Familia

Yo, si puedo, quiero dar el pecho a mi hijo cuando nazca

La información es clave para que se produzca una lactancia exitosa

Yo, si puedo, quiero dar el pecho a mi hijo cuando nazca
Yo, si puedo, quiero dar el pecho a mi hijo cuando nazcalarazon

El hecho de que en los setenta se pusiera “de moda” dar el biberón ha conseguido que muchas mujeres, al convertirse en madres, no tengan ninguna referencia fiable sobre lactancia

¿Cuántas veces hemos escuchado esta frase a una mujer embarazada? “Yo, si puedo, daré el pecho”. Sin embargo, dar o no dar el pecho no depende únicamente de la suerte, gran parte del éxito de la lactancia materna se debe a la información con la que cuente la madre. Las mujeres hemos visto durante miles de años a nuestras madres, hermanas y compañeras de tribu dar el pecho, y así, mediante imitación y casi sin darnos cuenta, sabíamos perfectamente cómo poner a un bebé al pecho y conocíamos sus conductas a lo largo de la lactancia. Pero llegó un tiempo en el que pasamos de criar a los hijos “en manada”, de reñir al niño de la vecina como si fuera el tuyo y hasta de tener hermanos de leche, a criar en soledad. A veces parece que los bebés molestan, por no hablar del revuelo que genera una teta al aire alimentando a un bebé en un sitio público.

Hoy en día, lo máximo que nos llega sobre lactancia de nuestras madres, abuelas y vecinas, son los falsos mitos que se propagan y que arruinan cientos de lactancias al año. Si no nos preocupamos de obtener la información correcta sobre lactancia materna, es muy fácil caer en recomendaciones erróneas.

“Daré el pecho si puedo”

Retrocedemos a la frase inicial del artículo para derribar el pensamiento de “no sé si voy a poder hacerlo”. Claro que puedes, explica Macarena Ruíz, asesora de lactancia: Eres mujer, eres mamífera y has tenido un bebé, tu organismo está biológicamente preparado para dar de mamar. Es alarmante la cantidad de mujeres que piensan que no van a poder dar el pecho por falta de leche, porque su leche no alimente, porque el bebé no sepa mamar... El porcentaje de mujeres que realmente no puede dar de mamar es insignificante. Los verdaderos casos de hipogalactia (baja producción de leche) son reducidos y la mayoría tienen solución. De hecho, en muchas ocasiones la hipogalactia no tiene relación con la madre sino con un mal manejo de la lactancia. (Lactancia con horarios, posición inadecuada...) Además, la creencia de que hay madres con leche de mala calidad es totalmente falsa.De hecho, la calidad es siempre óptima. Da igual si amamantas cuatro meses o cuatro años, seguirá siendo un superalimento.

Por otro lado, es importante recordar que el bebé sabe mamar porque es algo que nace de manera innata, es instintivo y forma parte de la supervivencia.

Si realmente hubiera tantas madres incapaces de producir suficiente leche y tantos bebés que no saben mamar... ¿cómo habría perdurado nuestra especie?

En condiciones normales, nadie duda de su poder para gestar un bebé, así que tampoco deberíamos dudar de nuestra capacidad para amamantar. Otra cosa es que haya algún problema en la madre o el bebé (de solución más o menos complicada) que haga que el engranaje de la lactancia materna se atasque y no fluya todo con normalidad. En ese caso, podremos acudir a una asesora de lactancia materna, (madres expertas en lactancia y formadas para apoyar y asesorar a otras madres), una IBCLC (International Board Certified Lactation Consultant por sus siglas en inglés) o a personal sanitario actualizado en lactancia materna, que podrán orientarnos tanto si madre o bebé tienen problemas físicos, mecánicos o de cualquier otra índole.

¿Cómo sé si todo va bien?

No podemos saber los litros de leche que producimos. Si fuera necesario, seguramente la naturaleza habría previsto un mecanismo por el cual la madre pudiera saberlo, por ejemplo, tetas transparentes con medidor. Pero hay algo que sí podemos hacer, y es conocer la fisiología de la lactancia materna y del recién nacido para confiar en nuestro cuerpo y disfrutar de la lactancia sin preocupaciones.

