Investigación científica

El español que ha salvado seis millones de vidas (y las que quedan)

Pedro Alonso obtiene el Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en Cooperación al Desarrollo por su lucha contra el paludismo. Su labor frenó la enfermedad en un 60%. El siguiente paso, la vacuna

Investigación sobre el terreno. Pedro Alonso, en Mozambique, donde se trabaja en la vacuna contra la malaria
Investigación sobre el terreno. Pedro Alonso, en Mozambique, donde se trabaja en la vacuna contra la malarialarazon

Pedro Alonso obtiene el Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en Cooperación al Desarrollo por su lucha contra el paludismo. Su labor frenó la enfermedad en un 60%. El siguiente paso, la vacuna

Pedro Alonso atiende a LA RAZÓN telefónicamente, sentado en un avión, poco antes de partir rumbo a Birmania y poco después de haber recibido el Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en Cooperación al Desarrollo. Su viaje responde a la misión que ha dirigido toda su vida: la lucha contra la malaria. El jurado ha distinguido en esta categoría tanto a Alonso como a Peter Myler, director del Centro de Genómica Estructural para Enfermedades Infecciosas en Seattle (EE UU), por su labor frente a las enfermedades parasitarias, lo que posibilitará además el «desarrollo de estrategias más eficaces en la reducción» de la carga que suponen para los países desfavorecidos. Un compromiso que ha servido para salvar vidas. Millones de vidas. Concretamente, el trabajo de Alonso ha reducido la enfermedad de la malaria en un 60% en los últimos 15 años.

«La ciencia es una labor de equipo», no se cansa de decir Alonso, catedrático de Salud Internacional en la Universidad de Barcelona y director del Programa Mundial de la Malaria de la OMS. Pero lo cierto es que, en los años ochenta, a nadie salvo a él se le había ocurrido que existía una forma eficaz y sencilla de frenar el avance de la malaria: impregnar las mosquiteras con insecticida. «Yo era un joven médico que empezaba una carrera en África y con un interés por la investigación. Los años ochenta fueron una época de abandono. No había investigación, ni conciencia, ni preocupación, ni actividad por la salud de las poblaciones más desfavorecidas. El mundo estaba en otras cosas», recuerda. Entonces, tenía la «fortuna» de trabajar para el Consejo de Investigaciones Médicas de Gran Bretaña. «Me pusieron al frente de un estudio en Gambia que, cuando lo publicaron, no había grandes expectativas de que fuera a funcionar», afirma. Fue en 1991, en «The Lancet». Aplicó todo su conocimiento, trabajo, pasión «y también hubo un factor de suerte». «En contra de todo pronóstico, una tecnología tan sencilla y rudimentaria como impregnar las mosquiteras con permetrinas tuvo un impacto brutal en la mortalidad de niños en Gambia. Tanto que, al principio, hubo cierta incredulidad». De hecho, se abrieron otros cuatro estudios para confirmar los resultados de Alonso. Sin embargo, su estudio no sólo cerró la discusión, sino que, a día de hoy, «es la estrategia central en la lucha contra la malaria». Se estima que, en los últimos 15 años, se han evitado seis millones de muertes gracias a este avance. «Da vértigo, pero no hay tiempo para la autocomplacencia», dice.

Sin embargo, estas ilusionantes cifras podrían engordar. Alonso ha dirigido el ensayo de «la única vacuna formalmente recomendada por la Agencia Europea del Medicamento». La fecha clave es 2018: se empezará a aplicar en ciertas zonas de tres países del África subsahariana –aún por confirmar– en centenares de miles de niños. No en vano, los menores constituyen un 70% de los cerca de 430.000 fallecidos que hay cada año. «Por primera vez en la historia, buscamos una primera generación de vacunas contra la malaria en África», asegura Alonso.

El fármaco empezó a fraguarse en Mozambique. Y es que fue en África occidental, cuando era joven, cuando Alonso conoció de cerca el problema de la malaria. En 2006 fundó el Centro de Investigación en Salud Internacional de Barcelona (CRESIB). Sólo cuatro años más tarde, con la ayuda de la Obra Social La Caixa, pudo poner en marcha ISGlobal, un centro de investigación ya no sólo centrado en malaria, sino en los retos de la salud en un mundo globalizado. No es de extrañar que la vacuna se esté desarrollando en este centro, en colaboración con el Centro de Investigación en Salud de Manhiça (CISM) en Mozambique. Como explican desde ISGlobal, «lo que se ha creado es una relación estratégica con este país. Realizamos investigación conjunta y se dan intercambios bilaterales con el centro de allí, con intercambios de investigadores». Además, está financiado por la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (Aecid). «Nació como un proyecto español y ahora todo lo gestionan los mozambiqueños».

«No es una vacuna perfecta, pero es buena. Lo suficiente como para que los expertos la recomienden», dice Alonso. De hecho, se estima que «puede reducir entre un 30% y un 40% la malaria severa, es decir, sus formas más letales. Puede haber sorpresas: puede ser menos, o más. Pero, normalmente, acaba siendo más», añade.

En 2015, los resultados del estudio clínico de fase III de Mosquirix (de nombre científico RTS,S) se publicaron en «The Lancet» y confirmaron que ayuda a proteger a niños y bebés durante al menos tres años después de ser vacunados. En el ensayo, financiado por la Fundación Bill y Melinda Gates, participaron 15.459 niños y bebés de siete países africanos. Unos meses más tarde, la Agencia Europea del Medicamento la evaluaba positivamente. Para desarrollarla, los centros han recibido más de 188 millones de euros en donaciones, a los que hay que añadir la inversión de 330 millones de GSK, que espera invertir otros 245 millones más antes de finalizar el proyecto. Un apunte: «No es ‘‘la vacuna de Pedro’’, sino que hubo todo un equipo que contribuyó en su desarrollo», dice el científico.

¿Hay motivos para pensar en una próxima erradicación de la malaria? «Los últimos 15 años han sido de un progreso nunca dado antes en la historia», dice Alonso. «Ha sido gracias al desarrollo de nuevas herramientas –como las mosquiteras–, nuevos tratamientos, tests de diagnósticos rápidos, mecanismos de financiación multilaterales... todo este dinero ha permitido estos avances», añade. Pero «no es razonable pensar en una erradicación en 10-15 años. Es una palabra que nos da mucho respeto». Y es que «seguimos teniendo uno de los grandes problemas de salud global: más de 90 países endémicos, más de 400.000 muertes al año, casi 200 millones de casos clínicos anuales.... Queda mucho trabajo por delante».

Peter Myler: la genómica planta cara a los parásitos

Pedro Alonso compartió el galardón Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento con Peter Myler, director del Centro de Genómica Estructural para Enfermedades Infecciosas en Seattle (EE UU). En su caso, el jurado ha considerado su labor «indispensable para el desarrollo de cualquier futuro fármaco o vacuna contra estas enfermedades, a menudo llamadas ‘‘de los pobres’’». Myler ha estudiado el genoma de los parásitos de la leishmaniasis y la enfermedad de Chagas para «entender su funcionamiento a nivel molecular». Un trabajo que ha posibilitado decenas de nuevas dianas farmacológicas. Sin embargo, el científico avisa: «Los parásitos están volviéndose continuamente resistentes. Siempre tendremos que estar desarrollando nuevos fármacos».