Comunicación

¿Dónde están los dosieres de Quintà?

La documentación que guardaba el periodista en el momento de asesinar a su esposa no ha aparecido, aunque sí algunos ejemplares de lo que fue su biblioteca personal

El niño Alfons Quintà, junto a su padre Alfons, el historiador Jaume Vicens Vives y sus hijos, y el escritor Josep Pla, en Roses, en el verano de 1953
El niño Alfons Quintà, junto a su padre Alfons, el historiador Jaume Vicens Vives y sus hijos, y el escritor Josep Pla, en Roses, en el verano de 1953larazon

La documentación que guardaba el periodista en el momento de asesinar a su esposa no ha aparecido, aunque sí algunos ejemplares de lo que fue su biblioteca personal.

El pasado 28 de mayo este diario publicaba un reportaje sobre el legado perdido de Alfons Quintà, el periodista que se suicidó tras asesinar a su esposa Victòria Bertran. El día que apareció esa información, el autor de estas líneas recibió la llamada de alguien que preguntaba si se sabía algo del paradero de los dosieres que Quintà había reunido a lo largo de su vida, los mismos que en no pocas ocasiones habría usado con oscuras intenciones. Hablamos de carpetas con documentación comprometedora, algo que le habría servido para pasar de ser el reportero que denunciaba al Jordi Pujol de Banca Catalana a ser el primer director de TV3. Pero la búsqueda realizada en las dos últimas semanas no ha dado ningún resultado: el archivo de Quintà ha desaparecido.

Antes de cometer su crimen y suicidarse en las primeras horas del 19 de diciembre de 2016, Quintà vivió en la paranoia, obsesionado con su propia seguridad, hasta el punto de instalar varias alarmas en su domicilio en el número 27 de la calle Fígols, en el barcelonés distrito de Les Corts. El periodista pasaba no pocas noches delante del ordenador comprando libros, en su mayoría ensayos sobre política internacional e historia, desde aproximaciones a figuras como Stalin o Sadam Hussein a trabajos en italiano sobre la mafia. Este diario ha podido consultar lo que queda de esa biblioteca. Allí también hay unos pocos títulos sobre la presidencia de Pujol que curiosamente proceden de bibliotecas universitarias y que nunca fueron devueltos. También hay algún libro firmado, como un ejemplar de «Entre una Espanya i l’altra» dedicado por Josep Antoni Duran i Lleida, o una copia de «Combat per una Catalunya autònoma. Textos d’ahir i d’avui» de Josep Benet, con unas palabras manuscritas del historiador.

Solamente un puñado de libros, pero faltan cosas. Por ejemplo, ha desaparecido un ejemplar de «Notícia de Catalunya», de Jaume Vicens Vives y donde el gran historiador extendió una larga nota, acompañada de otra de Josep Pla. El libro, que estaba dirigido a Josep Quintà, el padre del periodista, fue visto por los responsables de la edición del epistolario de Vicens Vives. Tampoco se tiene noticia alguna del epistolario de Josep Pla con Josep Quintà y que conservaría Alfons en su domicilio barcelonés. Josep Quintà fue uno de los personajes importantes en la biografía del autor de «El quadern gris», tal y como se puede constatar consultando las misivas a su hermano Pere Pla o a su editor Josep Maria Cruzet.

Poco antes de convertirse en el asesino de su esposa, Quintà depositó en un trastero algunos de los documentos que tenía en su poder, entre ellos los muchos libros que Josep Pla dedicó a su padre. Con ellos también había algunos documentos del autor de «El carrer estret» y «Les hores», como el pasaporte del ampurdanés en 1955 o unas cuantas fotografías. Tras el crimen y el suicidio del 19 de diciembre del pasado año, empezaron a dispersarse estos fondos para perderse entre libreros y bibliófilos.

No queda rastro de los famosos dosieres. No han aparecido los documentos sobre algunos de los temas que le interesaban, entre ellos Jordi Pujol o Salvador Dalí. Sobre este último, Quintà escribió un alucinante reportaje en la revista «Cambio 16» sobre un pintor que se habría encargado de falsificar obras del surrealista por encargo de su entorno. La información resultó ser falsa.

Como comentaba una fuente de este reportaje, probablemente los dosieres nunca existieron. Sin embargo, sabemos que algunos de los libros firmados de Pla, no los del citado trastero, estaban en bolsas de basura. Tal vez Quintà no quería saber nada de su pasado, ni de su presente. Su respuesta fue matar.