Cataluña
Proust ya tiene quien le traduzca
Valèria Gaillard presenta la nueva traducción al catalán de los tres primeros volúmenes de «A la recerca del temps perdut», un proyecto que culminará en 2027
¿Se puede reducir una novela de siete volúmenes y más de 4.000 páginas en una única e icónica madalena? Aunque parezca mentira, sí. Esto no es un desprecio a lo que implica una obra de tan ingente volumen, sino que es su mayor elogio, el gran milagro que hay detrás de «En busca del tiempo perdido», de Marcel Proust. Porque el libro arranca en un carruaje en que el olor lleva al narrador a rememorar toda una vida, que en primer lugar le lleve a una casa donde volverá a comer una de esas célebres magdalenas. Y acabará precisamente, siete libros después, también oliendo y comiendo esa misma madalena, pero esta vez serás tú, como lector, que utilizará esa magdalena para rememorar la larga maravilla que acabas de leer.
Proust consigue proyectar toda la fuerza real de su magdalena a esta magdalena de ficción, la corporiza, como si encerrase su componente mágico, de transposición, en una única palabra y la ofreciese para la eternidad a todos sus lectores. Entonces, la vida de Proust pasa a ser tu vida y esto sólo lo consiguen los grandes escritores. Y vaya si Prous es grande, es enorme, es inabarcable y reducible a un tiempo en una única palabra, magdalena.
Si alguien sabe lo inabarcable que es «En busca del tiempo perdido» es la periodista y traductora Valèria Gaillard, que desde 2007 lleva inmersa en uno de esos proyectos que marcan toda una vida, la traducción íntegra al catalán de los siete volúmenes de la ópera magna de Proust. Su «A la recerca del temps perdut» (Proa) arranca con «Pel cantó de Swann», «A l’ombra de les noies en flor» y «El costat de Guermantes», en una edición ambiciosa, en tapa dura, otorgándole toda la majestad que merece. «Me he centrado en un catalán actual y fluido ya que el propio Proust se ceñía mucho a la oralidad en su escritura, con una prosa complicada», aseguró ayer Gaillard.
Volvemos, así, a entrar en los emblemáticos salones parisinos de finales del XIX y principios del XX, con su retahíla de excéntricos personajes, desde el Barón Charlus pasando por Albertine o Swann. La fluidez que consigue Gaillard es asombrosa, sin que el uso de palabras arcaicas propias de las costumbres de la época dificulten en ningún momento su lectura. El resultado es un texto, según explicó la traductora, «con la frescura de algo reciente», pero conservando toda la riqueza del original, famoso por sus frases río que son capaces de arrastrarte feliz hasta la noche. «Es un fresco de la aristocracia que estaba en decadencia, una obra muy actual y una obra total, porque lo encuentras todo: los celos, el amor, la amistad, el tiempo y una reflexión sobre el arte», afirma Gaillard.
Más que una magdalena
Con 1.910 páginas traducidas, el esfuerzo está siendo agotador, pero los resultados desde luego merecen la pena. Y lo que tiene claro Gaillard es que no se ha de reducir una obra tan completa como la de Proust en una magdalena, porque a veces se puede caer en la parodia del gran hallazgo proustiano por excelencia. «Mucha gente se queda con la imagen de la magdalena y hay que ir más allá y explicar bien de qué va esta obra», insiste la traductura que ve en el opus proustiano «una historia sobre la vocación de un escritor en una época de pugna entre aristocracia y burguesía a finales del siglo XIX». En sus páginas, recorreremos de la mano de Proust los salones de la época con todo lujo de detalles, siempre habitados por personajes de todas las clases sociales, responsables de diez millones de momentos vitales siempre laminadas con un punto de distancia y sentido del humor.
Y el trabajo continúa, porque todavía quedan cuatro volúmenes por culminar. Ayer dejó claro que la intención es cerrar la serie en 2027, lo que significará concluír 20 años de intenso trabajo. A Proust le costaron catorce, pero fue su única ocupación, con la icónica imagen del escritor francés escribiendo desde su cama. Está claro que lo que está haciendo Gaillard es todavía más difícil. A estos tres títulos le seguirán «Sodoma i Gomorra», «La presonera», «Albertine desapareguda» y «El temps recobrat».
La periodista y traductura es, además, una de las impulsoras, hace cinco años, de la Societat Catalana d’Amics de Marcel Proust, integrada por unas 60 personas, entre ellas Mathias Énard, Albert Serra, Quim Torra, Laura Borràs o Fèlix Riera, entre muchos otros. La sociedad, presidida por el abogado Amadeu Cuitó, se reúne cada més y medio para conversar sobre el escritor y poner en común novedades e investigaciones recientes sobre éste. En tiempos de zozofra e imperativos identitarios, nada mejor que perderse en otras vidas.
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