Crítica de libros

Aquella Viena de la tarta Esterházy

Aquella Viena de la tarta Esterházy
Aquella Viena de la tarta Esterházylarazon

Tras el éxito de «Mi hermosa librería», Petra Hartlieb vuelve a Viena para narrar una sencilla historia protagonizada por una joven niñera en la que los libros juegan también un papel fundamental. Marie entra a trabajar en la acomodada casa del famoso escritor Arthur Schnitzler y descubrirá el amor gracias al ayudante de una librería. La acción transcurre alrededor de 1910 en una hermosa y animada Viena en la que los ricos van al teatro, toman café en el Imperial y cenan en el Sacher y los demás pasean por los parques y acuden a los mercadillos navideños.

Schnitzler era un autor de mucho éxito tanto con sus libros como con sus obras de teatro, en las que reflejaba la hipocresía moral de la época y la crisis social que comenzaba a mostrar sus grietas. Su elección como personaje es el rasgo más importante y llamativo de esta novela y es idóneo para que Marie, que ha pasado muchas penalidades en la vida, empiece a tener suerte. «Alguien que en sus relatos y obras de teatro estaba tan cerca de la gente llana no podía ser un patrón desalmado», afirma uno de los personajes, y el punto de vista de la niñera muestra con habilidad algunos aspectos conocidos, como los motivos de discusión del matrimonio o el difícil carácter de Olga, la actriz que se convirtió en su esposa. Los gustos literarios de la época quedan también claros: el niño de la casa de nueve años lee a Karl May, el ayudante del librero ha tenido que ahorrar mucho para comprarse la última novela de Thomas Mann, «Alteza real», y le regala a Marie un libro de poesías de Rilke. Y las noticias sobre el emperador, no olvidemos que estamos en el Imperio Austrohúngaro, se leen a diario en la prensa. Dos incidentes con los niños proporcionan sendos momentos de inquietud en una narración que transcurre con la suavidad con que se posan los copos de nieve en la ciudad mientras los vieneses toman tarta Esterházy.