Viajes

Etxegana, esencia indonesia en la montaña vasca

Hotel Etxegana, Resort & Spa presume de la acreditación de «Relais du Silence», lo que garantiza la desconexión del viajero en plena naturaleza

Etxegana, esencia indonesia en la montaña vasca
Etxegana, esencia indonesia en la montaña vascalarazon

Hotel Etxegana, Resort & Spa presume de la acreditación de «Relais du Silence», lo que garantiza la desconexión del viajero en plena naturaleza

Tras la lectura de este artículo va a quedar un viaje pendiente, una escapada que llenará al viajero de emoción al conocer uno de los tesoros que alberga el País Vasco: el Parque Natural de Gorbeia. Este paraíso se encuentra entre Vizcaya y Álava. Hablamos de más de 20.000 hectáreas de robles, hayas, brezos, helechos, encinas, sauces... y, por supuesto, la montaña y todo lo que regala al visitante, como la imagen de los caballos salvajes pastando entre la niebla. Se trata de los pottoka o los ponis vascos, pacíficos y hermosos. Dando un paseo en silencio, no será difícil verlos. La imagen es de película. Las opciones son muchísimas, desde rutas de senderismo, pasando por una visita a la cascada de Goiuri, un salto de agua de más de 100 metros; hasta subir al monte Gorbeia a ver su inmensa cruz de hierro.

Dentro de este marco nos encontramos con un refugio inesperado. A las faldas del monte más alto de toda Euskadi aparece Etxegana, que en euskera significa algo así como «subir a casa». Y eso es exactamente lo que proponen Luis Orcera y Begoña Fernández de Caso en su hotel. Aquí hay algo que llama la atención poderosamente: la fusión arquitectónica y decorativa del mundo vasco e indonesio está presente y lo hace con armonía, sin estridencias y acompañándose. Nada más llegar, a la izquierda del caserío, nos encontramos con un jogló, un cenador clásico abierto, donde se pasa gran parte de la vida cotidiana en Indonesia; en el interior del hotel, hasta siete grandes puertas nos van pasando de estancia... talladas en madera de teka con filigranas y encajes imposibles. Además, encontraremos camas con dosel hechas en Java, telas italianas, tallas de madera de animales de diferentes tamaños y motivos... y múltiples vitrinas con miniaturas lacadas rusas y otros tesoros de diferentes países. Es como un museo donde el sudeste asiático es el tema preferido.

Y pasamos a la cocina. El restaurante ha cogido tanta fama que ya tiene nombre propio, Oneko, y casi siempre está lleno. Las vistas a la montaña en su comedor panorámico y su propuesta se han hecho un buen hueco. Ya en la mesa, nos ofrecerán platos como las vieiras asadas con verduritas y suero de Idiazábal ahumado, lomo de merluza asada sobre carpaccio de gambón o la chuleta de vaca vieja madurada a la brasa, con guarnición de patata, tomillo y pimientos del piquillo.

Un spa exterior con un circuito amplio completa la oferta, que además, se reserva de forma privada, algo muy especial y poco habitual.