Maltrato animal

Asesinos de perros, psicópatas en potencia

Los deseos de acabar con la vida de las mascotas se relacionan con otros tipos de violencia contra humanos

Naif, el perro que sobrevivió pese a ser acuchillado en el cuello
Naif, el perro que sobrevivió pese a ser acuchillado en el cuellolarazon

Los deseos de acabar con la vida de las mascotas se relacionan con otros tipos de violencia contra humanos

Echando un vistazo rápido a la cuenta de Twitter de la Guardia Civil se aprecia la cantidad de personas que tratan de acabar con la vida de las mascotas de los demás. No hace falta retroceder demasiado en el tiempo para encontrar varios casos. Sirva como ejemplo el aviso lanzado en los últimos días: el Instituto Armado solicitó la colaboración ciudadana para tratar de identificar a la persona que colocó trozos de salchichas con alfileres en su interior en algunas zonas verdes de la localidad zamorana de Villaralbo. En Zamora capital también aparecieron estas pequeñas trampas a finales del año pasado, sumándose así a la serie de denuncias que ya existían por este tipo de acciones en la capital provincial.

Esta realidad supone un serio problema a nivel social. «Los casos que aparecen deben llamarnos la atención porque son una señal de alarma ante posibles ‘‘asesinos tímidos’’ que se atreven con los animales pero no con los humanos. Suponen una falta de sensibilidad mayúscula y manifesta en la que pueden entrar en juego la enfermedad mental o el trastorno antisocial de la personalidad», sostiene Sergio García, psicólogo experto en Intervención Social. Y es que el deseo de acabar con la vida de una mascota depende del sujeto al que se pretenda perjudicar. Matar a la mascota del vecino o de alguien conocido tiene como objetivo mantener una especie de duelo con la familia al privarle de una parte más de su núcleo más cercano, un ser con nombre con el que se comparte un espacio. Pero la cosa cambia cuando se mata por matar. Ahí aparece la intolerancia hacia algún aspecto del animal que el agresor concibe como algo malo, y esa intolerancia sería la que desencadenaría el comportamiento violento.

Sin embargo, la violencia hacia una mascota puede representar un recurrente indicativo del nivel de peligrosidad del sujeto. Según recuerda García, «algunos estudios afirman que el 80% de las personas culpables por violencia de género también maltratan a los animales, y otras investigaciones realizadas en prisiones demuestran que un alto porcentaje de asesinos en serie había maltratado animales en su infancia». A todas luces, es ésta una conducta propia del sector masculino, el género más propenso a mostrar comportamientos de dominación.

No obstante, la edad sí configura un elemento distintivo a la hora de matar un animal: los antecedentes más tempranos no siempre se corresponden con el trastorno antisocial de personalidad que presenta un asesino de animales adulto. «Cuando este comportamiento se da en jóvenes de menos de 16 años se habla de trastorno disocial. La falta de escrúpulos de los menores puede llevarlos a experimentar con el medio, por lo que estas acciones no se entiendan tanto como asesinatos aunque la crueldad sea la misma que si lo hiciera un adulto», explica el psicólogo.

Afortunadamente, la conciencia social cada vez se encamina más hacia el respeto. García afirma: «En los 40, como refleja Delibes en algunas de sus obras, el maltrato era algo habitual. Bajo el sentimiento de propiedad que existía podía hacerse cualquier cosa con los animales de compañía. Pero ahora el entorno es favorable y los animales gozan de protección legal». El Código Penal, revisado hace unos meses, recoge entre su articulado las penas para aquellos que atentan contra la vida de las mascotas.

El texto tipifica penas de hasta un año y medio de cárcel por matar un animal de compañía, a lo que hay que sumar la indemnización por daño moral al propietario y por los posibles gastos veterinarios requeridos tras el ataque. Pese a lo que pueda parecer, las medidas no resultan tan efectivas en su aplicación. «Al tratarse de una pena que no supera los dos años, si el condenado no tiene antecedentes se suspende el paso por prisión. En la práctica, en España nadie ha sido recluido por esto. Y las indemnizaciones, que dependen de cada juez, van desde los 1.000 hasta los 4.000 euros», afirma Daniel Dorado, presidente de la sección de Derecho Animal del Colegio de Abogados de Madrid. Rememora un caso en el que participó como defensa de la acusación. Una persona pasó su coche por encima del perro del vecino hasta que murió. El juicio, que se hizo con el anterior Código Penal, se saldó con un año de prisión para el asesino –la máxima pena posible entonces– y el pago de 2.500 euros al dueño. Por supuesto, el sentenciado no puso un pie en la cárcel.

Este tipo de delitos dejan de contar como antecedente si no se ha vuelto a delinquir durante el tiempo de la pena suspendida y los tres años siguientes. Dorado también preside el Centro Legal para la Defensa de los Animales, desde el cual intenta presionar para conseguir un endurecimiento de las leyes. Se ha reunido con políticos, jueces y otros altos cargos para conseguirlo, aunque la decisión final estará en manos del Parlamento. «Cada cinco o seis años se realiza un proyecto de reforma del Código Penal. Era optimista con esta última revisión. Pensé que la reforma iba a ser de mayor calado, pero las penas son insuficientes. Espero que la próxima vez se haga algo más serio», admite el abogado con resignación.

Los maltratadores portugueses, sin mascotas

Portugal promete endurecer los castigos legales para aquellos que menoscaben la integridad de los animales de compañía. La revisión que el país planea hacer de su Ley de Maltrato Animal impedirá a aquellos ciudadanos que hayan abandonado o herido a su mascota tener una nueva en los cinco años siguientes al juicio celebrado por dicha causa. Asimismo, las penas para los maltratadores también se verán endurecidas, pasando de uno a dos años de cárcel como máximo. De la misma forma, no mantener los ciudados que el animal se merece también será objeto de denuncia. Otros campos a los que afecta la normativa propuesta son los concursos de habilidades o de belleza, en los que no se podrá participar. Con este avance en la protección de los derechos de los animales, el país vecino adelantará a España en este aspecto, al menos hasta que el Código Penal vuelva a ser revisado en los próximos años.