Alfonso Ussía

Militar

La Razón
La RazónLa Razón

Juramento o promesa. Un militar jura o promete lealtad a su Bandera. No me refiero al escudo, que puede variar con los tiempos. Lealtad a su Bandera y derramar en su defensa, si llegara el caso, hasta la última gota de su sangre. El general Rodríguez, Jefe de Estado Mayor de la Defensa durante el Gobierno de Zapatero, juró lealtad a la Bandera en la Academia General del Aire. Maniobró y desfiló bajo esa Bandera. Ocupó sus despachos presididos por la Bandera. Enterró a sus compañeros, caídos por España en misiones militares o asesinados por el terrorismo, con sus ataúdes cubiertos con su Bandera. Y alcanzó el mayor grado y empleo cumpliendo con su deber y con su juramento o promesa. Curiosamente, hoy ha dejado de ser un militar para convertirse en un político. Un partido político cuyos dirigentes desprecian la Bandera a la que juró o prometió lealtad don Julio. Sus compañeros de partido gustan mostrar en sus comparecencias la bandera republicana, también conocida como la tricolor, la rumana o, simplemente, la fea. Y ha llegado a un acuerdo con los dirigentes de «Podemos», que apoyan a Bildu –la ETA– en el País Vasco, que defienden el derecho a la fragmentación de España, que consideran la unidad de la Patria un contrasentido y jamás se han permitido un rasgo de generosidad y justicia con los militares que cumplen diariamente con su deber y con aquellos que han sido enterrados por entregar su vida por sus compatriotas. Muchas lagunas en la memoria de don Julio. Muchos desencuentros anímicos en su proceder. Muchos olvidos de sus compañeros en su mal paso dado.

Los de «Podemos» dicen una cosa hoy y otra mañana, y en el mismo día, tres o cuatro contradictorias depende de dónde se hallen y hablen. Pero uno de los rasgos comunes de los dirigentes de «Podemos» es su desafecto profundo por todo lo militar. Pretendo ser bien entendido. Por todo lo militar en España, en los Estados Unidos, en Francia o en Inglaterra, que no por lo militar en Cuba, Venezuela y Corea del Norte. En estos tres últimos casos, lo militar les gusta más que comer con los dedos. Ellos son partidarios del militarismo en el poder, no de los Ejércitos que sirven a la sociedad desde el deber y la disciplina a las órdenes de los Gobiernos elegidos con los votos libres y soberanos. No puedo figurarme a don Julio estrechando la mano de los proetarras de «Bildu». No me cabe en la cabeza que un general de cuatro estrellas se atreva a decir que el problema de Cataluña «se soluciona con política, y no con la Ley». Que un general del Aire recomiende pasar por encima de la Ley es gravísimo. Pasar por encima de la Ley, con mayúscula, equivale a quebrar el Estado de Derecho, las leyes, la Constitución y, en su caso también, las Reales Ordenanzas que juró o prometió cumplir.

Tuve con don Julio muy breves y esporádicos encuentros, y siempre se comportó con la cortesía y buena educación de los que llevan el uniforme. Sabía que muchos de sus compañeros le decían «Julio el Rojo», y que otros le achacaban su escaso esfuerzo en la milicia y su preferencia por los cómodos despachos. En las Fuerzas Armadas son necesarios los militares de campo que disfrutan con sus hombres y comparten sus padecimientos, y lo que proyectan, idean, mandan y pesupuestan desde sus despachos. Pero no se me va de la cabeza lo que don Julio ha dicho. Saltarse la Ley. Eso se llama golpismo, y me niego a creer que don Julio sea un golpista.

¿Lo veremos en un mitin con la bandera «rumana» a sus espaldas? ¿Lo veremos abrazando a un dirigente de «Bildu»? ¿Se saltará la Ley un general de cuatro estrellas con los primos hermanos de «Podemos» en Cataluña, los de la CUP?

¿Un nuevo Miaja? No entiendo nada.