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Ignacio González: «Me preocupa que quien venga dilapide la herencia que dejamos»

Ignacio González: «Me preocupa que quien venga dilapide la herencia que dejamos»
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El presidente regional, que hoy cierra etapa como anfitrión en la Puerta del Sol, planea dejar sus cargos en el PP cuando abandone el Gobierno madrileño.

Con la cabeza alta porque, pese a que no es candidato, las cifras de su gestión hablan por sí solas, y con muchas incógnitas sobre su futuro y el de la Comunidad y algún reproche, es como afronta el presidente regional, Ignacio González, su último Día de la Comunidad de Madrid. El Dos de Mayo, cuya celebración en la Puerta del Sol es el termómetro que cada año toma el pulso a la Comunidad, tiene este año, en contra de lo que es habitual en una convocatoria preelectoral, un ritmo lento –más quizas de lo que les gustaría a los que están de salida– y un agrio aunque orgulloso sabor a despedida. González siente que ha cumplido con el cometido que le encomendó Esperanza Aguirre en septiembre de 2012, cuando ésta decidió apartarse de la Presidencia de la Comunidad. Entonces le prometió que estaría al pie del cañón hasta el final; lo que quizás no podía imaginar González en ese momento es que habría tantos disparos, y menos aún que el fuego no sólo le iba a llegar desde la trinchera contraria.

La crisis y los recortes que tuvo que llevar a cabo, los «palos en la rueda», de los que desde la Puerta del Sol acusan en varios episodios a Moncloa, y su no nombramiento –en contra de todo pronóstico– como candidato a las elecciones autonómicas han sido, por orden, los quebraderos de cabeza del Gobierno de González.

Tantos y tales que él, que empezó en política hace treinta años, tiene decidido abandonar. Y además lo antes posible: el 9 de junio, día en el que ha fijado la constitución del nuevo parlamento regional. Tampoco mantendrá sus cargos en el PP de Madrid, donde es secretario general. «Y Nacho no es Aguirre», puntualizan. Es decir, no dará marcha atrás.

Desde que el pasado 6 de mayo recibiera la llamada de su amiga María Dolores de Cospedal, en la que le comunicó que no sería el candidato, González se ha retirado de los «saraos» políticos. «No falla a un acto institucional y la Puerta del Sol, como Administración, funciona como su reloj», subrayan en equipo, pero el presidente regional ya ha trasladado a todas las plantas de Génova que no cuenten con él para la campaña y que en cuanto pasen las elecciones dejará progresivamente todos sus cargos. Incluidos los del PP.

Cuando antes de verano aseguró que le gustaría ser el candidato sabía que jugaba a todo o nada. En su entorno aseguran que en aquel momento él no se había planteado ser cabeza de lista electoral. Fueron los buenos resultados de su gestión los que le empujaron hasta convertirlo en «la mejor opción» para la Comunidad.

Las indiscutiblemente buenas cifras y que el PP lo eligiera para cerrar la convención que celebró en enero en Madrid lo catapultaron. «Dentro y fuera del partido se vio como un espaldarazo», explican fuentes de su Gobierno.

Dos semanas después y tras el paso por las portadas de la Prensa episodios, algunos muy antiguos, sobre el ático que el presidente compró en Marbella, o la contratación de jueces para labores de asesoría para la Comunidad, a González le comunicaron que no sería el cabeza de cartel del PP y que en su lugar lo sería Cristina Cifuentes.

«En el partido nunca le ha explicado qué fue lo que provocó su salida del cartel», revelan sus más cercanos. Y él no tiene ninguna intención de preguntarlo.

Ahora se afana en cerrar los flecos de su legado y trasladarle la documentación y la receta del «milagro» al equipo de su compañera de partido que, según las encuestas, podría gobernar pero en minoría o mediante un pacto con Ciudadanos.

González tomó las riendas de la Comunidad de Madrid en el peor momento y la deja en los niveles más altos de desempleo y crecimiento y con los impuestos y la deuda más bajos de toda España. Que Madrid sea la única comunidad que no ha tenido que ser rescatada por el Gobierno, que sea la única que se financia en los mercados «no es casualidad», explica orgulloso su equipo. Y «no ha sido fácil», añaden.

De hecho, su resistencia a entrar en el FLA ha sido uno de sus más duros caballos de batalla con Moncloa. «Hubo un momento desde que se habló con los bancos españoles para que nos negaran el crédito y así obligarnos a recurrir al FLA. El objetivo era que el Gobierno controlara a las comunidades, pero no queríamos que Madrid fuera rescatada», aseguran sus más cercanos colaboradores. Al final se consiguió financiación fuera, entre otros gracias a PIMCO, el mayor fondo de renta fija donde trabaja Daniel Lacalle, el economista liberal que Esperanza Aguirre quiso fichar para su candidatura a la Alcaldía. Y Madrid es hoy la única comunidad que no ha sido rescatada por el Estado.

Lo más duro, recuerdan en su equipo, fueron los primeros meses. Recuerdan que Zapatero acaba de dejar la Presidencia del Gobierno habiendo dejado un presupuesto «inflado y desajustado»: «El Estado nos quitó 1.000 millones de entregas a cuenta por los baremos de un sistema de financiación que es injusto», recuerdan. Aquello provocó que se aprobara un reajuste en el Presupuesto de la Comunidad para reducir el gasto en 2.700 millones. Parecía que no cumplirían con el déficit y que las «mareas» iban a acabar llevándose por delante a su Gobierno, pero finalmente salió adelante y en el segundo trimestre de 2013, la economía madrileña crecía y el paro cambió su tendencia. De esos meses, los colaboradores de González recuerdan como momentos muy duros cuando el Gobierno les «tumbó» el euro por receta o cuando decidieron dar marcha atrás en su plan de externalización de la gestión de los hospitales. «No era una privatización, nunca se ha pensado en privatizar la Sanidad. Eso fue un debate político», apuntan. Es más, González se va con la Sanidad como una de sus máximas preocupaciones: «Como no se sigan poniendo en marcha medidas de racionalización del gasto sanitario tendremos muchos problemas», ha confesado González estos últimos días a equipo.

La llamada crisis del ébola, que acabó con un consejero al que el tiempo acabó dándole la razón aunque no las formas, y Eurovegas, de cuya negociación aseguran fuentes regionales que se rompió porque «el Gobierno no estuvo rápido, no porque no estuviera decidido a llevar a cabo las excepciones que pedía Adelson», han sido otros de los capítulos que el equipo de González, si pudiera, dar marcha atrás, cambiaría varias cosas.

Entre sus máximas satisfacciones están el bilingüismo de los escolares madrileños, que ya no estudian inglés, sino «en inglés»; la Ley de Autoridad del Profesor, los nuevos criterios para las oposiciones a profesor y las nuevas asignaturas de Historia de España y Programación, «porque sólo así nuestros hijos serán competitivos»; repite González. En todas Madrid ha sido pionera. El control del gasto que generaba Metro (de 1.000 millones a 800 de déficit anual) y la remontada del turismo, sobre todo el nacional, o la inversión en I+D+i, que lidera la Comunidad, también contribuyen a que se vaya con la cabeza alta.

Ahora ya sólo le preocupa de que todo esto no tenga continuidad e incluso que se venga abajo. «No sé quién vendrá detrás de mí, pero estas cifras hay que consolidarlas. Madrid es ahora la Comunidad que está mejor económicamente, pero todavía puede dar la vuelta», ha asegurado estos días. «Para gobernar y generar prosperidad es necesario generar recursos, no sólo gastos», insiste.