Literatura

Barcelona

Laura Ferrero: «Me gustan las historias que nacen a partir de pequeños detalles»

Acaba de publicar su primer libro, «Piscinas vacías», un fenómeno en Amazon de la autoedición que ahora llega a la editorial Alfaguara

Laura Ferrero, periodista y escritora
Laura Ferrero, periodista y escritoralarazon

El fenómeno de la autoedición no para de crecer y contiene historias que deberían ser el clavo ardiendo de todos aquellos escritores noveles o sin suerte que ven que sus libros no pasan de acumular polvo en un cajón.

El fenómeno de la autoedición no para de crecer y contiene historias que deberían ser el clavo ardiendo de todos aquellos escritores noveles o sin suerte que ven que sus libros no pasan de acumular polvo en un cajón. La última de estas historias con final feliz es la de Laura Ferrero, periodista, editora, licenciada en filosofía y escritora sobre todas las cosas, que el año pasado publicó en la plataforma de autoedición megustaescribirlibros.com el conjunto de relatos «Piscinas vacías». El éxito inesperado de los relatos del libro hizo que éste pasase en pocas semanas a colocarse en el top 30 de Amazon con el aplauso unánime de los lectores que tropezaban con él. Tal fue su éxito que la editoral Alfaguara acaba de recuperar el libro en formato tradicional, y ya prepara el lanzamiento de su primera novela en la misma editorial. Sus cuentos son chejovianos cantos a esas pequeñas cosas que nos hacen humanos y que sólo la buena literatura es capaz de sublimar y convertirlos en suspiro y aliento poético. La joven escritora, nacida en Barcelona en 1984, todavía siente pudor al decir que es escritora, pero es lo que es, y de las buenas.

–¿Cómo se pasa de autoeditarse a una gran editorial?

– Son historias que escribo desde hace muchos años, pero que yo veía más como un hobby que como otra cosa. De repente vi que ya tenía unos quince y vi que eso era ya un libro. Lo empecé a mover por editoriales tradicionales, pero era en medio de la crisis y todos me decían lo mismo, que un libro de cuentos de una autora novel y desconocida no tenía mercado. Como editora de profesión, me dije que por qué no me lo editaba yo misma y subí los relatos a una plataforma de autoedición.

-¿Demasiado trabajo en las mismas manos?

- Claro, la autoedición está muy bien, pero estás un poco solo y abandonado, sin promoción, ni prensa, ni forma alguna de provocar repercusión. Por eso aconsejo a los escritores noveles que no descarten ninguna vía, que muevan sus libros por todas partes, de la autoedición a la tradicional, sin menospreciar ninguna.

- ¿Cuándo empezó a escribir?

- Mi familia te dirá que ya con cinco años pedía mis plastidecors para escribir palabras. A los 13 años ya escribí una novela de 500 páginas, una que siempre que releo me da una vergüenza horrible. Es una especie de mezcla de Danielle Steele y cualquier historia romántica de Hollywoodo que demuestra que sí tenía muchas ansias de escribir desde muy jovencita, pero que todavía no sabía lo que estaba haciendo.

-¿Cómo definirías los relatos de «Piscinas vacías»?

- Son historias sencillas que surgen a partir de pequeños detalles, cosa que veía ocurrían en mi propia vida y en las de mi entorno, y que de tan pequeñas a veces pueden pasar desapercibidas, pero que pueden encerrar la clave detrás de los problemas que nos angustian. Son paáginas llenas de cosas que no fueron o no llegaron a ser nunca, historias llenas de indecisiones, miedos, ocasiones perdidas, siempre con el amor como eje aglutinador.

- ¿Y cómo es autoeditarse a uno mismo?

- Por profesión, a veces me leo como si fuesen los relatos de otra persona, lo que es una ventaja. Me critico mucho más de lo que debería, a veces, pero es un proceso divertido. Para la edición de Alfaguara quitamos algunos cuentos que con el tiempo han acabado por cansarme y añadimos unos cinco que escribí en el último año, aunque esencialmente es el mismo libro.

- ¿Cuáles serían tus referentes a la hora de escribir?

- Leo de todo, y más por trabajo, aunque siempre vuelvo a los autores que más me han marcado, como los cuentos de Raymond Carver, los de Lorrie Moore o los libros de Joan Didion.

¿Sería Ferrero una admiradora de Carver sin la ayuda que le ofreció su editor, Gordon Lish? No se sabrá, pero esos son los mejores editores, los que no se saben.