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El ejército en las Ramblas
Dios no lo quiera, ojalá el Gobierno español no se vea en la tesitura de decretar el nivel de alerta 5, el máximo previsto en nuestra normativa de seguridad.
En esta lucha contra el terrorismo yihadista, ese enemigo que nos ha llevado a la tercera guerra mundial, el protagonismo defensivo solo corresponde a las Fuerzas Armadas cuando los responsables de defendernos del terrible enemigo, estiman que se ha llegado a una gravedad extrema de la situación, cuando tienen la casi certeza de un atentado inminente y masivo, del que siempre se desconoce el lugar, la hora y las siempre imprevisibles y terribles consecuencias.
Algunos países europeos que han sufrido más recientemente el zarpazo cobarde del terror, hace tiempo que decretaron el máximo nivel de alerta. Quien haya tenido ocasión de viajar a Italia, Bélgica o Francia recientemente, habrá podido comprobar (en Italia desde hace años) como militares patrullan, incluso con el uso de tanquetas, en aeropuertos y lugares de concentración masiva de ciudadnos y, por supuesto, instalaciones estratégicas como depósitos de agua potable, centrales eléctricas, etc.
Esa presencia del ejército en la calle es asumida por los ciudadanos con la mayor naturalidad, sabedores de que la misión de estos soldados fuertemente armados, con protecciones personales al máximo posible, es defenderlos de un más que posible ataque terrorista cada vez más imprevisible.
El terror ha descubierto armas baratas y difícilmente detectables como camiones, furgonetas o simples cuchillos de cocina, con los que cusan muertes y heridas de forma indiscriminada, en horarios de mayor afluencia y en lugares insospechados.
Decía al principio que ojalá no ocurra, que Dios no permita que nuestro país, España, se vea amenazado más de lo que ya lo está y las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, junto con el CNI, recomienden al Gobierno, elevar al nivel máximo la alerta contraterrorista.
Entonces, si llegara el caso, veríamos a nuestros soldados de fuerzas especiales, de la Legión, de Infantería de Marina, paracaidistas y aquellos que ya han tenido la difícil experiencia de Afganistán, Líbano, Somalia y tantos otros lugares, donde la presencia militar española es altamente valorada, patrullar, a pie o en vehículos blindados, por la Castellana de Madrid, las Ramblas de Barcelona, los aeropuertos de más tráfico del Estado o estaciones de ferrocarril como Atocha o Sants.
Aquí, en España, como en Italia o Bélgica, la presencia en las calles de nuestro ejército, lejos de inquietar, tranquilizaría a los ciudadanos, una tranquilidad siempre relativa y consciente del peligro, pero con un efecto, desde mi punto de vista muy positivo, la concienciación colectiva de que existe un enemigo común y peligroso contra el que todos debemos luchar, desde la prevención al enfrentamiento.
Claro que héroes, como nuestro Ignacio Echeverria, no abundan, aunque conociendo bien a los españoles, no descarto nada.
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