Londres

Una «corte» con 63 súbditos para los duques de Cambridge

Fotografía del edificio principal de Anmer Hall
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Dicen que todos los bebés vienen con un pan bajo el brazo. Pero el que está a punto de nacer en Reino Unido trae, en este caso, una mansión. En concreto, una villa de diez habitaciones situada a tan sólo tres kilómetros del palacete donde la reina Isabel II suele pasar las navidades. El inminente nacimiento del segundo hijo de los duques de Cambridge no será el único cambio en sus vidas. En el hospital londinense de St. Mary’s ya está todo preparado. Kate ya ha salido de cuentas y en la puerta acampan desde hace días los fans más acérrimos de los «royals», con imágenes de Lady Di, que nunca faltan. Los fotógrafos acreditados van tomando posiciones y las televisiones son conscientes de que, en cualquier momento, tendrán que hacer un «breaking news» en la campaña electoral en la que está inmersa el país para anunciar la llegada del nuevo miembro de la familia real.

Al día siguiente del parto –aquí las madres no acostumbran a quedarse hospitalizadas–, Kate y el príncipe William tendrán que repetir la misma escena que ya protagonizaron en julio de 2013. Si hace menos de dos años, posaron para presentar a su primer retoño, el príncipe George, ahora deberán hacer lo propio para mostrar al mundo entero al niño o la niña que ocupará el cuarto puesto en la línea de sucesión.

Sin embargo, en esta ocasión, tras la foto, la familia al completo no pondrá rumbo al Palacio de Kensington, sino a Anmer Hall, una«casita» de campo de estilo georgiano construida en el siglo XVIII. Está situada en Anmer, una pequeñísima aldea perteneciente al condado de Norfolk (este de Inglaterra). Como dato destacar, ni siquiera tiene pub y en el censo tan sólo aparecen 63 vecinos. La villa fue regalo de la soberana tras su boda y aunque, a priori, podría parecer un sitio un tanto atípico para el día a día de un matrimonio tan joven –ella tiene 33 y él los cumplirá en junio–, ellos están deseosos de empezar allí una nueva vida. Y es que la vivienda es en sí una fortaleza aislada, apartada de miradas indiscretas y alejada de todo protocolo. El Palacio de Kensington –situado en el centro de Londres– seguirá siendo su residencia oficial, pero Anmer Hall será su hogar. Los conceptos son muy diferentes y Kate respira al fin tranquila, porque no soportaba más la presión de vivir en la capital. Según comentó al «Daily Mail» un amigo íntimo de la duquesa de Cambridge: «Estaba deseando escapar del ajetreo y el bullicio. Tanto ella como William aman el campo y es ahí donde quieren criar a su familia». Lo cierto es que en el Apartamento 1A del Palacio de Kensington, en plena zona turística, el hijo de la fallecida Diana y su esposa apenas podían compaginar ser figuras públicas y personas privadas. Los fotógrafos siempre están al acecho y William tiene una relación especialmente complicada con los medios, después de la trágica muerte de su madre. Desprecia a los paparazzi y ha amenazado en varias ocasiones con emprender acciones legales contra cualquiera que tome imágenes de su familia. Es por eso, por lo que el príncipe George rara vez ha sido fotografiado. De hecho, salvo su bautizo, no ha protagonizado ningún acto en el Reino Unido desde que salió del hospital de St. Mary’s hace 21 meses. El único photocall en el que se le ha podido ver fue el año pasado, cuando acompañó a sus padres por un tour en Australia y Nueva Zelanda. Aparte de eso, sus fotos oficiales salen de palacio con cuentagotas. Aunque William y Harry fueron grabados siendo niños mientras jugaban en el jardín de su casa con sus padres, una vez que ha creado su propia familia, el duque de Cambridge nunca ha permitido un posado dentro de su vivienda.

