Enrique Miguel Rodríguez

Siempre Andalucía

La Razón
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Todos los días que se celebran sirven para recordar, enaltecer y valorar determinadas situaciones, actividades o personas. Quisiera hacerlo en el Día de Andalucía, mi tierra. Nací en su capital, Sevilla, de madre portuense y padre malagueño. No es mal trío: de un lado, el bravo e inmenso océano Atlántico; de otro, el mar de la cultura, ése que va de Algeciras a Estambul perfumadito de brea, el Mediterráneo; y por último, el Guadalquivir, ese río que siempre quiso ser mar. De esas aguas, de esos poderosos vientos, me siento vasallo. Mi gran suerte ha sido saber que tenía que vivir fuera, que recorrer otras tierras, otros mares, en los que aprendí tanto de la vida, que además fueron generosos. Por eso cuando decidí, ya maduro, volver a mi tierra y enraizarme en ella como un viejo olivo, lo hice a conciencia, sabiendo que por encima de la política de siglos que siempre dejó estas tierras para más adelante, que a pesar de las miles de cosas que quedan por resolver y que nunca se resolverán del todo, quiero en el Día de Andalucía proclamar todo lo que esta tierra milenaria te da. Desde los tartesos a los romanos, que nos dejaron parte de su avanzadísima forma de vida, Itálica y Baelo Claudia. En las inmensas playas de Bolonia, donde ya inventaron la almadraba del atún. Andalucía, dadivosa siempre, les dio dos de sus mejores emperadores, Trajano y su sobrino Adriano. Los árabes nos dejaron historias interminables y ese orientalismo embriagador. Basta con decir Alhambra, Mezquita o Giralda de una ciudad a la que siempre vigila, Sevilla. Murillo, Velázquez, Picasso, Falla, Turina, Lorca, Cernuda, Alberti, Juan Ramón, los Machado y, claro está, Rafael de León. Cartel de lujo para Andalucía, España y el mundo. A esta tierra siempre le han faltado grandes industrias, pero ha tenido y tiene grandes artistas en todos los terrenos como ninguna. De tanta gente, de tantos paisajes, de nuestros vinos, comida, tradiciones, alegría desbordante... ¡Hay tanto que celebrar! Andalucía por sí, con sus hijos, con pan, cultura y libertad. ¡Gracias tierra mía, y feliz día!