Conciertos

Instituciones en el absurdo

La Razón
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En Sevilla conviven dentro del mismo espacio, la Maestranza, un teatro de ópera y una orquesta, la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla, regidas por organismos diferentes desde sus constituciones en 1991. Los problemas en ambas instituciones no son nuevos. Ninguno de los anteriores directores artísticos de la orquesta –Sutej, Weise o Lombard– ha vuelto a dirigirla, lo que dice algo respecto al «carácter» de la misma, que no acabó bien con ninguno. Desde 2004 hasta 2014 hubo un solo director, Pedro Halffter, y una sola gerente, Remedios Navarro, para ambas instituciones. En 2014, tras grandes presiones, se decidió dividir en dos la musical, con Halffter en el teatro y John Axelrod en la orquesta.

En corto tiempo se ha demostrado que fue una mala decisión. Apenas dos años después la situación se ha deteriorado por completo. La crisis, que no una mala gestión, ha provocado importantes déficits en ambas instituciones y las administraciones que las sustentan han reducido muy significativamente sus aportaciones agravando los problemas. Remedios Navarro se ha visto impotente y ha decidido marcharse al término de su contrato el próximo diciembre. En medio de estas circunstancias tiene lugar el XXV aniversario de teatro y orquesta, hecho que deciden «celebrar» cada uno por su lado. Resultó un tanto patético que no hubiese representación institucional alguna en la reciente gala, si exceptuamos al subdirector del Inaem. Los políticos de Junta, Alcaldía y Diputación están hartos de los problemas de la Maestranza, pero ésta es su institución y los problemas los han creado ellos mismos con decisiones unas veces equivocadas y otras eludidas. No es de recibo su reacción: reducir aportaciones y hacer mutis por el foro. Además, ¿no es cierto que en alguna de las instituciones rectoras han de responder sus miembros con su propio patrimonio personal?

Si esto es así, tampoco es de recibo la actitud de Halffter, Axelrod y la orquesta. Ésta no puede realizar una huelga encubierta a Halffter, llegando a no tocar algunos instrumentistas en los ensayos a pesar de estar en sus atriles y obligando al director a tararear sus partes. Ambos directores no pueden hacerse la vida imposible, llevándose uno la financiación del BBVA de un sitio a otro y el otro atacándole desde la prensa al tiempo que ambos se hacen la vida imposible, programando cada uno sus respectivas temporadas sin la menor coordinación.

Así no se puede seguir. Pronto se fallará el absurdo concurso convocado para elegir nueva gerencia, casi a escondidas y sin plazo para presentar candidaturas, y los políticos descansarán en el sucesor sus responsabilidades. Ni siquiera un gestor solvente como Félix Palomero, que acaba de dejar Musiespaña como medida preparatoria a una candidatura que se perfila como favorita, podrá resolver la situación sin sus complicidades y apoyos. Pero, ¿acaso puede, existir estos en ambientes tan diferentes y divididos? Mal asunto.