Noruega
Lofoten: Un paraíso en el Ártico
Más allá del Círculo Polar Ártico, separadas del continente por el fiordo Vestfjorden, el archipiélago de las Islas Lofoten, en Noruega, emerge del mar con sus afiladas cumbres rocosas como seña de identidad
Más allá del Círculo Polar Ártico, separadas del continente por el fiordo Vestfjorden, el archipiélago de las Islas Lofoten, en Noruega, emerge del mar con sus afiladas cumbres rocosas como seña de identidad
Austvågøy, Gimsøy, Vestvågøy, Flakstadøy, Moskenesøy, Vaerøy y Røst son los impronunciables nombres de las siete islas principales de las Lofoten, las únicas de un total de 2.000 que están habitadas durante todo el año;unas paradisíacas islas que (oh, sorpresa) no están ni en el Caribe ni en el Pacífico, sino en el mar de Noruega, unos 100 kilómetros por encima del Círculo Polar Ártico, entre los paralelos 67 y 68 latitud Norte.
Dicho esto, cualquiera podría pensar que para visitar estos lares es preciso vestirse como un esquimal a riesgo de no quedar más tieso que la mojama. Nada más lejos de la realidad: pese a estar a latitudes similares a las de Groenlandia o Alaska, el clima en Lofoten es sorprendentemente benigno gracias a los efectos de la «Corriente del Golfo», que eleva la temperatura media unos cinco grados centígrados. Una vez aquí, recorrer las siete islas es muy cómodo y sencillo; no dependemos de embarcación, ya que están perfectamente comunicadas por tierra, entre sí, por una moderna red de puentes. Y donde no hay puente hay túnel, alguno construido bajo el mar. Resulta toda una experiencia atravesarlos.
Desde hace unos años, el nombre de Lofoten ha entrado, con pleno derecho, en el «top-ten» de cualquier lista de destinos turísticos de ensueño. Pero unas pocas décadas atrás, cuando Lofoten aun no se había presentado en la alta sociedad, este nombre estaba sólo ligado a otra actividad muy diferente a la vacacional: la pesca del skrei, el bacalao «pata negra» con denominación de origen, con una historia fascinante: a principios de cada año, los skrei adultos, (en plena madurez sexual, entre los dos y seis años de edad) regresan a las Lofoten para desovar, provenientes de las gélidas profundidades del Mar de Barents. Es esta heroica travesía, de más de 1.000 kilómetros, sorteando turbulentos oleajes a contracorriente, lo que otorga al skrei (nómada, en noruego) una carne de textura fibrosa y menos grasienta que la del resto de sus congéneres. Todo un placer para paladares sibaritas que ahora podemos degustar, desde enero hasta abril, pues son los únicos meses en los que está permitida su pesca, de la que viven (junto con la cría del salmón) buena parte de los 25.000 habitantes de las Lofoten. Y no sólo los adultos, sino también los niños, los únicos a los que les está permitido la delicada tarea de extraer las lenguas del bacalao, un auténtico manjar, con lo que pueden llegar a ganar unos 3.000 euros a la semana.
Se sabe que los vikingos ya conocían las bondades del skrei, y que en el siglo XI el bacalao de las Lofoten era plato estrella en las mesas de la corte de Inglaterra. En el siglo XII, cada pescador de skrei estaba obligado al pago de cinco ejemplares al rey Oystein, quien a cambio construyó una iglesia y los rorbus (cabañas de madera) para dar cobijo a los pescadores durante la temporada de pesca.
Svolvaer, situada en la isla de Austvågøy, es la mayor concentración urbana de las islas Lofoten... ¡Con 4.500 habitantes! Es una de las puertas de entrada más frecuentadas de Lofoten, ya sea por mar (puerto de los cruceros Hurtigruten) o por aire (vuelos procedentes de Bodø). Desde hace unos años, Svolvaer se ha convertido en un importante centro artístico, con varios museos y galerías donde admirar o adquirir artesanía y obra gráfica de diversos artistas locales. El Museo de la Conmemoración de la Guerra es otra atracción local interesante; aquí se exponen los acontecimientos más relevantes acaecidos durante la Segunda Guerra Mundial. Una excursión obligada desde Svolvaer es la que nos lleva, en barco, hasta el Trollfjord, el fiordo del Trol, tan profundo y estrecho que cuesta trabajo, incluso viéndolo, creer que los barcos puedan entrar y, todavía más, salir de él.
Otra de las gratas visitas es el Museo Lofotr, que está situado a 50 kilómetros al sur de Svolvaer, en lo alto de una pequeña colina cercana a la población de Borg. El edificio que alberga este museo, con 83 metros de largo por nueve de alto, es la reconstrucción de los restos de la casa de un jefe vikingo (hallados en 1983 en la aldea de Borg) supuestamente construida cerca del año 500 d.C. y considerada como la construcción vikinga más grande de toda Europa. El museo fue abierto en 1995 y en él, los visitantes pueden contemplar diversas muestras de la vida cotidiana vikinga que ayudan a conocer esta ancestral sociedad. También fueron reconstruidas dos naves «drakkar» en las que se puede navegar en verano. El museo organiza auténticos banquetes con gastronomía puramente vikinga para comer o cenar durante todo el año.
La isla Moskenesøya, la última hacia el sur, presume de tener los escenarios naturales más espectaculares del archipiélago, así como los pueblos de pescadores más bellos. Algunos incluso la han llegado a comparar, por su imponente naturaleza, con el Parque Nacional de las Torres del Paine en Chile.
El pueblo de Reine, con la figura majestuosa de la montaña Reinebringen a sus espaldas, ha sido declarado en numerosas ocasiones no sólo como el pueblo más bello de las islas Lofoten, sino de toda Noruega. Siguiendo la carretera E-10, la que cruza todas las islas, en las cercanías de Reine encontramos dos pueblos pescadores que no le van a la zaga en belleza: Hamnøy y Å, donde finaliza la E-10.
La palabra rorbu se compone de dos términos noruegos: ror (remos de barco pesquero) y bu (vivir). Están por todas partes, siempre cerca del mar, de formas sencillas y construidas con madera pintada de colores ocres y rojos. Algunas, más que cerca del mar están propiamente dentro de él, descansando sobre los pilotes, parcialmente sumergidos, que servían para amarrar las embarcaciones. Las rorbu fueron ideadas originalmente como cabañas para los pescadores durante la temporada del skrei: en ellas descansaban, cocinaban, comían, secaban sus ropas, reparaban redes y preparaban cebos.
En la actualidad, muchos rorbu se han convertido en acogedores alojamientos vacacionales, con todas las comodidades propias de un apartamento turístico: electricidad, agua caliente, cocina e incluso conexión a internet. Una forma diferente de alojarse en Lofoten que permite un contacto más auténtico con un entorno natural difícil de olvidar. Más información en la página web www.visitnorway.es.
Svolvaer
La población más habitada y animada de Lofoten, con 4.500 personas, se ha convertido en punto de encuentro para artistas de la zona.
Museo vikingo
El museo Lofotr, situado a 50 kilómetros al sur de Svolvaer, descubre al viajero la forma de vida y la gastronomía del pueblo vikingo.
Rorbus
Construidas de madera al borde del mar, las sencillas cabañas de pescadores se han convertido en apartamentos vacacionales.
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