Barcelona

Flandes-Cataluña, el desafío en Bruselas

La Razón
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En el enredo catalán de nunca acabar, los guionistas de la farsa inependentista pretenden dar otra vuelta de tuerca para hacer un poquito más la puñeta al enemigo español y la ola al exiliado Carles Puigdemont, sea cual fuere su inestable domicilio. Han cavilado celebrar el habitual partidillo de Navidad de la selección catalana de fútbol contra un combinado de Flandes, no en Barcelona sino en Amberes o, probablemente, en Bruselas para que el «president» se sienta como en casa sin necesidad de hacer mudanza. No es broma. En la capital de Europa, flamencos contra catalanes dirimiendo las diferencias propias de un encuentro futbolístico con la excusa de proclamar sus coincidencias sociopolíticas. La semilla «indepe» lista para multiplicar su avance mediático. Sería un pelotazo aunque el balón estuviera pinchado.

Las autonomías con más o menos sentimientos regionalistas, en estas fechas extienden el espítitu navideño al fútbol, o así lo pretenden. Pero no es lo mismo un partido de la selección andaluza que otro de la catalana o la vasca. La reivindicación nacionalista forma parte de un espectáculo que, por cierto, no es masivo donde más se persigue la reacción y no es atractivo donde el interés es fundamentalmente deportivo.

A medida que ha mejorado la calidad del fútbol español, según se ha ido implantando el tiquitaca y conquistando el mercado exterior, con campeonatos del mundo, europeos e interclubes, el interés por estos bolos navideños ha decrecido considerablemente. La nostalgia cede frente a la calidad y ni siquiera un equipo como el de Argentina es gancho suficiente para colgar el «no hay billetes».

Ocurra o no, consientan o no las autoridades belgas, la idea está madurando y el desafío, lanzado. Si Vujadin Boskov levantara la cabeza, repetiría con más ahínco y convicción aquella frase tan simple como lapidaria: «Fútbol es fútbol». No estaría de más que los radicales dejaran ya de joder con la pelota.