Ely del Valle

Importancia de las apariencias

La Razón
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No sé a ustedes, pero a mí me educaron para que plantase cara a las dificultades y no saliera corriendo a la primera de cambio. Siempre me ha parecido una buena filosofía. Hay sin embargo un juez que ha decidido dejar a mitad dos pedazos de procesos como son el de la «Púnica» y el del «caso Lezo» sin que le tiemble el bigote. El pasado 25 de mayo abandonaba su despacho en el Juzgado de Instrucción Número 6 de la Audiencia Nacional llevándose en una cajita de cartón sus pertenencias y dejando sobre la mesa varios miles de folios a la espera de que el siguiente se haga cargo del papelón –nunca mejor dicho– que supone ponerse al día en un asunto sobre el que se lleva años investigando y del que depende el futuro no sólo de los cientos de personas que en este momento viven en el limbo de los imputados, sino de todos los demás, que también tenemos derecho a que se nos diga cuántos y de qué calibre son los garbanzos negros que hay en el cocido. No merece la pena seguir dándole vueltas a la lentitud de la Justicia porque está claro que es un problema que todo el mundo reconoce pero que nadie tiene la intención de solucionar, y menos el Consejo del Poder Judicial, que es el que le ha puesto el puente de plata a Eloy Velasco para que salte hasta el Tribunal de Apelaciones, pero se agradece que, por lo menos desde la Audiencia Nacional, se le obligue ahora al susodicho a permanecer en la garita de guardia hasta que llegue el relevo. Nadie espera que hasta entonces Velasco haga gran cosa, pero cubrir el expediente y guardar las apariencias es lo mínimo que se le puede exigir. La imagen de esos catorce mil folios de sumario languideciendo sobre una mesa sin dueño representaba una metáfora demoledora.