Televisión

La mente diabólica de un policía atormentado

SundanceTV estrena el miércoles «La tregua», una producción belga de diez episodios

Yoann Blanc, que interpreta al protagonista
Yoann Blanc, que interpreta al protagonistalarazon

SundanceTV estrena el miércoles «La tregua», una producción belga de diez episodios.

Cual borricos con orejeras –no es despectivo sino descriptivo–, la audiencia, y también la crítica, se hinca de rodillas ante las series estadounidenses y británicas al tiempo que desprecia o ignora las ficciones europeas. Con una excepción: las producciones escandinavas que, gracias al éxito de «The Killing» y «Borgen», siguen siendo atractivas para los espectadores. El desatino de prescindir de series de otros países europeos ha privado a muchos de ver auténticas «delicatessen», aunque aún están a tiempo, como las alemanas «Babylon Berlin» y «Dark», y la francesa «Oficina de infiltrados». Dicho esto, no parece que la mejor forma de publicitar «La tregua» –la serie de nacionalidad belga que SundanceTV estrena el miércoles–, sea citar una reseña del rotativo «Le Figaro» que la califica como «el ‘‘Twin Peaks’’ francófono». Se le hace un flaco favor porque, para bien o para mal, no hay dos creadores como David Lynch. Quizá, por aquello de hacer un análisis ramplón, descubrir el cadáver de un jugador de fútbol inmigrante en un río, retrotraiga al espectador a Laura Palmer, pero es un ejercicio de imaginación muy pobre. También que se establezca un parecido razonable al desarrolle en un pueblo de las Ardenas, adonde llega desde Bruselas un inspector, Yoann Peters, con un halo de estoicismo que, frente a los que creen que el muerto se ha suicidado, tiene la certeza de que ha sido un asesinato.

Atmósfera onírica

«La tregua» se articula como un «neo noir», una revisión del cine negro clásico, aparentemente ortodoxo hasta que deja de serlo. El responsable de que la tensión aumente la tiene el personaje de Peters. No tardamos en descubrir que su pasado es más turbio que las aguas del río Sena durante estos días en París. En las primeras secuencias se le ve hablando con un psiquiatra. Le cuenta una pesadilla recurrente, anticipo de una imagen suya del pasado en la que anda por el camino de un bosque empapado de sangre y con la mirada perdida, propia de un enajenado. Tiene insomnio y un subconsciente endiablado, sobre todo para él porque se convierte en su peor enemigo. Y llega la pregunta que se haría cualquier espectador: ¿Peters va a tener la lucidez suficiente para averiguar quién es el culpable? Tiempo al tiempo, porque una de las cualidades de «La tregua» es que la mayoría de los inicios de sus diez episodios, arrancan con un instante onírico.

La ficción se mueve en tres planos, el presente, los «flashbacks» que permiten conocer las relaciones de la víctima con sus vecinos, y los potenciales sospechosos. «La tregua» podría haberse quedado en una serie tradicional, pero eleva las expectativas gracias a unos giros dramáticos inesperados e impactantes. El inconveniente es cuando su director, Matthieu Donck, se regodea en ello. Sin embargo, se le disculpa porque –algo que nunca está de más y que forma parte de la ficción «noir» desde sus inicios– los personajes tienen trastienda. El crimen es una excusa para indagar en la psique de los vivos, en sus complejos de culpa y a sus crisis de identidad. Parece que ya está todo dicho sobre esto, pero el ser humano sigue sorprendiendo.