María José Navarro

Yo, Leonor

La Razón
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Me he acercado a mi padre, así por detrás, como con intención de susurrarle en la cepa de la oreja. Yo creo que en esos momentos de maldad se me debe poner cara de diabla porque Altibajos me trincó de la trenza lateral y del tirón pegué un brinco que ríete tú del Circo del Sol. Tuve que esperar un ratejo en mi cuarto hasta que Altibajos comenzaba con sus ejercicios tonificantes para sacar bracito y que se le endurezca el trasero como una tabla de lavar para llevar a cabo mi plan, pero cuando ella se entrega a la gimnasia está como en trance. Mientras Altibajos sudaba un poquito (pero poquito, eh, que mucho es de gente ordinaria) hice un segundo intento. «Papa –sin acento, que me gusta mucho ponerles nerviosos– mucha garrota, mucha garrota pero el yayo no atasca». «Cariño –me dijo mi padre con esa cara que se le pone de babear sin disimulos– ¿qué quieres decir? ¿Que el Rey Emérito cumple con sus obligaciones y responsabilidades de manera impecable y ejemplar? ¿Que nunca falla, que está siempre velando por los intereses de España, que no descansa nunca, que no encuentra relax porque tiene el Estado en la cabeza?». «Justo, papa, en eso estaba yo pensando justamente –le dije con una sonrisa que se me oxidaban los pendientes–. Nosotros aquí chupando misa y fotos y recepciones y el agüelo de picos pardos con Marta». Mi padre se me quedó mirando con los ojos del gato de Sherk e intuí una leve lagrimilla en sus azulados ojazos borbónicos. «Papa, tú, hijo mío no te preocupes. Mientras nosotros nos comemos doblados unos marrones del quince, el monarca que salvó a España del golpe se está pegando unas vacaciones que ni el primo Pipe. Por cierto, ¿tengo que llamar a Marta abuelastra o como llevan tanto tiempo ya es más yaya que la yaya? ¿Es tan bonito y romántico Irlanda como dicen? ¿Es constitucional vivir tan a gusto como vive él? ¿Lo siente, se ha equivocado, no volverá a ocurrir? ¿Hay pan Bimbo?». Le vi la mirada perdida y me dio un sentimiento gordo. Así que le pasé la mano por la espalda como se pasan los décimos de lotería por la chepa y me fui a gimnasio. «Mamaaaaaaaaa, ¿tú eres más de So o de Ma?». Estoy castigada hasta el doce de octubre. Mejórenlo, si pueden.