Sociedad
Bélgica, al filo del cambio constitucional por las protestas
El cambio climático se ha colado en el debate electoral belga, aunque la fuerza del movimiento se ha dejado de ver en todo el mundo en un año crucial antes de la entrada en vigor del Acuerdo de París
El cambio climático se ha colado en el debate electoral belga, aunque la fuerza del movimiento se ha dejado de ver en todo el mundo en un año crucial antes de la entrada en vigor del Acuerdo de París
En ningún país europeo las marchas contra el clima han tenido una repercusión política tan directa como en Bélgica. Los hechos son incontestables. Huelgas escolares todos los jueves desde el mes de enero, dos grandes marchas con hasta 70.000 personas movilizadas, la dimisión de la ministra flamenca de Medio Ambiente (acusó a los jóvenes de estar manipulados) e incluso un posible cambio en la Constitución del país que ha obligado a todas las fuerzas políticas a retratarse en vísperas de las elecciones federales y europeas el 26 de mayo.
El mapa político belga ha quedado sacudido, aunque es difícil pronosticar si esto será flor de un día. Una decena de constitucionalistas y expertos en medio ambiente han promulgado una ley que pretende recortar las emisiones contaminantes en el país, en línea con los objetivos liderados por la UE. Pero esta iniciativa ha chocado con el habitual elefante en la habitación que marca todas las discusiones en la política belga: el entramado institucional del país con un Ejecutivo federal con muy pocas competencias y las dificultades de coordinación entre los ente regionales. Por eso, para que se produzca una ley sólida que garantice el cumplimiento de los objetivos, es necesario un cambio constitucional que necesita el apoyo de dos tercios de la Cámara.
Coincidiendo con este cambio, lo que era un movimiento con tintes pacifistas y festivos ha empezado a mutar. Este domingo, con el lema “Occupy for climate”, medio millar de activistas ocuparon la calle situada frente al Parlamento federal y ya el lunes y el martes de desplazaron hasta la plaza de Trône, cerca de la Eurocámara. Como primer triunfo, han conseguido que el primer ministro en funciones, el liberal francófono Charles Michel, dé un giro a su postura y se muestre a favor de esta cambio constitucional. Se había negado con anterioridad ante el temor de abrir una caja de Pandora en el país y de que este cambio fuera aprovechado por los nacionalistas flamencos, en plena campaña electoral, para pedir más competencias.
Mientras esta batalla continúa, se abre paso la iniciativa para que Bélgica se presente como país candidato a albergar la cumbre COP26, el encuentro mundial sobre la lucha contra el cambio climático que tendrá lugar a finales del año que viene. Las primeras fricciones sólo acaban de empezar ya que la región de Flandes es partidaria de consagrar este desembolso económico a medidas concretas para luchar contra el calentamiento global, antes que a este tipo de acontecimientos. Pase lo que pase, todo indica que este movimiento ha llegado para quedarse.
El ejemplo de Greta Thunberg también prendió en EE UU. Tardó en llegar, quizá porque el país, muy capaz de irradiar movimientos y corrientes, es lento en aceptar lo foráneo. Pero nada como la causa del clima para despertar a los adolescentes. De hecho el cambio climático y la degradación de los ecosistemas son dos de los asuntos que más preocupan a los jóvenes estadounidenses junto con el muy americano y específico problema de las armas en manos de civiles. Los “Fridays for the future” son particularmente visibles en ciudades con gran tradición en el activismo. Por supuesto en Nueva York, donde cada viernes un puñado de estudiantes de primaria y secundaria acude a las puertas del Ayuntamiento, en pleno Downtown de Manhattan, para protestar por la falta de iniciativas radicales a nivel internacional. No digamos ya por lo sucedido en EE UU, donde la administración Trump vive en guerra permanente con científicos y ecologistas, a los que acusa de propagar un mantra, y con su propia agencia del medioambiente, masacrada en los presupuestos, le ha arrebatado más de un tercio del presupuesto, y rematada con el nombramiento como director de Scott Pruitt, que demandó en 14 ocasiones a la agencia durante el periodo en que ejerció de fiscal general en Oklahoma. El ídolo de los niños que pelean en la guerra verde es la congresista Alexandria Ocasio-Cortez. Después de que la Casa Blanca liquidarse buena parte de las cortapisas diseñadas por el gobierno de Obama a las emisiones y sacase a EE UU del concierto internacional en la lucha contra el cambio climático, la política neoyorquina presentó junto al senador Ed Markey un plan para luchar contra el calentamiento global. El objetivo es llegar a las cero emisiones en un plazo de diez años. Los niños que protestan delante de Naciones Unidas y el ayuntamiento de Nueva York están enfocados en los arrecifes de coral al borde de la bancarrota, los océanos contaminados y los glaciares en retirada, por más que su ídolo empuje también una agenda que tiene algo del New Deal y mucho de socialismo en su exótica, y reaccionaria, versión posmoderna.
“La tierra está ardiendo”, gritaban los jóvenes desde Nairobi el pasado 15 de marzo, donde la manifestación coincidió con la clausura de la Cumbre de la Organización de las Naciones Unidas por el Medio Ambiente, lo que facilitó que activistas internacionales pudiesen estar presentes en Karura, el bosque elegido por los jóvenes para su protesta. “Pedimos que los políticos ejerzan la utilidad de su poder para frenar la catástrofe que se nos viene encima”, explica el activista y geólogo Daniel Waga.
La organización Youth for Climate Kenya, promotora de la manifestación, busca demostrar que toda la sociedad, empezado por los más jóvenes, tiene el poder de cambio en las manos. Para ello, sientan precedente con acciones medioambientales tales como estrategias de recogida de basura de los slums de Nairobi. Los jóvenes recordaron que Kenia está sufriendo actualmente las consecuencias del cambio climático; una fuerte sequía asola el noreste del país, donde ya se han reportado muertes por inanición. El número de afectados asciende al millón en al menos 13 provincias. Al mismo tiempo, Mozambique, Zimbabwe y Malawi se han visto arrasados por el ciclón Idai, que se ha cobrado al menos 656 vidas, aunque la cifra aún es difícil de determinar.
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