Partidos Políticos

Ocho apellidos sanchistas

La Razón
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El estío es una época del año en la que parece que todo se paraliza, las calles de Madrid se vacían y los medios de comunicación inflan la «serpiente del verano», porque las noticias escasean.

Sin embargo, este año, las cosas están siendo diferentes. En la capital no se nota que las cifras de turismo se disparen, a juzgar por el tráfico, y la política está cargada de acontecimientos: la comparecencia del presidente del Gobierno en la Audiencia Nacional, la indulgencia podemita con el régimen venezolano y el «nuevo PSOE», que es el más de izquierdas de los últimos 40 años.

Lo cierto es que, a pesar de que todas estas informaciones son propias del pleno curso político, las noticias se queman en unas pocas horas. La comparecencia del Sr. Rajoy no llegará a ver el sol mediático de agosto, la querencia del Sr. Iglesias y sus correligionarios por los sistemas populistas de dudoso perfil democrático está descontada desde hace años, nadie lo duda y, lo que es peor, tampoco se escandaliza.

En cuanto al «nuevo PSOE», sabemos solo un par de cosas sobre su estrenado perfil izquierdista: que en asuntos como la huelga de estibadores ha ido a remolque de la situación, sin pena ni gloria, que está inmerso en un lío monumental sobre la concreción del término casi metafísico «nación de naciones» y que el Sr. Sánchez, en su fuero interno, se siente absolutamente legitimado por su victoria en las elecciones primarias del Partido Socialista para no contar con las minorías, ni con sus referentes.

Muchos preveían que desde la calle Ferraz se iba a intentar desestabilizar a las direcciones regionales y a sus líderes. Ya hemos visto varias escaramuzas que se han saldado con una derrota del aparato del Sr. Sánchez en Valencia, Andalucía y Castilla-La Mancha.

Pero los problemas del PSOE son otros. En los últimos tres años, por ejemplo, ha tenido una hoja de ruta errática, ha sido imposible detectar un hilo conductor en las propuestas y en los debates y, además, el Partido Socialista no tiene claro quién debe ser su público.

Desde el año 2014 solo ha visto cómo Podemos se ha hecho fuerte electoralmente y se ha limitado a competir con él por el mismo electorado con mensajes y formas parecidas. Por su parte, sus portavoces no emocionan y el desencanto se ha apoderado de los votantes que aún le quedan.

La agenda de un partido socialdemócrata debería relegar a un segundo lugar los asuntos de superestructura política, como el tema catalán, tener una posición clara y sin ambages y no liar más las cosas con términos fabricados ad hoc como el de «nación de naciones», que no lo entiende ni quien se lo inventó.

Debería trazar una hoja de ruta con los problemas de verdad del país, como la recuperación del talento joven emigrado, el futuro de las pensiones, la pérdida de derechos en el mercado laboral o la falta de inversión en educación, sanidad e investigación.

Debería, también, ser la referencia en temas como la violencia machista, como lo fue el presidente Zapatero. Después de la larga lista de mujeres y niños víctimas del terrorismo machista, es increíble que el Estado de Derecho persiga a Juana Rivas. Ahí se echa en falta un Partido Socialista capaz de colocar en el centro del debate político la necesidad de una reforma que acabe con injusticias como esta.

Sin embargo, parece que sea más urgente la destitución del Sr. Guerra. En esto de la búsqueda de la pureza, bien podría decirse que en el «nuevo PSOE» hay que tener «ocho apellidos sanchistas».