Perú

kuélap, la fortaleza de los Andes

El destino. A 3.000 metros de altitud, el casi desconocido Complejo Arqueológico de Kuélap demuestra que hay más motivos que Machu Picchu para que el viajero se quede prendado de Perú

Una gigantesca muralla, que alcanza los 30 metros de altura por 580 de largo nos da la bienvenida. Es la gran barrera pétrea que protege a Kúelpap
Una gigantesca muralla, que alcanza los 30 metros de altura por 580 de largo nos da la bienvenida. Es la gran barrera pétrea que protege a Kúelpaplarazon

A 3.000 metros de altitud, el casi desconocido Complejo Arqueológico de Kuélap demuestra que hay más motivos que Machu Picchu para que el viajero se quede prendado de Perú

Una gigantesca muralla, que alcanza los 30 metros de altura por 580 de largo nos da la bienvenida. Es la gran barrera pétrea que protege a Kúelpap, la fortaleza de los chachapoyas, los «guerreros venidos de las nubes». Para entender el carácter inexpugnable de esta ciudadela, basta decir que está ubicada sobre la cima de una gran montaña, a 3.000 metros sobre el nivel del mar, y rodeada de precipicios por tres de sus cuatro lados. Para su construcción se utilizaron únicamente enormes bloques de piedra caliza unidos con argamasa.

La otra gran baza defensiva de la fortaleza reside en sus accesos: sólo hay tres puertas, en forma de estrechos callejones (también amurallados) y con una pendiente muy pronunciada. Los tres metros de ancho de la boca de entrada se van reduciendo paulatinamente hasta llegar a unos angostos 70 cm, lo que impedía el acceso a más de una persona a la vez. El mismo concepto defensivo usado, siglos atrás, por 300 espartanos en el paso de las Termópilas.

El legado histórico de Kuélap es fascinante, siendo uno de los pocos restos arqueológicos de Perú que se mantienen bien conservados. Podríamos decir que Kuélap ha tenido suerte: la dificultad de su ubicación y el gran desconocimiento general sobre la cultura de sus constructores han colaborado a preservarlo casi intacto del poder destructivo de la mano del hombre y del turismo masivo. Dentro de la ciudadela, todavía se pueden apreciar 420 casas de las más de 700 que se supone llegó a tener en su máximo apogeo, con sus tres mil habitantes. La zona residencial está conformada básicamente por dos gigantescas plataformas superpuestas, donde se edificaron las viviendas y los espacios ceremoniales. La plataforma superior, de menor superficie que la inferior, es donde se localizan 80 construcciones de mayor tamaño y refinamiento, lo que hace suponer que ésta era la zona aristocrática de Kuélap, los que gozaban de mejores vistas. Entre esas construcciones destaca «El Torreón», situado en la zona norte, con siete metros de altura; erigido sobre una terraza amurallada que ofrece una maravillosa vista panorámica del lugar. «El Tintero» está ubicado en el lado sur de la plataforma inferior, con forma cónica invertida truncada, un diámetro de 15 metros y casi seis de altura. Algunos le han atribuido funciones de observatorio astronómico o de centro ceremonial.

Todas las viviendas en Kuélap son circulares, un sello de identidad de los chachapoyas que los diferencian del concepto constructivo rectangular común en todas las demás culturas andinas. Medían entre cuatro y doce metros de diámetro y sus paredes alcanzaban los cuatro de alto, sin ventanas, para una mayor protección del frío. Los muros estaban decorados con serpientes, aves y figuras geométricas en forma de rombo y zigzag. Estudios recientes nos llevan hasta unas conclusiones sorprendentes y abrumadoras: para la construcción de Kuélap se utilizaron 25 millones de metros cúbicos de material, lo que viene a ser tres veces el volumen usado para levantar la Gran Pirámide de Egipto. Todo indica que su construcción data del año 800 d.C. y aquí vivieron y desarrollaron su cultura los chachapoyas hasta que, en 1470, después de un cruento asedio y duras batallas, fueron conquistados por los íncas.

Las momias de Leymebamba

Durante cinco siglos permanecieron ocultas en la Laguna de los Cóndores, en pleno bosque lluvioso. En noviembre de 1996, un grupo de agricultores encontró, en una de las laderas de la laguna, un conjunto de chullpas (tumbas) chachapoyas, saqueándolas indiscriminadamente y llevándose todo lo que consideraron de valor. Un año más tarde, las autoridades tomaron cartas en el asunto y rescataron 219 momias y varios quipus, un extraño sistema de cuerdas y nudos con los que los chachapoyas anotaban sucesos importantes y llevaban su contabilidad.

En el año 2000, estas momias fueron trasladadas al Museo de Leymebamba, que había sido recientemente inaugurado. Realmente, no es un museo espectacular, hasta que se llega a la sala de las momias... y se enciende la luz: ante nosotros aparecen decenas de cuerpos, algunos envueltos en sus sacos funerarios; otros, los que fueron saqueados, están desnudos, mostrando a la perfección sus rasgos físicos, algo realmente sorprendente, ya que las condiciones climáticas de esta región no son las más idóneas para conservar material orgánico durante cinco siglos. Los cuerpos están reducidos a la mínima expresión, con las extremidades atadas y en una posición similar a la fetal, con los brazos y manos recogidos sobre cuello y cara y un estremecedor rictus de dolor, como si se protegieran de algo que los amenazara.

Rutas por la zona

- Bosque de piedra

El Complejo Arqueológico de Cumbemayo está ubicado a 20 Kilómetros al sur de Cajamarca y está rodeado por un fantástico bosque de piedras con curiosas formaciones. Construido aproximadamente mil años a.C., el acueducto de Cumbemayo es la obra de ingeniería hidráulica más antigua e importante de América.

- Catarata Gocta

«La Chorrera», como por aquí la conocen, es el tercer salto de agua más alto del mundo (771 metros). Lo más curioso es que Gocta haya permanecido sin ser descubierta hasta que el explorador Stefan Ziemendorf diera con ella en 2002, durante su expedición para encontrar unos templos funerarios. Los pobladores de Cocachimba, el pueblo más cercano del salto, ocultaban la existencia de Gocta porque temían que allí moraba una malvada sirena y una enorme serpiente. Ahora, los habitantes de Cocachimba son los encargados de mantener despejado el camino y guiar a los turistas hasta la catarata. El camino desde Cocachimba no es fácil: se tardan unas 5 horas, entre la ida y la vuelta, pero puede hacerse parte de la ruta a caballo.