Teatro

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La comedia está servida, trece años después

La Compañía Nacional de Teatro Clásico reabrirá su sede en octubre, con capacidad para 700 espectadores, tras unas largas obras con nueva equipación, más altura y una nueva sala multidisciplinar

Una imagen del interior del teatro de la comedia, ayer
Una imagen del interior del teatro de la comedia, ayerlarazon

La Compañía Nacional de Teatro Clásico reabrirá su sede en octubre, con capacidad para 700 espectadores, tras unas largas obras con nueva equipación, más altura y una nueva sala multidisciplinar

Ha habido que esperar trece años, desde que cerró sus puertas en 2002, para ver de nuevo el Teatro de la Comedia abierto. Será, Dios mediante, que dirían antiguamente, el próximo 15 de octubre. Las obras de reforma eran ya la comidilla del Madrid teatral, pues entre problemas administrativos y zancadillas burocráticas, la Comedia nunca estaba lista. José Luis Alonso de Santos, entonces director de la Compañía Nacional de Teatro Clásico –la Comedia es su sede desde 1986–, fue quien echó un cierre necesario, pues el teatro no se ajustaba a las exigencias de seguridad y operativas de un gran espacio público de hoy. Eduardo Vasco, que le sustituyó en 2004, se tuvo que marchar de allí en 2011 sin haber logrado verlo terminado, estrenando mientras tanto en el Pavón, teatro alquilado que la Compañía dejará a comienzos de 2016 –mantendrán el alquiler cuatro meses por precaución–. Ha sido finalmente Helena Pimenta, directora de la CNTC desde 2011, quien podrá cortar la cinta el próximo octubre, con «El alcalde de Zalamea», que ella dirigirá. Curiosamente, Pimenta fue la última en estrenar allí antes del cierre, con «La dama boba». La obra, proyecto del estudio de arquitectos Araujo & Nadal, no comenzó hasta 2010 y en principio debían ejecutarse en 24 meses. Tras la reforma, el teatro recupera su aforo, unos 700 espectadores, y aumenta su superficie a 750 m2.

Ayer, el secretario de Estado de Cultura, José María Lassalle, ofreció un adelanto a la Prensa, una visita en la que estuvo acompañado por la directora del Inaem, Montserrat Iglesias, y por Pimenta. Calificada por Lassalle como «momento entrañable para todos los que hemos contribuido con nuestro esfuerzo», la presentación es el preámbulo del «principio del fin» de las obras, que se han ajustado a los 20 millones de euros del comienzo de obra, pero que no terminarán realmente hasta septiembre de 2017, dado que las últimas aportaciones de mobiliario se producirán en tres tramos: 2015 (3,25 millones), 2016 (1,78 millones) y 2017 (822.079 euros más).

El edificio había sufrido un incendio en 1915 y se reformó en tiempo récord con una estructura de hormigón. Parte de esa estructura ha necesitado ser reforzada y en algunos puntos se ha reforzado con otra metálica. Otras reformas importantes han sido la construcción de un gran aljibe central bajo el patio de butacas para garantizar el suministro de agua en caso de incendio y la elevación del escenario, que ha subido el peine y contra peine a 28 m., más de 36 si se cuenta el foso y el contrafoso –cubierto desde el incendio de 1915 y olvidado, y ahora descubierto y recuperado–, lo que permite posibilidades escénicas mayores.

La gran novedad es la incorporación de una nueva sala polivalente de 300 m2, que han bautizado como Tirso de Molina, situada encima del escenario, que permitirá ensayar, impartir talleres o exhibir espectáculos de pequeño formato (hasta 100 personas). Se ha restaurado además el lienzo histórico del techo, las pinturas de la sala, las barandillas y palcos y la entrada, rematada en azulejos y espejos. Taquillas, camerinos y despachos de la Compañía son también nuevos.