Si Diana se esforzó por crear una vida tan normal como fuera posible para sus hijos, se ve que el heredero al trono y su esposa han dado un paso más. De hecho, los abogados de William están continuamente asesorándoles sobre las leyes de privacidad. Y desde luego que de eso no les va a faltar en su nuevo hogar. La vivienda ha sido remodelada estos dos últimos años con un coste de 1,5 millones de libras para acomodarse a las necesidades de los inquilinos. No en vano, apenas había sido tocada desde que los duques de Kent –primos de la soberana– criaron allí a sus hijos hace ya bastantes décadas. En alguna ocasión, William fue a jugar con sus primos segundos en los jardines por lo que el paraje le traerá recuerdos. La casa cuenta con piscina, pista de tenis y un extenso terreno. Y la pareja y sus dos retoños vivirán allí por lo menos durante los próximos dos años, tiempo que el heredero ha firmado como piloto de helicóptero con el Servicio de Ambulancia de East Anglian, cuyas oficinas no están lejos del nuevo hogar. Con todo, el príncipe cada vez está más centrado en sus compromisos oficiales.

Los residentes son sumamente reservados ante la llegada de sus nuevos vecinos, aunque los periódicos ya han contado que a Kate se la ha visto por allí ya en muchas ocasiones, sobre todo en la granja Snettisham Park de Norfolk, donde le encanta llevar al pequeño George para enseñarle los animales. Recientemente, acudieron para dar un biberón a unos de los lechones recién nacidos. Las personas que trabajan allí están tan familiarizados con la duquesa que ésta llama a muchos por su nombre de pila. «Es encantadora y los guardaespaldas son muy discretos. Les dejan estar tranquilos. No cuenta con ningún trato de preferencia y jamás se ha organizado bullicio cuando está por aquí. Es muy dulce y George muy sociable con todos», cuenta al «Daily Mail» uno de los empleados. Aunque se especula con la posibilidad de que al pequeño le pudieran incluso llevar a la guardería local para que su infancia fuera lo más normal posible –dentro de sus circunstancias–, sus allegados aseguran que, por el momento, es «un poco prematuro». Es obvio que la prioridad de la pareja ahora son sus hijos, pero también tienen tiempo de socializar con sus amigos y ya son uno más del grupo de élite de los aristócratas lugareños, más conocidos como«Turnip Toffs». No hay que olvidar que a los ricos y nobles británicos les gusta vivir en el campo, alejados de las capitales. Eso sí, la mayoría tiene luego un pisito en el lujoso barrio de Chelsea para alojarse cuando por negocios o placer tiene que hacer noche en Londres.

Ya tienen bares favoritos

Por ejemplo, el padrino del pequeño George, William Van Cutsem y su esposa Rosie viven en Hilborough, a tan sólo 40 minutos, mientras que los viejos amigos del príncipe William, la familia Duckworth–Chad viven en Pynkney Hall, también muy cerca de la zona. Por su parte, Archie Soames, íntimo del heredero desde sus años en el elitista colegio de Eton, está en West Barsham Hall, en Fakenham, a menos de una hora en coche. También suelen frecuentar a los hijos del barón Howard, con los que William juega al fútbol.La pareja tiene también ya una lista de los bares favoritos. Hace tres semanas, compartieron una cena con seis amigos en un pub que curiosamente se llama The Crown (La Corona) para celebrar precisamente su traslado a Anmer. «Querían una noche de fiesta y aquí pueden hacer este tipo de cosas. Los lugareños son muy protectores con ellos y en el pub les organizaron unas mesas de manera estratégica para que nadie viera quién entraba o salía», asegura un testigo a la prensa local. Eso sí, mientras ellos se relajan, sus cinco guardaespaldas mantienen la alerta máxima.

Por otra parte, el círculo más cercano ha confirmado que Carole, la madre de Kate, se irá a vivir tras el parto una temporada con ellos para ayudarles con el bebé. El detalle no ha pasado desapercibido a los tabloides para airear la supuesta mala relación que existe entre los consuegros. Y es que, según la prensa, el príncipe Carlos estaría celoso de la estrecha relación que mantiene su primogénito con su familia política, razón por la cual dice que no ve lo suficiente a su nieto.«El príncipe Carlos se siente frustrado, ya que ve cómo George pasa mucho tiempo con sus abuelos maternos y en cambio a él sólo lo ve una vez cada dos meses. No tiene apenas contacto con el pequeño mientras los Middleton lo acaparan», rezaba el mes pasado un artículo de «Daily Mail». Según el texto, el heredero de la Corona británica tiene miedo de estar perdiéndose la vida de su nieto y teme que ahora ocurra lo mismo con el segundo hijo de la pareja. Amigos íntimos de la familia se han apresurado a negar la información.