César Vidal

¿También Ciudadanos?

Hace unos días relaté aquí la desilusión de un amigo de Podemos. Esta semana me contó sus cuitas una amiga de Ciudadanos, formación de la que conozco a más gente siquiera porque he coincidido durante años con algunos de sus dirigentes. «Mira», comenzó, «yo a Albert... bueno, pues le sigo teniendo aprecio. Es un tío majo y simpático, pero el resto...». «¿Qué pasa con el resto?», pregunté facilitándole el descargo de conciencia. «Pues que no hay por dónde coger a muchos. En Valencia, presentamos a la hija de Punset, que es una catalanista convencida de que Valencia es uno de los «paisos catalans»... pero ¿cómo podemos hacer eso a Valencia?». «Yo tampoco lo entiendo», le reconozco. «¿Y en Madrid?», continúa sin escucharme, «¿qué me dices de Madrid? Que no digo yo que esta mujer no pudiera ser alcaldesa, pero lo primero que suelta es que se va a ocupar de que el colectivo de gays, lesbianas y transexuales reciba el respaldo del Ayuntamiento...». «Mujer», intento consolarla, «yo hace ya dos años que faltó de la capital... No sé... a lo mejor los madrileños piensan que los gays necesitan que el Ayuntamiento los ayude a ser más visibles...». «¡Qué van a pensar! ¡Qué van a pensar!», me interrumpe con los ojos cuajados de lágrimas, «los madrileños están en lo normal, en pagar menos impuestos, en que no aparezcan los agentes de movilidad en los atascos porque los convierten en un caos, en que las calles no estén llenas de papeles...». «Te veo muy desilusionada...», me atrevo a decir. «Pues sí», me responde mientras se saca un pañuelito del bolso, «sí que lo estoy. Yo pensaba que Ciudadanos, por eso de que se habría enfrentado al nacionalismo catalán, sería un partido de centro-derecha, pero ¡qué va! Son la izquierda de toda la vida, rebotada de sitios donde no podían pillar cacho y con unas propuestas, como subir impuestos, que también asumiría Podemos». Me mantengo callado. Reflexiono que, si habláramos en persona, en lugar de valiéndonos del Skype, no podría resistir la tentación de permitirle que llorara apoyada en mi hombro. Se la ve tan hundida... «Yo estoy harta del bipartidismo», gime, «ya sé que tu no crees en su existencia, pero a mí me agobia y ahora veo lo que ha pasado en esta campaña y no puedo dejar de preguntarme: ¿también Ciudadanos?». Guardo silencio y me digo que, como en las relaciones de pareja, más vale descubrir la infidelidad antes que después de pasar por el altar.