos movilidad, también lo supo meter en el canasto. Con «Pegaso» mostró su capacidad para clavar en la cara del toro. Dos garapuyos de poder a poder provocando que el animal se arrancara y clavando al encuentro. Con todas las facilidades para el astado. «Ordóñez» y «Morante» hicieron el resto. El primero se pegó un atracón de piruetas y cabriolas entre los pitones de la res, mientras que el segundo rubricó con sus clásicos mordiscos –hasta cuatro– otro buen rehilete por los adentros. Mató de rejón certero y, esta vez sí, en buen sitio. Pasaporte directo a las dos orejas. Cumbre.

Mariano Rojo estaba ante su gran oportunidad. Confirmación en Madrid, dentro de San Isidro e incrustado entre dos figuras del rejoneo. El madrileño no desentonó. Al de la ceremonia, sin fijeza, lo trató de encelar con «Requinto». Se lo dejó llegar muy cerca de costado con «Goya» en casi una vuelta completa al platillo, muy jaleada por el tendido. Hubo riesgo, demasiado, tanto que incluso recibió un varetazo el equino en los cuartos traseros del que pronto manó la sangre. Otro rasponazo se llevó «Benur» al clavar el rejón de muerte, que enterró, caído, al segundo viaje. Saludos desde el tercio por una labor en la que faltó algo de limpieza en los embroques. Frente al quinto, Rojo volvió a exponer y apurar mucho en las suertes. Labor sobria y más asentada en la que destacó a lomos de «Góngora» y de «Mozart», citando con éste muy en corto. Mató de rejón caído y paseó un trabajado trofeo.

Leonardo Hernández no volvió la cara al inesperado órdago que se encontró de sopetón cuando trataba de regresar de su gira por América. Un inoportuno cierre de las fronteras retuvo y aún retiene a sus caballos estrella al otro lado del charco. Papeleta. El pacense no quiso borrarse y decidió apostar por un puñado de potros sin apenas rodaje. Salió reforzado de su apuesta, pero de vacío por culpa del verduguillo. A su primero, el colaborador tercero lo paró con «Campino», para luego gustarse con «Amatista» –castaño que regresaba a los ruedos meses después– en cambios de pista por los adentros. Clavó los rehiletes de manera desigual y lo mató de rejón trasero. En el que cerró plaza, Leonardo volvió a poner todo de su parte para no irse de vacío. Lo paró con «Titán» y clavó a dos manos con «Soñador», pero de nuevo el uso del descabello esfumó las opciones de triunfo.

Mientras, Ventura suma y sigue, ya es leyenda. Acreedor, a golpe de Puerta Grande, de ese Olimpo del rejoneo reservado a los elegidos.