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Real Madrid

Mereció la pena

La Razón
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Lo supe desde el primer día. Mientras las ampollas y el calor abrasivo se apoderaban del lejano horizonte que representaban Cardiff y el Duro camino hacia la Duodécima. Entonces, sin saber cómo remediar la pesada carga de la mochila que de forma implacable se clavaba en los hombros y acostaba en las lumbares para doblar la esperanza, supe que estaba donde tenía que estar. Compartiendo con Manolo y todo el madridismo que se quedaba en casa un camino que era el de todos ellos. El de millones de blancos corazones anónimos dispuestos a empujar y prestar hasta el último aliento. El de amigos y compañeros que aún se pellizcaban para intentar comprender que mi locura era la suya. Supe que el Real Madrid no iba a permitir hablar de derrota ni rendición. Supe que cualquier desafío merecía la pena.

Grandioso ciclo

Nunca imaginé que la historia me iba a permitir ser testigo de otro grandioso ciclo de Copas de Europa disfrutadas por el madridismo de esta manera. Cómo imaginarlo después de aquellos largos 32 años de espera hasta la Séptima. Desde entonces, el Real Madrid no ha hecho sino agigantar su leyenda, ridiculizar la palurda teoría de las copas en blanco y negro y, lo más importante, alimentar sueños como el mío para intentar devolverle los momentos de máxima plenitud.

Grandioso ciclo

Llegar a Cardiff y pisar el Millenium justifican una vida entera de emociones compartidas con el Madrid y lo que ese escudo significa. El madridismo ha construido un puente adornado de Orejonas que ha hecho de la distancia la fuerza del inolvidable abrazo que todos juntos disfrutamos la noche previa. El «Chiringuito» fue testigo de un abrazo largo para compartir la emoción y los sentimientos, pero demasiado corto para poder devolver tanto agradecimiento y felicidad.