Iglesia Católica

Palabra de Papa

La Razón
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Por el uso que hace del lenguaje descubrimos a veces la verdadera naturaleza de algunas personas. El Papa Francisco, en su día profesor de literatura, utiliza las palabras dando a cada una de ellas su verdadero valor. Es una prueba más de su sabiduría. En el prólogo que ha escrito para el libro de una víctima de los abusos sexuales por parte de un sacerdote el Papa emplea palabras de una extraordinaria contundencia para condenar estos delitos: «Monstruosidad absoluta», «pecado horrendo», «sacrificio diabólico» y se pregunta «¿cómo puede un sacerdote, al servicio de Cristo y de su Iglesia, causar tanto mal?». Para él la pederastia clerical es «una terrible zona de sombra en la vida de la Iglesia». Más adelante Francisco escribe que «algunas víctimas han llegado hasta el suicidio. Estos muertos pesan en mi corazón y en mi conciencia y en la de toda la Iglesia».

A la vista de estos testimonios me pregunto cómo pueden todavía algunos poner en duda la voluntad de Bergoglio de poner fin a tan execrables prácticas acusándole de limitarse a las palabras sin pasar a los actos. Esta es una calumnia inaceptable. Siguiendo la línea de «tolerancia cero» en el combate a los abusos sexuales abierta por Benedicto XVI su sucesor ha creado una comisión especial para la tutela de los menores y ha exigido a todos los obispos del mundo que persigan a los autores de semejantes delitos y, sobre todo, acompañen a las víctimas de estos escándalos.

En su ingenuidad hay quien piensa que el Papa de un plumazo puede poner fin a esta miseria humana olvidando que muchos de los casos que ahora están aflorando se han producido hace diez, quince o más años. ¡Qué más quisiera él! Pero en vez de lamentar esta impotencia ha puesto todos los medios para cortar de raíz estos dramas y ha advertido muy seriamente a los obispos para que no intenten ocultarlos ni proteger a sus autores con la absurda intención de preservar el buen nombre de la Iglesia. Ésta fue en el pasado la actitud predominante, pero hoy ya no es ni viable ni evangélica. Bergoglio pide «severidad extrema con los sacerdotes que traicionan su misión y con su jerarquía, obispos o cardenales, que les protejan, como sucedió en el pasado». ¿No basta?