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Oasis volcánico en el Atlántico
Esculpidas por la naturaleza sobre el azul del Atlántico, las nueve islas Azores son perfectas para los que buscan destinos sin trillar.
Las islas Azores están situadas en pleno corazón del Atlántico, tan lejos –o tan cerca, según se mire– de Europa como de América (a 1.600 km de Lisboa y a 2.500 km de Canadá). Quizás sea por eso que, incluso hoy, siguen siendo lugares ignotos para el turismo masivo. Nueve paraísos flotando en medio del inmenso océano, perfecto reclamo para aquellos que gustan de enclaves todavía inmunes a la adulteración del hombre.
Terceira, cuyo nombre le viene por haber sido la tercera isla en ser descubierta en el año 1427 (curiosamente también es la tercera de mayor tamaño), tiene forma elíptica y es conocida como la «isla violeta», por la tonalidad que los inmensos macizos de hortensias –originarios de China y Japón– imprimen a sus campos. Sus habitantes son amantes de la música y el baile; cualquier motivo es bueno para celebrar algo, para que ese día sea fiesta. Sobre todo entre los meses de mayo a septiembre, cuando se celebran más de 200 «touradas à corda», el festejo azoreño por excelencia, en las que varios novillos corren por las calles, bajo la atenta mirada de los pastores, que tratan de controlar a las reses con unas largas cuerdas y así evitar que se salgan del recorrido.
La isla violeta
Pasear por Angra do Heroismo, su capital, es como retroceder en el tiempo y volver, de pronto, a la época colonial. Sus calles, de puro trazado rectilíneo, son un ejemplo vivo del urbanismo europeo del siglo XVI. La perfecta conservación de su casco histórico le ha servido para lograr el galardón de ciudad Patrimonio de la Humanidad (la primera ciudad portuguesa en lograrlo, en 1983). La ubicación de Angra no es gratuita; el enclave fue elegido como el puerto natural idóneo para que las naves lusas hicieran escala en las largas travesías hacia el nuevo mundo.
El origen volcánico de Terceira se hace evidente en lugares tan fascinantes como el Algar do Carvao, una gruta de dimensiones impresionantes que alcanza los 90 metros de profundidad, hasta llegar a un lago de aguas cristalinas. Pero más impresionante es saber que, en realidad, esta gruta es la chimenea y la cámara de un volcán extinto, el único volcán en el mundo donde se pueden ver estas dos estructuras sin quedar achicharrados. Las formaciones de sílice amorfa, a modo de estalactitas y estalagmitas, son también únicas en el mundo.
¡Ballena a la vista!
Faial es el puerto preferido por las embarcaciones que se dirigen a uno u otro lado del Atlántico. Hace años lo era por cuestiones técnicas, el mejor lugar para repostar y reparar los barcos. Con el tiempo, Faial se ha convertido en un escenario mítico y místico. Gran culpa de este misticismo lo tiene el Café de Peter, en Horta. Curiosamente, el local ni se llama así ni hay nadie llamado Peter. Su verdadero nombre es Café Sport y fue abierto en 1918 por Henrique Lourenço Azevedo, que le puso ese nombre por su pasión por el deporte. El sobrenombre de Peter comienza cuando el «Lusitania II» –embarcación de la Marina británica– amarra en Horta y el encargado del mantenimiento y municiones del buque, al ver a José Azevedo (hijo de Henrique) le recuerda a su propio hijo, de nombre Peter, y comienza a llamarle así. Y con Peter se quedó el chaval y el café. El local es minúsculo, y en él sirven un gin-tonic con categoría de leyenda, basado en la fórmula traída por los primeros ingleses que arribaron en las Azores. En la parte superior del local se puede contemplar la mejor colección del mundo de scrimshaw (dientes y maxilares de cachalote grabados con escenas de pesca y retratos), y varias fotografías documentales del pasado ballenero de las Azores. El local no tiene pérdida, está situado junto al muelle, donde todos los marineros, ya sea por convicción o superstición, dejan en sus muros su sello personal, a modo de dibujo o leyenda, para asegurar una buena travesía. Los muros de esta marina son el lugar perfecto para contemplar la majestuosa silueta del volcán de Pico, situado en la isla más cercana a Faial. Con sus 2.531 metros, es el punto más alto de todo Portugal. No es de extrañar que semejante coloso de nombre a esa isla.
El pasado ballenero de Faial y Pico, con jornadas de duro y peligroso trabajo, marcó el carácter de las Azores. En 1987 se dio caza al último cachalote, utilizando el mismo método ancestral y artesanal descrito en «Moby Dick». Hoy en día, los barcos siguen saliendo en busca de cetáceos, pero los arpones han sido sustituidos por cámaras fotográficas.
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