Represión en Venezuela

Esclavismo chavista

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Por Carlos Navarro Ahicart

Dicen los podemitas de nuestro país que, tras el 26-J, parece que los problemas de Venezuela se han solucionado, ya que nadie habla de ellos. Lamento discrepar y desmentir tal calumnia. Venezuela no va mejor, sino todo lo contrario: como cualquier régimen socialista, va a peor con el tiempo.

Hoy nos llega otra desoladora noticia de nuestro país hermano. Nicolás Maduro, abanderando la lucha por el progreso y la mejoría económica y social de los venezolanos, ha decretado la cesión masiva de trabajadores del poco sector privado que queda con vida en el país para realizar trabajos “sociales” en el campo, para solucionar -según dice- la escasez de alimentos debido al boicot de los capitalistas. Pues, bueno, como era de esperar, ni es un trabajo social, ni va a solucionar de ninguna forma la tremenda crisis en la que está inmersa Venezuela.

En primer lugar, no debemos olvidar que la escasez de productos de todo tipo no se produce en base a una malvada conspiración judeo-masónica de los empresarios del país con la CIA y el Ibex35, sino como consecuencia de una pésima gestión y una opresión constante al mercado por parte del gobierno revolucionario venezolano, que ha estado destruyendo año tras año la iniciativa privada en el país y cualquier tipo de equilibrio lógico derivado del sistema de precios, también manipulado a través de una serie de medidas cuyos resultados son, desde hace un tiempo, palpables en las vacías estanterías de los supermercados de Caracas.

Tampoco conviene obviar el hecho de que, como era de esperar, forzar a trabajadores de empresas privadas para que trabajen en un campo improductivo con el pretexto de evitar la situación de escasez no representa, precisamente, una forma de trabajo social. Es esclavitud, con todas y cada una de las letras de la palabra.

Que el gobierno te saque de tu puesto de trabajo habitual y te ponga a plantar patatas en el campo para solucionar un problema que él mismo ha provocado no es benevolencia ni interés por el bienestar del pueblo: es una forma más de control social y de destrucción del tejido empresarial del país, en beneficio del poder supremo adoptado por Maduro y heredado del Comandante Chávez (sí, ese al que adoran los que dicen que en Venezuela “no pasa nada”).