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Dentro del cerebro

La Razón
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La última y preciosa película de Pixar, «Inside Out» (traducido en España como «Del revés»), basa su divertido argumento en el funcionamiento interno del cerebro humano y cómo operan las emociones, simplificadas en cinco sentimientos básicos: alegría, tristeza, ira, asco y miedo. Los cambios emocionales de una niña de once años son mostrados desde el interior del cerebro, y sus experiencias vitales son guardadas en un inmenso almacén de recuerdos, del que van siendo descartados y olvidados muchos de ellos.

Uno de los detalles más reales de la película es que uno de los recuerdos más repetitivos y que constantemente sale a la luz es un anuncio de chicles con una música tremendamente pegadiza. En muchos momentos, tanto tristes como alegres, la niña tararea la cancioncilla del anuncio mientras aparece la imagen del paquete de chicles, ante la desesperación de los personajes que representan sus sentimientos.

No deja de ser un guiño y reconocimiento a la labor de los publicitarios, que consiguen muchas veces ese objetivo utilizando herramientas muy comunes como la música. Hoy día se está avanzando mucho en la neurociencia y sus aplicaciones en el marketing, pero desde hace muchas décadas los publicitarios han empleado, de forma probablemente intuitiva y basada en la experiencia, esas fórmulas que consiguen hacer llegar al cerebro de los consumidores sus mensajes y, en algunas ocasiones, instalarlos tan fuertemente que parece imposible sacarlos de la cabeza.

Ocurre, desde luego, con la música, pues es posiblemente uno de los recursos más eficaces para lograr esa memorización. No es la publicidad la única que lo consigue, pues todos tenemos pegadizas melodías de canciones del verano que nos resultan insufribles pero se quedan en el cerebro y nos salen una y otra vez, y en los momentos menos pensados tarareamos sin querer la última horterada de moda.

Afortunadamente, ese objetivo lo consigue sólo una millonésima parte de los anuncios, y pese a todas las investigaciones de neuromarketing sigue siendo un profundo misterio el secreto de cómo lo logran. Sino, ese enorme banco de memoria que es el cerebro estaría repleto de jingles, slogans y marcas publicitarias.