Gastronomía

L’Incontro, pasta fresca sin imposturas

La visita a este restaurante refuerza la atracción por la gastronomía italiana auténtica

La clásica cocina azurra que ofrece Enzo Quacquarelli se forma después de una trayectoria alimentada desde la adolescencia. Ese influjo fraternal, más una devoción hostelera clara, ha ido forjando el poso de su oferta gastronómica que no ha parado de sumar seguidores desde hace dos décadas.
La clásica cocina azurra que ofrece Enzo Quacquarelli se forma después de una trayectoria alimentada desde la adolescencia. Ese influjo fraternal, más una devoción hostelera clara, ha ido forjando el poso de su oferta gastronómica que no ha parado de sumar seguidores desde hace dos décadas.larazon

Las agujas del reloj primaveral marcan tiempos de fidelización gastrónoma y ciertas pasiones deportivas, de manera cotidiana. Nos vemos convocados, en plena vorágine futbolera, por la proximidad de la final de Champions, entre la Juventus y el Real Madrid, a visitar el restaurante italiano L’Incontro ( (Avda Tres Cruces, 79). Y es que hay nombres premonitorios y la coartada resulta perfecta.

La cita marcada en rojo, en el calendario gastrópata, por nuestro «gourmet» amigo y metódico madridista, Miguel Lucas, nos sirve de excusa. No se alarmen, no pretendemos hacer una crónica deportiva. Aunque la sobremesa se va haciendo, minuto a minuto, la escena final podría estar ya escrita al ver la carta. «Oh mamma, quanto è buona la pasta!». Es difícil disentir. Vamos a ponernos cómodos. «¡Buon appetito!».

En el preámbulo de la comida nuestro anfitrión nos diagnostica una suerte de pasión hacia el pan que nos ofrecerán. La universal «focachia» se encumbra como un delicatessen perseguido. Sabroso, fino y adictivo. «Buon pane».

Sin más palabrería vamos con la alineación... El fantástico carpaccio de pulpo abre directamente una importante brecha gustativa. Mientras hablamos, entre líneas, con el propietario del restaurante, Vincenzo Quacquarelli, bianconegro de corazón, del reto de superar los «tentaculi» del gran Buffon.

La pasta fresca suele ceñirse a un ilimitado metraje de sabores y sensaciones que confirman su adn casero desde el primer minuto. El restaurante L’Incontro, encumbra la pasta preñada de pescados y verduras. Los ravioli de tinta negra rellenos de gambas amasan dividendos gustativos, (re)lanzando a los paladares curiosos, a través de los productos de temporada.

Los tagliettele con boletus y trufa en forma de parmesano comparten cartelera, como segundo plato, y arrasan entre el público comensal ya entregado de antemano. En unos tiempos en los que el éxtasis culinario está más cerca de la mística que de la tradición, la genuina cocina italiana no pasa de largo, deja huella en nosotros al fomentar la devoción.

La pasta fresca es el colágeno que genera la elasticidad gustativa en la carta de cualquier restaurante italiano. El principio fundamental de los seguidores adoctrinados en la cocina transalpina es que a la pasta fresca no se le pueden poner fronteras cualitativas. Hay valores que nunca se pierden. Un objeto de deseo que representa calidad y suprema perfección. Resulta difícil imaginar el panorama sin su presencia. Bocados que perduran en el paladar. La pasta ofrecida nos desborda con (in)contenida locura comensal.

Aunque existen verdades (in)discutibles, la visita al L’Incontro refuerza la atracción por la pasta auténtica, que contrasta con la artificiosidad e irrelevancia de otros restaurantes italianos.

A la vista está que hay unanimidad. Aunque, a veces, hablamos de un territorio culinario habitualmente proclive al (des) conocimiento. En todos los platos, la calidad parece inmutable.

Nos aproximamos al final tras más de 90 minutos de fantástico encuentro gustativo. Comenzamos a implementar tácticas cortoplacistas. No ha espacio para el postre. ¡Uff!, «Catenacchio». Sin resistencia alguna. La fragilidad demostrada es evidente. Al bajar los brazos, las propuestas dulces lanzadas por Enzo penetran en nuestro paladar. Pues parece que habrá prórroga...

La sugerente tertulia deportiva es amenizada por un despliegue de liberación golosa, de mutua satisfacción, con la presencia de un (in)discutible tiramisú y una convincente tarta de chocolate.

Intentamos encajar el (gol)pe. Por fortuna, la convivencia del café y la omnipresente grapa no erosiona la porra encubierta de la futura final. Sin duda, el harmónico café espresso degustado supone un aldabonazo a las anestesiadas conciencias baristas. Sabor y textura concentrados que te enganchan.

La clásica cocina azurra que ofrece Enzo Quacquarelli se forma después de una trayectoria alimentada desde la adolescencia. Ese influjo fraternal, más una devoción hostelera clara, ha ido forjando el poso de su oferta gastronómica que no ha parado de sumar seguidores desde hace dos décadas. Desde las orillas del Adriático, de su Bari natal, al Mediterráneo de Valencia, con una escala vital, más que influyente, en Alemania.

El chef Enzo Quacquarelli es fiel a su inquebrantable compromiso con la cocina tradicional que le permite conservar un alto grado de pureza hostelera, sin renunciar a la innovación puntual.

La sobremesa vivida permite intuir la magnitud de los próximas visitas. A la espera del desenlace de Cardiff nos despedimos... sin cantar el alirón. «Forza Enzo» y «Hala Miguel». Los gastrónomos y los aficionados al futbol se rigen por reglas, muy particulares, cuando se miden los resultados.

Hay una ley no escrita, pero casi siempre de obligado cumplimiento. Es preferible disfrutar de experiencias posibles que perseguir sueños (im)posibles. El tiempo dirá. Mientras tanto no duden en conocer L’Incontro, pasta fresca sin imposturas.