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Steve Jobs: ¡Lo que le faltaba a Apple!

Para aquellos que se quejan de lo que el móvil de la manzana hace o deja de hacer, desde el 22 de julio los usuarios de ios podrán presumir de contar con una historia de ópera.

Steve Jobs, con su característico atuendo de jersey de cuello alto y vaqueros, en una presentación de la compañía
Steve Jobs, con su característico atuendo de jersey de cuello alto y vaqueros, en una presentación de la compañíalarazon

Para aquellos que se quejan de lo que el móvil de la manzana hace o deja de hacer, desde el 22 de julio los usuarios de ios podrán presumir de contar con una historia de ópera.

Que a Steven Paul Jobs (1955-2011) se le podía encontrar en casi cualquier formato se sabía. Sirva la película de Danny Boyle, con Fassbender de protagonista, como ejemplo, también las decenas de biografías que se han escrito –y se escribirán–, las charlas sobre su figura, las portadas de revista o los interminables productos de «merchandising» (manzana aparte): camisetas, tazas, fundas de móvil... Hasta la polémica obra de teatro de Mike Daisey «Agonía y éxtasis de Steve Jobs», que se estrenó en España un año después de la muerte del informático. Pero lo que no se había visto, ni contemplado, hasta que a Mark Campbell y Mason Bates se les pasó por la cabeza, era convertir su vida en una ópera. Ellos, autor del libreto y compositor –respectivamente–, son los responsables de hacer de la del padre del iPhone una historia de gorgoritos que se representará desde el 22 de julio en la Ópera de Santa Fe (Nuevo México, EE UU), «The (R)evolution of Steve Jobs», que resumen así: «Muchos queremos cambiar el mundo, pero fue Steve Jobs quien lo hizo. Una figura pública enigmática, un hombre tan magnético como inaccesible, empático pero cruel, meditativo pero inquieto. Él nos conectó a todos mientras construía un cortafuegos alrededor de sus propias emociones. En el corazón de este estreno mundial está la historia de un hombre que revive los eventos formativos en su vida mientras aprendía a reconocer su mortalidad».

Una vida que irá del garaje de la casa familiar, cuando un Steve Jobs de 10 años jugueteaba en él con el banco de trabajo que su padre le había construido para saciar su prematuro interés por la ingeniería, a la capilla de la Universidad de Stanford, en la que se le dio el último adiós. Un centro en el que el 12 de junio de 2005 formuló uno de sus más reconocidos discursos. Se cumplía apenas un año desde que le habían diagnosticado un cáncer fulminante de páncreas y, por esas fechas, se podía decir que había ganado la primera batalla. «De tres a seis meses», le dijeron, pero Jobs ahí seguía. Rescató entonces una frase que había leído de adolescente, «si vives cada día como si fuera el último, algún día tendrás razón», y se convirtió en su motor: «Recordar que voy a morir pronto es la herramienta más importante que he encontrado para ayudarme a tomar las decisiones en la vida. Prácticamente todo se desvanece ante la muerte, dejando solo lo importante», decía durante la graduación en dicha Universidad. Fue así como el estadounidense se dio cuenta de que, por mucho que hubiera revolucionado la comunicación y llenado los bolsillos de todo el mundo con sus dispositivos –y los suyos propios con una importante montaña de dinero–, era uno más: «La búsqueda de Jobs de su propia paz interior es la historia de la ópera, que, en una frase, trata de un hombre que, de nuevo, aprende a ser humano», explica Bates.

Emociones

Pasado y presente se van mezclando en una historia durante un viaje «profundamente emotivo» –definen– en el que Steve Jobs nunca abandona un escenario que tendrá en el barítono Edwards Parks al encargado de «resucitarle». Junto a él, la mezzo-soprano Sasha Cooke hará de Laurene Powell, su esposa; y el tenor Garrett Sorenson, como Steve Wozniak «Woz», y Wei Wu en la piel de Kobun Chino Otogawa, completan los principales. Personajes que irán ligados individualmente a diferentes expresiones musicales que ha creado Bates para cada uno y, «a medida que interactúan, sus músicas se mezclarán casi como en un equipo de DJ», apunta el compositor.

Por su parte, la escena estará dirigida por Kevin Newbury: «Steve Jobs y Apple cambiaron nuestra forma de pensar e interactuar con el mundo que nos rodea. Al asumir la historia de uno de los innovadores más icónicos de nuestro tiempo, mi equipo de diseño y yo nos inspiramos en el revolucionario enfoque de Apple que combinaba una interfaz de uso fácil con tecnología de vanguardia –explicaba a la prensa americana en la presentación–. Nunca antes en la historia de la humanidad un dispositivo contenía tanta información acerca de nosotros, pero nunca debíamos mirar dentro de ese dispositivo. ¿Cómo el hombre que cambió la forma en que nos vemos ve el mundo? ¿Qué le inspiró y cómo se vio a sí mismo en relación con el mundo cambiante que lo rodeaba?».

Con estas razones, se ha formado una ópera en la que «la orquesta se mueve en la era digital y ha disuelto los límites de la música clásica», en palabras de Bates. Porque si algo debe tener el montaje es la misma tecnología con la que Jobs nos invadió, y si el libreto no lineal de Campbell atraviesa el espacio y el tiempo, la partitura crece a base de música electrónica, guitarra acústica, tonos orientales y otras composiciones de cuerdas. Punteo de guitarra incluido, instrumento muy del gusto de Jobs. «La producción anima el enfoque innovador de Mark y Mason a través de un entorno físico visualmente mínimo que puede transformarse en una infinita variedad de formas gracias al movimiento físico, vídeo y luz –habla Newbury–, al igual que la integración perfecta de los dispositivos de Apple». Una combinación de instrumentos tradicionales, sonidos electrónicos y artefactos no occidentales que se ha convertido en una norma de Bates para sus trabajos con orquestas sinfónicas. «Cuanto más grande es tu paleta, más dramático puedes ser», dice. «Imagine las posibilidades de dar vida a Kobun con una colección de tazones de oración tibetanos y gongs chinos que se desplazan a través de la electrónica, a veces sonando de forma acústica y otras procesados como en un limbo nirvana. Piense en lo extrañamente hermoso que puede sonar al apoyar las texturas místicas de una voz ‘‘low bass’’».