Saber que todo funciona correctamente se reduce a dos cuestiones: El buen estado del bebé, y el buen estado de la madre.

Que la madre se encuentre bien es primordial. Lógicamente estará cansada, por la atención que un bebé recién nacido necesita y por la falta de sueño, pero la lactancia materna natural facilita a la madre su labor de cuidado. Lo único que necesita el bebé es a ella, su alimento, el calor de su cuerpo... Puede parecer una tarea simple, pero cuidar 24/7 a un bebé supone un gasto energético y un agotamiento físico y mental. Es aquí donde el padre y el resto de familiares entran en escena: Dedicados a cuidar a la madre. Que se alimente bien, que descanse en la medida de lo posible, que aproveche mientras le cambiáis el pañal o bañáis al bebé para hacer otras cosas que necesita. Traer al mundo y criar un humano es un acto de amor y dedicación que merece un trato honorífico, al menos los primeros meses.

La lactancia no duele ni debe doler.

Es muy común encontrarnos con los típicos comentarios del entorno “te duele porque tiene que hacer callo”, “es normal los primeros días”... Sin embargo son, de nuevo, falsos mitos. Si la lactancia materna va bien, es indolora desde el minuto cero. Para ello, el agarre y la postura son decisivos. Hay varias posturas para dar el pecho, pero lo importante es que te sientas cómoda y no fuerces ninguna posición, para evitar hacerte daño. El bebé debe ir al pecho, y no el pecho al bebé. Además, su cuerpecito tiene que encontrarse en línea recta (oreja, hombro, cadera). Si notas dolor o molestias, es posible que el agarre, la postura o algún problema mecánico te esté ocasionando dolor, así que no esperes “a que haga callo” y busca ayuda lo antes posible.

A veces supone un trastorno buscar ayuda, salir de casa, no saber dónde acudir...Hoy en día hay herramientas que nos permiten obtener ayuda a golpe de click: Grupos online de apoyo a la lactancia, asesorías por mail o WhatsApp...

A parte de la ausencia de dolor, el estado del bebé es clave para saber si todo está yendo sobre ruedas.

El bebé no sabe lo que es un reloj, ni falta que le hace.

Antes hablábamos del mal que le hace a la lactancia el imponer horarios. El “diez minutos cada tres horas” que desgraciadamente muchas hemos escuchado.

Ponerle horarios a la lactancia va a suponer una catástrofe, pues el mecanismo de producción del pecho se rige por la ley de la oferta y la demanda: A mayor succión, mayor producción. Si limitamos o espaciamos tomas, estamos mermando la producción de leche materna. Por eso, la mayoría de lactancias con horarios fracasan bajo el lema “me quedé sin leche”, “mi leche no le llega” etc.

No es que te quedes sin leche, no es que sea insuficiente, es que al restringir el número de tomas no estás permitiendo ni al bebé tomar todo lo que necesita, ni al pecho seguir fabricándolo. Lo normal es que un bebé recién nacido se pase de media hora a una hora enganchado al pecho. Hay bebés más rápidos, pero no te alarmes pensando que mama mucho porque se queda con hambre porque no es así. Simplemente, así funcionan los bebés. Maman cuando tienen hambre, pero también cuando tienen sueño, cuando están cansados, cuando les duele algo, y cuando les apetece, que suele ser casi siempre, así que las tomas son largas y frecuentes.

Aparte de una demanda activa del pecho por su parte, también sabremos que vamos por buen camino guiándonos por el peso y los pañales. Los primeros días los bebés pierden un porcentaje de peso que no debe superar el 10%. A partir del tercer o cuarto día deben comenzar a ganar mínimo 20 gramos diarios. Es probable que mucho más, pero no debería ser menos.

Hay que mirar las deposiciones del bebé

Después de expulsar el meconio y la caca de transición, debemos tener un mínimo de dos o tres cacas líquidas color mostaza, las típicas de un bebé alimentado con leche materna. Aunque a partir del primer mes, si seguimos con lactancia materna en exclusiva, es normal que las cacas se vaya espaciando en el tiempo y no significa que el bebé está estreñido, sino que la leche materna tiene poco residuo. Pueden pasar muchos días sin hacer caca, aunque prepara bodys y toallitas y reza para que no te pille fuera de casa el día en el que por fin haga de vientre.