Andalucía
El chat de Pachi
Estos artículos, igual que esta edición, cruza a veces el Estrecho de Gibraltar para adentrarse por las calles de Ceuta, esa bellísima desconocida que reúne desde hace más de medio milenio el exotismo más puro con la españolía más esencial. Allí cosechó Vox, en las legislativas del 10-N, 11.738 (35,29%) votos que mandaron al Congreso de los Diputados a la colega María Teresa López, licenciada en Periodismo por Sevilla y cuyos compañeros en la asamblea ceutí (22,37% de los sufragios en las municipales de mayo) apuntalan en la presidencia de la ciudad autónoma al popular Juan Jesús Vivas, en el cargo desde 2001. Valga este largo introito para ilustrar sobre la importancia en un territorio de una formación que recoge un quinto largo de las papeletas en unas elecciones y crece, en sólo cinco meses, hasta un tercio generoso en las siguientes. Lo menos que puede, por tanto, reconocérsele a los responsables de Vox en Ceuta es que saben conectar con sus conciudadanos. Y no es tan grave, o sea, que un concejal llamado Pachi Ruiz utilice un lenguaje repugnante en un chat privado, porque allá cada cual con su escasez de luces y sus miserias morales, como que sus jefes no lo repriman sin necesidad de que las conversaciones se hagan públicas. Le ha faltado a Santiago Abascal el coraje cívico que han demostrado María del Carmen Vázquez y José María Rodríguez, dos ediles de su partido que se han adscrito de inmediato al grupo mixto porque hay cuestiones, como el racismo, en las que no caben las medias tintas ni los matices: el xenófobo es como la embarazada, sí o no, es imposible serlo un poquito ni en días alternos. Once millares de votantes, que viven amenazados por una islamización evidente y aplastados por una asfixiante corrección política, no merecen que sus representantes electos se comporten como una cuadrilla de skinheads hartos de calimocho. No se debe confundir el tocino con la velocidad ni la política con la taberna.
✕
Accede a tu cuenta para comentar