Irene Villa

Desarme a la vista

La Razón
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Este ha sido siempre nuestro gran deseo: que los disconformes con la política, la territorialidad, incluso la Constitución, utilicen las vías democráticas para expresar su parecer, pero jamás la violencia y mucho menos las armas. Porque ese ímpetu que muchos tienen unido al odio y el rencor que muchos intentan inocularnos, tiene el peligro de volver a dejar una amarga y eterna huella de por vida. Han de abandonar las armas porque saben que la justicia además les perseguirá siempre, como se ha demostrado con investigaciones, registros y detenciones de quienes siguen involucrados con ese camino inhumano y sangriento llamado terrorismo. Fernando Aramburu explica en estas breves palabras extraídas de su libro «Patria» el proceso por el que un joven exaltado se convierte en asesino: «les mete malas ideas y, como son jóvenes, caen en la trampa. Luego se creen 10 es porque llevan pistola. Y no se dan cuenta de que, a cambio de nada, porque al final no hay más premios que la cárcel a la tumba, han dejado el trabajo, la familia, los amigos. Lo han dejado todo para hacer lo que les mandan cuatro aprovechados. Y para romperles la vida a otras personas, dejando viudas y huérfanos por todas las esquinas».

También son fundamentales documentales para no olvidar como «Trece entre mil» o «Contra la impunidad» de Iñaki Arteta. Porque todos recordamos el terrorífico 11 de septiembre, el sangriento 11-M, sin embargo ni yo recordaba que en julio de 1979 ETA cometió un triple atentado con bombas en maletas con temporizadores en Barajas, Chamartín y Atocha también con víctimas mortales. Pasó desapercibido porque cada nada, aparecían cuerpos masacrados. Fue después de la ley de amnistía, que en vez de acabar con el terror, aumentó la infamia un 90%. Muchos quedaron sin resolver. Algunos apenas fueron investigados, ni tiempo había. Sus víctimas, imaginaos, en desamparo total. Y es que es necesario cerrar una herida que, especialmente en el País Vasco, sigue contaminando un odio que sigue latente y porque toda voz contra toda impunidad, no ha de extinguirse jamás.