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La insurrección que viene

La Razón
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«Luchar, crear, poder popular», es el nuevo grito de guerra de Pablo Iglesias. No es nuevo. Lo utilizó el Movimiento de Izquierda Revolucionaria en el Chile de Salvador Allende. En España, lo conocimos de la mano del grupo Inti Illimani en «Canción del Poder Popular». El MIR decía, en su declaración de principios que «las directivas burocráticas de los partidos tradicionales de la izquierda defraudan las esperanzas de los trabajadores; en vez de luchar por el derrocamiento de la burguesía se limitan a plantear reformas al régimen capitalista, en el terreno de la colaboración de clases, engañan a los trabajadores con una danza electoral permanente, olvidando la acción directa y la tradición revolucionaria del proletariado. Incluso, sostiene que se puede alcanzar el socialismo por la “vía pacífica y parlamentaria”, como si alguna vez en la historia de las clases dominantes hubieran entregado voluntariamente el poder».

El líder de Podemos la ha desempolvado en los últimos días, aprovechando la más que posible investidura de Mariano Rajoy por la abstención del PSOE. Nueva fórmula para un viejo discurso de agitación que pretende mantener «un pie en las instituciones y un pie en la calle», su manera de «asaltar los cielos». Se sustenta en el pasado del MIR, en los orígenes del Partido Socialista Unificado de Venezuela y otros movimientos andinos, pero que también mama de las ubres de una nueva ideología antiglobalización y antisistema que supera los viejos postulados del marxismo y anarquismo más ortodoxo en la Europa del siglo XXI. Esta corriente ideológica crece exponencialmente a la sombra de la crisis económica, social, política, institucional y de valores que rompe los equilibrios de la nueva sociedad globalizada. Está impulsada por autores diversos de la extrema izquierda europea como Foucault, Heidegger, Agamben, Negri, Butler, Zizek, Debord, Hart, Rancière, Badiou y, sobre todo, Tiqqun, nombre colectivo de los filósofos izquierdistas, inspirados en la Internacional Situacionista del Mayo del 68, que se dieron a conocer con un manifiesto a finales de la década pasada titulado «No al orden nuevo». Nació el «Comité Invisible» que no firma sus textos porque «la verdad no tiene dueño». Sus textos inspiran buena parte de la acción política de Podemos que, en su versión más extrema, son asumidos por Pablo Iglesias.

«La insurrección que viene», el libro más conocido del Comité Invisible, plantea una nueva revolución en la que ya no se toma el Palacio de Invierno, ahora se desestabiliza el sistema «propagando la anarquía y viviendo el comunismo», impulsando un nuevo tipo de revolución anticapitalista que no busca «el cuerpo a cuerpo» sino «la apropiación del poder por la gente, el bloqueo físico de la economía y de la aniquilación de las fuerzas policiacas». El partido político ha sido sustituido por el movimiento que aglutina a todo aquel que rechaza el «nuevo orden». Iglesias ha dado un paso adelante que busca reencontrarse con el movimiento que le aupó tras el 15-M y reafirmar su liderazgo. Se siente demasiado encorsetado por el aparato de Podemos, donde, además, osan en cuestionar sus tesis. Está más cómodo centrando su discurso en «la lucha contra la casta» allende de la Carrera de San Jerónimo levantando, otra vez, la bandera de que no «hay ni derechas ni izquierdas». La lucha es de «los de abajo contra los de arriba». Iglesias recala así en la teoría del «Comité Invisible», la de la revolución permanente que persigue «conquistar la opinión pública, hundiendo lo que se consideran verdades absolutas», forzando «los límites del capitalismo parlamentario», que cuestionan «llenando las plazas» en las que «los ciudadanos deliberan libres de la presión en el espacio público y se autoorganizan frente a los gobiernos». No se opone un discurso a otro, un grupo a otro, sino un mundo a otro. El poder, ahora, se toma infiltrándose en la sociedad. No se trata de «tomar el poder sino de apoderarse de las técnicas existentes para subvertirlas, transformarlas, reapropiárselas, hackearlas», es decir, «promover un movimiento de masas capaz de sabotear» el orden establecido. Este nuevo concepto de revolución social es «la guerra en marcha», donde la fuerza está en la calle, en los movimientos sociales, en el contrapoder popular.

El actual dirigente de la CUP, Quim Arrufat, lo apunta claramente cuando dice que «para ganar no has de tener mayoría parlamentaria». En esto está Iglesias. Nos ha dejado en las últimas horas dos ejemplos. Un escrache a Felipe González, silenciando una voz en la universidad, o en el motín de Aluche. No lo duden, habrá más. No es un calentón, es la teoría de la insurrección que viene.