Coronavirus
Un respiro
“Vivimos en un mar de incongruencias que resulta desquiciante”
Me dice mi amigo T que es desolador leer la prensa o ver la televisión en estos días. Clama rotundo que prima la beligerancia partidista por encima de la verdad y de la información. Dice además que en tiempos de tanta polarización todo el mundo tiende a ser más tolerante con las personas que comparten sus ideas y acaban cometiendo el mismo error que critican: se creen y aplauden únicamente todo lo que viene de su lado. Y aunque yo le discuto, como único periodista del chat de mis amigos, lo cierto es que algo de razón tiene. Es fácil caer en el enfado, hay suficientes motivos para ello desde un lado u otro, no soy una excepción. Por eso en estos momentos no solo es bueno sino necesario coger un poco de aire. Acudir a admirados colegas más veteranos como J, quien siempre vota en blanco porque defiende que un periodista no puede permitirse tener ideología, es mi fórmula. Me recomienda tomar distancia, no caer en las trincheras. Y tras hablar con él me doy cuenta de que el problema es que vivimos en un mar de incongruencias que resulta desquiciante. Si ofreces un pacto para acordar una postura común no puedes utilizar palabras como miserable o desleal para referirte a quien se lo pides. Ni arrinconarle, ni señalarle, ni azuzar a los tuyos contra él. No tiene ningún sentido que apeles a una Constitución, unos acuerdos nacionales y la generación de políticos y partidos que los protagonizaron como modelo a seguir cuando a la vez lo calificas despectivamente como “el régimen del 78” y consideras todo lo que vino después como una argucia del franquismo. Pretender erigirte en el creador del futuro y basarte para ello en ideas de hace siglos empeora si encima están demostradamente caducas. Es poco comprensible presumir de gestión cuando somos el tercer país del mundo por número de fallecidos y de contagios. Pero es menos comprensible que desvíes las críticas recordando fallos pasados de otros en un momento como este. Resulta fatigoso que pongas en duda los datos de un gobierno y tomes por seguros los de otro. Hacer lo mismo con los medios de información es desesperante. La crítica hacia un supuesto patriotismo de bandera y ejército cuando defiendes a personas que han asesinado a inocentes por una bandera y un ejército es terrible. Desarma todos los argumentos posibles que critiques a un extremo desde el otro. Pero lo que es más preocupante es que todos estos vicios políticos los hemos replicado como una metástasis nosotros, los ciudadanos. Nos embarcamos con la vena palpitante en reproches por defender a tal o cual como si fuera la luz de alarma de un submarino que llama a la tripulación a sus puestos de combate. Denunciamos el horror de la residencia cercana pero callamos ante la residencia de más allá porque cambia el color político. Nos vemos arrastrados por las redes sociales a militar en bandos y fumigar con sus mensajes capciosos nuestros perfiles, como si de una UME virtual se tratara, para ahogar cualquier disidencia. Callamos en los chats de familiares porque la bronca puede ser monumental si discutes a este o al otro. Sabemos que la congruencia en la vida es complicada, en política casi imposible. La crítica es sana, discutir no consiste en desautorizar. Un segundo de pensar, una respiración más. Escribo esto en primera persona para tenerlo a mano cuando yo caiga en lo mismo. Por cierto, mi admirado J, en su sabiduría, también me recomendaba acertadamente volver al maestro Chaves Nogales en estas turbulencias. Dejo aquí como otro recordatorio un breve extracto de su inmortal prólogo de “A sangre y fuego”.
“Antifascista y antirrevolucionario por temperamento, me negaba sistemáticamente a creer en la virtud salutífera de las grandes conmociones (…). Todo revolucionario, con el debido respeto, me ha parecido siempre algo tan pernicioso como cualquier reaccionario”.
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