Crítica

En pleno monte vasco

Crítica de ópera / 76ª Quincena musical. José María Usandizaga: «Mendi-mendiyan». (Versión de concierto). Voces: Arantxa Ezenarro, Miguel Borrallo, Olatz Saitua, José Manuel Díaz, Fernando Latorre, Jesús García-Aréjula. Coro Mixto Easo. Orquesta Sinfónica de Euskadi. Dirección musical: Antoni Ros Marbá. Auditorio Kursaal, 22–VIII–2015. San Sebastián.

La Razón
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El mayor desafío de la 76ª Quincena Musical era la versión de concierto de la ópera de José María Usandizaga «Mendi-mendiyan», programada como culminación de los actos conmemorativos del centenario del fallecimiento del compositor donostiarra, en 1915, con tan sólo 28 años, víctima de la entonces mortal tuberculosis. Estrenada triunfalmente en el Coliseo Albia de Bilbao el 22 de mayo de 1910, está considerada la obra cumbre de su autor, que en esta pastoral lírica en tres actos y un epílogo plantea una acción casi claustrofóbica, en lo alto de la montaña, con unos personajes elementales, sometidos al destino, un poco al estilo de «iefland» de Eugen d’Albert, basada en el drama rural de Ángel Guimerá «Terra baixa».

El joven músico, educado en París, además de poseer un innato olfato dramático, conocía muy bien las tendencias de la época, y así plantea una especie de verismo vasco (en la vertiente más elegante y menos sórdida de este estilo), cuyos «leitmotivs» se apoyan en temas populares. La escena de la romería –donde se ensarta magistralmente el «Ave María», que después ha alcanzado merecida celebridad como pieza aislada– tiene color, pero nunca resulta folclórica, y es magnífico el interludio orquestal al último cuadro. Una partitura que, junto con «Mirentxu» y «Amaya» de Jesús Guridi, demuestra que la ópera en euskera es una realidad.

Fue un acierto contar con un maestro de la talla de Antoni Ros Marbá –demasiado ausente de nuestros fosos en los últimos tiempos–, quien, además de lidiar con el mal estado de los materiales, realizó una labor admirable, evitando precisamente caer en el localismo, que se fue creciendo a medida de la interpretación y se hubiera beneficiado considerablemente de una segunda audición, que hubiera ayudado asimismo a los cantantes. Los personajes tienen nombres simbólicos. Así, Andrea es «la mujer», por antonomasia, en el mundo vasco; Joshe Mari es como llamaban cariñosamente al compositor, y Gaizto es, sencillamente, el hombre malo, que, como el lobo que amenaza a las ovejas, destruye la paz de este idílico lugar.

La soprano Arantxa Ezenarro lució una voz fresca, con seguridad en la zona alta, pero pienso que el papel requiere un centro más rico, que le hubiera permitido dar una mayor variedad de acentos expresivos. El tenor Miguel Borrallo hizo un consideable esfuerzo por dominar la lengua, y estuvo muy valiente cuando es brutalmente asesinado. Hay que decir que los dos buscaron constantemente matices poéticos, al igual que el resto del adecuado equipo. Bien la Orquesta Sinfónica de Euskadi y excelente el nutridísimo Coro Mixto Easo en su festiva intervención.

Todo un descubrimiento para muchos (incluido el abajo firmante), que merecería sin duda una mayor difusión. El mayor hándicap es, sin duda, el idioma, pero también uno de sus principales encantos. Al fin y al cabo, ¿no se representan las óperas de Janacek en todo el mundo en checo? El proyecto fue una importante aportación al programa de Donostia-San Sebastián Capital Europea de la Cultura 2016.